
16 Jun La Corona de los misterios del Corazón de Jesús (I): Los misterios de la Encarnación
“He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!” (Lc 12, 49).
Este versículo del Evangelio de Lucas es uno de los más citados por el Padre León Dehon. En él encontramos también el sentido profundo de una práctica de oración muy querida por nuestro fundador: la Corona del Corazón de Jesús.
En 1901, en un artículo publicado en su revista Le Règne du Cœur de Jésus titulado Couronne d’or du Sacré-Cœur de Jésus, el P. Dehon explicaba la naturaleza y finalidad de esta devoción. Según relata, fue el propio Santo Cura de Ars quien acogió y bendijo esta práctica en 1852.
Una triple contemplación del Amor
La Corona del Corazón de Jesús es un acto de amor al Corazón de Cristo que nos invita a contemplarlo en tres grandes misterios:
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La Encarnación
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La Redención
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La Eucaristía
Cada una de estas coronas expresa el fuego nuevo del amor divino que el Corazón de Jesús ha venido a comunicarnos. Desde nuestra parte, oramos para que nuestra contemplación se asemeje a los sentimientos del Corazón de Jesús hacia el Padre y hacia la humanidad.
La primera corona, la de la Encarnación, da gloria a Cristo por su Paternidad; la segunda, por su Sacerdocio; y la tercera, por su Realeza. Esta triple dimensión ofrece una imagen de Jesús como Padre, Sacerdote y Rey, y refleja también el ideal del sacerdocio que Dehon soñó para los miembros de su Congregación: los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
El propio Dehon escribe:
“Estas tres Coronas reunidas forman una Tiara mística, con la que los devotos al Sagrado Corazón amarán coronar al Rey de su amor” (EXT 8035126/2).
La Corona de la Encarnación: Paternidad divina y entrega total
Sobre esta primera corona, León Dehon nos dice:
“En la primera Corona, la de la Encarnación, consideramos el Corazón de Jesús dando a luz a las almas a la verdadera vida, y coronado con esa paternidad divina de la que derivan todas las demás. Rezamos por la gran familia humana, y en particular por las familias cristianas” (EXT 8035126/2).
La contemplación de la Encarnación, en la espiritualidad dehoniana, se enraíza en un pasaje clave de la Carta a los Hebreos:
“Por eso, al entrar en este mundo, dice: ‘Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo… Entonces dije: He aquí que vengo (…) a hacer, oh Dios, tu voluntad’. Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo” (Hb 10, 5-7.10).
Aquí, Dehon identifica el acto de amor del Verbo que se entrega al Padre y a nosotros. Aunque todavía no existía el corazón humano de Jesús, sí existía el Corazón del Verbo, que ya contenía el plan de tomar carne y entregarse:
“Pronunciando el Ecce venio (‘He aquí que vengo’), el Corazón de Jesús se nos ofreció y continúa ofreciéndose. Sin esta unión, nuestra oblación sería vana y rechazada” (cf. Dehon, CAM 1/48-50).
Esta es, por tanto, una invitación a unirnos al Corazón del Verbo en su entrega absoluta, una escuela de oración y de vida en la que el misterio de la Encarnación se vuelve fuente de sentido, misión y amor.
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