ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO. SOLEMNIDAD

ASUNCIÓN DE MARÍA AL CIELO. SOLEMNIDAD

En esta fiesta solemne celebramos que María, en cuerpo y alma, fue llevada al cielo una vez terminada su vida terrenal.

Al decir esto, estamos afirmando en primer lugar que María como todo ser humano, allá por los años cincuenta de nuestra era murió. La muerte es connatural a la especie humana (y a todo ser viviente de este mundo). Nadie se puede substraer de ella. Algunos han querido evitar a María este trago, pero sería deshumanizarla a la vez que evitarle la “pascua”, su propia “pascua”; es decir el momento cumbre en el que el Sí que dio a Dios un día de la “Anunciación” pasase a ser el SI definitivo de la total confianza en el Dios de la Vida y el Dios de nuestro Señor Jesucristo.

En segundo lugar afirmamos que fue asunta al cielo. De Jesucristo afirmamos que ascendió al cielo. Jesucristo no es llevado al cielo sino que él pasa de este mundo al Padre resucitando de la muerte al tercer día y sube al cielo 40 días después de su resurrección, según dice San Lucas. Lo que acontece en Jesús es fundamental para que después pueda acontecer la Asunción de María. Jesús es el primero. Él resucitó el primero de todos. Y por él resucitaremos todos. Su resurrección es la que marca el camino de todos aquellos que creemos en él y de todo otro hombre o mujer de buena voluntad. María es llevada al cielo.

En tercer lugar afirmamos que desde el momento de su asunción, María está en el cielo en toda la dimensión de su personalidad (cuerpo y alma). María es el primer fruto maduro del efecto resurreccional de Jesús. Está en la casa del Padre injertada plenamente en la fuente de vida que es Cristo resucitado

En cuarto lugar decimos que María es pionera entre otros muchos hermanos de Jesús e hijos del Padre. María ha recorrido el camino de su vida terrenal en total fidelidad a la voluntad del Padre-Dios. Supo un día fiarse totalmente de la Palabra-Promesa que pronunció el ángel Gabriel en el nombre del Altísimo, y, a pesar de ser algo inusitado, supo decir “Hágase en mí según tu Palabra”. Supo decir “SI”. Supo decir “Amén”. Y como para Dios no hay nada imposible aconteció en ella lo imposible: El Hijo de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros.

Pero ese “Sí” de un primer día” fue cultivándolo y madurándolo día a día durante su travesía por este mundo. Y pasó pruebas y peligros. Mantuvo su SI hasta al pie de la cruz de su Hijo al que vio padecer y morir y ser sepultado. También lo contempló resucitado de entre los muertos y su fe se hizo grande y luminosa capaz de contagiar y cuidar la fe de los Apóstoles y de los primeros cristianos.

En quinto lugar afirmamos que el cielo es Vida eterna con Cristo en Dios. El cielo es la casa del Padre donde hay muchas moradas. En esa casa están ya, junto con Jesús y con María, muchos hermanos que nos han precedido en el camino de la fe. El cielo es la meta donde desemboca esta vida nuestra que es desde siempre regalo de Dios y que no se nos da para quitárnosla sino para que llegue a plenitud pasando por la muerte para llegar a la Vida Eterna.

Por último decimos que es una FIESTA. Es nuestra fiesta. Nos alegramos y festejamos que una de nuestra raza –María de Nazaret- ha hecho un camino de vida ejemplar y ha llegado a lo más alto que pueda aspirar cualquier persona humana. Nos alegramos por ella.

Pero además nos alegramos porque el camino que ella ha recorrido nosotros estamos invitados a recorrerlo. A nosotros también se nos ha llamado y elegido para ser santos e inmaculados en el amor. También se nos ha elegido para ser hijos de Dios. A nosotros también se nos ha dado el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que recibió María, para que podamos vivir nuestra vida como un permanente SI a la voluntad de Dios.

 

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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