Cuadro de la Beatificación de Juan María de la Cruz

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Cuadro de la Beatificación de Juan María de la Cruz

El próximo día 11 de marzo celebramos el 20 aniversario de la beatificación de Juan María de la Cruz. Hoy os mostramos el cuadro de la Archidiócesis de Valencia donde vemos al Beato Juan María de la cruz portando la palma del martirio acompañado de parte de la mitad de los mártires valencianos del siglo XX que fueron beatificados junto a él.

Dejamos una aproximación de esta obra que está ubicada en la Catedral de Valencia en la Capilla de San Jacinto Castañeda.

En la pintura se representa un nutrido grupo de personas (poco más de un centenar), todas ellas derramaron su sangre por Cristo durante la persecución religiosa de 1936. El grupo mostrado forma parte de la mitad de los mártires valencianos del siglo XX que fueron beatificados el 11 de marzo de 2001. La representación de sus imágenes tiene el claro propósito de que sus figuras puedan ser veneradas.

La estructura compositiva de la obra radica en una ampulosa espiral claramente definida, ésta queda comprendida por dos puntos de fuga dispuestos en dos planos de altura distintos que consiguen aunar el fluir del grupo humano representado. La utilización de la espiral viene traída por tratarse de un elemento geométrico siempre abierto y cargado de simbolismo; desde la mera expresión de movimiento, pasando por el concepto de infinitud y eternidad, además de toda una serie de connotaciones de tipo espiritual y místico.

Los dos puntos de fuga a que aludimos con anterioridad, son el origen desde donde viene la marcha de la romera de mártires. Ésta se va vertebrando y haciendo cada vez más visible paulatinamente llegando incluso, gran número de las personas representadas a acercarse en primerísimos planos frente al observador (área interior del cuadro), zona ésta que bien podría simbolizar la llegada a las puertas de la Gloria celestial.

La omnipresencia de la Cruz, símbolo por excelencia de la cristiandad, surge de forma velada de entre los vaporosos fondos del cuadro, prolongando dos de sus brazos hasta bañar con su luz las figuras del grupo de mártires.

La romería muestra jalonadamente a mártires pertenecientes a diversas órdenes religiosas, así como de hombres y mujeres seglares de diferente condición y profesión. Están representadas las órdenes y congregaciones a las que pertenecieron, son: Clarisas, Jesuitas, Franciscanos, Dominicos, Salesianos, Capuchinos, Dehonianos, Hermanitas de los Ancianos Desamparados, Sacerdotes diocesanos, Carmelitas, Hermanos de la Doctrina Cristiana, Escolapias, Terciarios Capuchinos y Hombres y Mujeres de Acción Católica. Podemos constatar sin ningún género de duda la variada representación eclesial.

Retomando el tratamiento plástico del cuadro, cabe indicar que se he cuidado en grado extremo el conjunto de elementos gráfico-pictóricos que intervienen y sus posibles combinaciones e interrelaciones. Desde la estructura formal de las diferentes figuras, sus disposiciones, composiciones, anatomías y elementos decorativos. La relación entre las figuras y el fondo, pasando por la creación de espacios, el variado uso de texturas y veladuras. Los diferentes trazos gestuales de las pinceladas. La constante persecución de la naturalidad en el movimiento y gestualidad de las figuras, así como la aproximación en la consecución de la identidad de sus rostros, de los que se pueden acertar e identificar algo más de una treintena de ellos.

El tipo de iluminación empleado, juega un importante papel dentro de la composición en sí. El foco luminoso más intenso se circunscribe al ángulo superior izquierdo del cuadro y a su vez el fluir del baño lumínico tiene su gradación de origen cenital, impregnando a cada figura de la escena, esto propicia en la mayoría de ocasiones marcados contrastes luz-sombra, tanto en los rostros como en sus indumentarias. Sólo en contadas ocasiones aparecen figuras que sitúan sus rostros a contraluz.

El tratamiento del color, sin duda condicionado por la iluminación es predominantemente cálido, éste también viene atemperado por la dominante sobriedad cromática requerida en el vestuario de los personajes. En el uso del color se ha pretendido huir de estridencias coloristas tratando de mantener una variedad equilibrada del mismo, con el fin de conseguir un clima naturalista. Este hecho facilita la aproximación del observador hacia los personajes representados.
La sensación de profundidad en el área superior del cuadro se ha potenciado al aplicar la perspectiva aérea y la técnica del esfumato ayudando de éste modo a crear una atmósfera difusa, en la que a medida que se alejan las figuras de los personajes, disminuyen sus tamaños y a su vez el contorno de sus formas va desdibujándose hasta desaparecer en la lejanía.

Valiéndonos de variada y pormenorizada documentación gráfica de la época de los personajes en la que fueron fotografiados con diversa fortuna, la resolución de los retratos responde a un extenso estudios y análisis previo de cada caso en particular, en los que para cada persona se ha requerido un tratamiento específico y distinto. Por otra parte, también se ha aunado la intención de mostrar un cierto aire general de templanza, vaga resignación, fuerza interior alimentada por la Fe, generosidad, entereza y sobre todo serenidad y entrega.

En el conjunto de los personajes pintados se ha pretendido conferir una reinante sensación de proximidad, humanidad y naturalidad.

Este cuadro forma una unidad cerrada en si misma, pero a su vez se complementa por una segunda obra en la que queda completa la cifra de los 232 mártires que fueron beatificados por Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.

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