15 Oct De tierra de cantos y de santos
Hoy, día en que celebramos la festividad de Santa Teresa de Jesús, publicamos este texto del P. Alfonso González donde comparte algunos textos escritos por el Beato Juan María de la Cruz sobre esta Santa.
La huella de Santa Teresa de Jesús en los Escritos del Beato Juan María de la Cruz
Durante el año que va del domingo 15 de octubre de 2017 al mismo día de 2018 la diócesis de Ávila y Alba de Tormes, villa salmantina donde los Dehonianos tenemos el Seminario San Jerónimo, han celebrado el Primer Jubileo Teresiano. A partir de ahora, y por concesión del papa Francisco, será Año Santo Teresiano cuando el día de la fiesta de la Santa coincida en domingo, lo que volverá a tener lugar en 2023 y 2028.
Coincidiendo con el final de esta efeméride, que ha vuelto a poner de relieve la figura de la mística más universal, es interesante resaltar en los escritos de nuestro beato la huella espiritual que su paisana dejó en él. El P. Juan María de la Cruz nació en el pueblo abulense de San Esteban de los Patos, muy cerca de Gotarrendura, población que disputa con la ciudad de Ávila ser el lugar de nacimiento de la Santa. En los Escritos del protomártir de los Dehonianos hay más de 40 alusiones y referencias al legado de Santa Teresa de Jesús. Son cartas, ejercicios espirituales, homilías y meditaciones que escribió el P. Juan María de la Cruz a lo largo de su vida sacerdotal y como religioso de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús.
A continuación, hemos reproducido algunos textos relevantes de los Escritos del Beato Juan María de la Cruz donde se cita a Santa Teresa de Jesús. Ciertas expresiones y parte del vocabulario aquí empleados reflejan la peculiaridad de sensibilidad religiosa de la época. Por otro lado, los halagos que hace el P. Juan María a Teresa evidencian el aprecio creciente que entonces volvían a tomar en la Iglesia las enseñanzas de esta Maestra de espirituales.
Antes de ir a los Escritos del Beato comenzamos por destacar un párrafo de una carta del P. Guillermo Zicke, fundador de nuestra Congregación en España. Este misionero alemán ya había encontrado años antes en las palabras de la Santa el impulso definitivo para confiar que la fundación en nuestra tierra sería una realidad. El 1 de julio de 1924 escribía a aquel joven sacerdote, D. Mariano García Méndez, antes de entrar en la Congregación y cambiar su nombre por el de Juan María de la Cruz:
“Hasta hoy (hace cuatro años que estamos en España), han ingresado en nuestra Congregación: dos sacerdotes que están en Novelda, y otro, seminarista de Ciudad Real, que está terminando los estudios de Teología en Lovaina. Además, hace cuatro años hemos principiado con la Escuela Apostólica (Puente la Reina) con 7 chicos, entre los cuales se encuentra uno de Cantaracillo (Ávila), por tanto compaisano de V. R.. Santa Teresa nos lo trajo en el día de su fiesta del año 1922; quiera Dios que el Sagrado Corazón nos traiga a V. R. en el de su festividad”.
En sus tiempos como estudiante de Teología, cuyos estudios culminó con notas meritísimas en 1916, como ejercitación académica, y ante del claustro de profesores y seminaristas, realizó un discurso con el título Ciencia de la Santa. Este ejercicio de estudio y oratoria era costumbre que lo llevaran a cabo los alumnos más brillantes. He aquí un párrafo de dicho discurso:
“De una manera encantadora nos describe en su bellísimo libro de Las Moradas, que pudiéramos decir es su libro místico por antonomasia, el hermoso castillo de diamante, que es el alma, alrededor del cual se hallan situadas siete órdenes o grupos diversos de moradas con lindos jardines y fuentes y laberintos y otras cosas deleitísimas, y en cuyo centro se halla la morada principal, como ella dice, pasan las cosas mucho más secretas entre Dios y el alma”.
Durante el Noviciado, que el Beato hizo en Novelda bajo su Maestro, el dehoniano alemán P. José Goebels Müller, es costumbre escribir una meditación diaria. El día 15 de octubre de 1925 escribía lo siguiente:
“Día de Santa Teresa de Jesús.
Luchas de la Santa: veinte años de trabajos, enfermedades, luchas interiores. La gracia de Dios por un lado y la vanidad del siglo por otro se disputaban su corazón. No desanimarme. Nunca perder mi confianza en el Señor, aunque haya pecado mucho y le haya servido con flojedad durante mucho tiempo. Aún puede el Señor levantarme a un alto grado de perfección, y me llevará si yo correspondo a su gracia. “Nunc coepi (Ahora comienzo)”. “Quiero que en adelante no converse con hombres, sino con ángeles”, díjole el Señor.
Da Domine ut noscam et faciam voluntatem tuam (Señor, que conozcamos y hagamos tu voluntad). Triunfó la gracia de Dios en nuestra Santa y triunfará en nosotros, si somos constantes y generosos como ella. Oración, humildad, obediencia, pequeños y múltiples sacrificios e inmolaciones, profesión de víctimas, amor ardiente y confianza sin límites en el Sagrado Corazón. Amor e invocación a María Santísima. Ánimo varonil. Santa libertad y amplitud de Corazón.
¡Dios es mi padre! ¡María es mi madre! Que no desdiga en nada mi conducta de tan alta dignidad. Repetir con frecuencia: “Pater noster qui es in coelis (Padre nuestro, que estás en el cielo…”, renovando la presencia de Dios.”
También en el Noviciado, el día 14 de marzo de 1926 en las notas de la meditación de ese día, haciendo referencia a la devoción popular de los 7 domingos de San José dirá como sigue:
“Quiero que sea una de mis meditaciones favoritas, imitando mi querida patrona, santa Teresa de Jesús, a quien después de mi dulce Madre dolorosa y de san José, invocaré en estas meditaciones. Procuraré dormirme con este pensamiento, bañarme muchas veces en esa preciosa sangre, curarme con ella de mis llagas, purificarme más y más de mis pecados. Jesús, quiero sufrir este suplicio para reparar nuestros pecados impuros, por los cuales el alma deshonra y revuelve en el lodo la imagen de Dios, que le ha sido impresa.”
Unos años después, en carta desde Puente la Reina, el 6 de febrero de 1932, y aludiendo a la situación social de aquel momento les decía a su madre y hermanos:
“No hay pues que temer. “Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”, decía nuestra gran paisana Santa Teresa de Jesús. Estén ustedes tranquilos que, por ahora, gracias a Dios no nos ocurre nada. Si tuviéramos que abandonar nuestra residencia, (lo que Dios no lo quiera), ya se lo comunicaría, Dios mediante. Mil gracias por su cariñoso ofrecimiento. Ahora, lo triste y penoso es el abuso que se está cometiendo con arrancar el Santo Crucifijo de las escuelas y prohibir la enseñanza del catecismo, etc.”
Y finalmente, quizá la última alusión escrita que hizo el Beato sobre la Santa, en una carta al Superior General, el 28 de septiembre de 1934:
“Mucho recuerdo la grata visita que en compañía de V. P. hicimos a la ciudad de Santa Teresa, nuestra amada Patrona. Quiera la bendita Santa seguir favoreciendo con su intercesión ante el Corazón Sacratísimo de Jesús y ante María Inmaculada, a nuestro amado Instituto”.
Es conocido el relato que hace Santa Teresa de Jesús en su obra El libro de la Vida de cómo siendo niña se escapó de casa con su hermano Rodrigo con la pretensión de ir “a tierra de moros” para morir mártir. Estaba convencida que quienes daban su vida por la fe “compraban muy barato el ir a gozar de Dios”. Los caminos de Dios son inescrutables, y por eso, la Santa maduró una vocación carmelitana profunda e intensa, llegando a ser la gran reformadora de su orden y escritora admirable de la vida espiritual. Murió en Alba de Tormes como hija de la Iglesia donde se le dio un poquito de tierra el 4 de octubre de 1582. Por su parte, el P. Juan María de la Cruz, buscador incansable de la voluntad de Dios, en su corta vida –murió mártir en Silla (Valencia) a los 45 años-, rubricó con su sangre una vida entregada a los demás, siempre como sacerdote, es decir, al servicio de la Iglesia allí donde la obediencia lo llevó.
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