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Ascensión: una ausencia que llena de presencia

Ascensión: una ausencia que llena de presencia

El Evangelio de hoy está lleno de contrastes: es una despedida, pero no hay dolor; hay separación y ausencia, pero los discípulos sienten a Jesús más cerca que nunca.

Me recuerda un poema del jesuita José María R. Olaizola, que dice:

Curiosa manera de quedarse, Señor,
sin imponer tu presencia,
sin saciar la sed,
sin convertir la fe en evidencia.

Y curioso modo de irte,
sin atarnos a la ausencia,
sin dejarnos solos,
sin forjar la pena.

Y así, de esta manera,
ausencia y presencia
siembran en nosotros,
hambre de respuestas.

Y tú eres espíritu,
aliento, fuerza.
Eres la palabra,
que a veces calma y a veces golpea.

Eres el silencio,
poblado de historias,
eres la justicia,
llamando a la puerta,
eres un profeta,
pidiendo justicia,
eres el soldado,
sin arma ni guerra.

Por eso te fuiste
y por eso sigues con nosotros.


Con la Ascensión, celebramos la entrada de Jesús en la comunión de vida con el Dios vivo. Gracias a Él, toda criatura tiene ahora un lugar en Dios para siempre, y se revela cómo será nuestro futuro: una humanidad reconciliada y fraterna participando de la vida del Resucitado.

Me pregunto: ¿me atrevo a creer que un día yo también formaré parte de esa comunidad definitiva, de ese abrazo pleno de Dios?


Luego, Jesús sube al Padre bendiciendo.
Las manos que fueron canales de liberación y sanación se despiden del mismo modo, y me piden que bendiga también a aquellos con los que me relaciono cada día.


Los discípulos también se despiden del Maestro, pero esta vez no les invade la desesperación; al contrario, se nos dice que volvieron a Jerusalén muy contentos, porque sentían que había llegado un tiempo nuevo: el tiempo del Espíritu.

Es una invitación a darse cuenta de que el mismo Señor que ascendió a la derecha del Padre, está ahora presente en su Espíritu en tus oraciones, contigo, conmigo, hoy, aquí y ahora.


San Agustín lo expresa así:

La Ascensión de Jesús significa que la victoria sobre la muerte es completa y que la humanidad está unida a Dios.
Por la fe podemos aspirar a la vida celestial.

Hablamos de la unión espiritual con Dios y de la promesa que hizo Jesús de existir para siempre a través de la presencia del Espíritu Santo y de la Iglesia, que nos mantiene unidos a Él incluso en la tierra.

Agustín subraya que, para ascender, primero debemos descender. Se refiere a la humildad y a la necesidad de servir a los demás. Jesús se humilló viniendo a la tierra, y ascendiendo al cielo nos muestra el camino, para que también nosotros podamos ascender por su gracia.

Amén.

scjdehonianos
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