
03 Jun Educar al cristiano en la conciencia política
Rocco D’Ambrosio
El vínculo entre la comunidad eclesial y el mundo político sigue siendo uno de los campos más importantes para medir el crecimiento de toda la comunidad, tanto de los laicos como de los pastores. El Concilio Vaticano II, gracias a Dios, inició una de las corrientes más fructíferas, que solemos citar de manera sintética como «fe y política».
Sobre la complejidad de esta relación, viví junto con los religiosos dehonianos del sur de Italia dos jornadas de reflexión en Frascati (2-3 de febrero de 2025), que fueron ricas y estimulantes. De ellas extraigo algunas reflexiones que pueden interesar tanto a laicos como a pastores.
Participación: las razones de una crisis
En numerosos países, no solo hay una gran proporción de personas que no votan, sino que, ante todo, enfrentan serios problemas de tipo cultural, escolar y universitario. Crece el analfabetismo funcional; existe una crisis en amplios sectores de la escuela y la universidad. Los conocimientos son limitados, monotemáticos y poco interdisciplinarios; efímeros, extremadamente dependientes de la superficialidad de diversas fuentes online, si no dominados directamente por las redes sociales.
No solo falta la formación cívica, social y política, sino que falta la formación en general. Así lo indican las estadísticas escolares y universitarias, así como la debilidad o inexistencia de itinerarios formativos en los partidos políticos, en las comunidades de fe, en el voluntariado, en las asociaciones, en el deporte y en otros ámbitos.
Esta es, por tanto, la situación de amplios sectores de la población. Y donde no hay formación —ya sea en las clases más acomodadas o en las más desfavorecidas—, o esta es escasa y deficiente, resulta muy fácil dejarse influenciar por los gritos del momento, sin capacidad crítica para discernir, incluso en procesos electorales.
También sería importante profundizar en las formas de analfabetismo emocional, que reducen la capacidad de análisis y generan dependencia de aquellos líderes que gritan y golpean con más fuerza, incluso a través de las redes sociales. A este respecto, Bonhoeffer habría dicho de forma cruda que «el poder de uno requiere la estupidez de los demás» (Resistencia y sumisión).
Pero este es un análisis todavía superficial. El verdadero problema es cómo llegar, con contenidos serios y bien explicados, a los ciudadanos que caen en estas trampas. En este sentido, gran parte de los medios de información no ayuda en absoluto.
Y, honestamente, debemos reconocer que también nuestros entornos católicos (diócesis, parroquias, órdenes religiosas, grupos y movimientos) hacen muy poco para formar una visión e involucración social y política auténticamente cristianas y coherentes.
Creo que la forma de salir de esta crisis formativa y participativa no es soñar nostálgicamente con «partidos católicos», sino volver a apostar por la formación. La dirección siempre es la misma: formación → participación → responsabilidad.
Esto implica recuperar la calidad de la formación en todas las instituciones educativas, priorizando los contenidos y las estrategias adecuadas. Sin caer en la trampa de la comunicación mediada —como las redes sociales o Internet— que, más que formar, genera la ilusión de estar formados, multiplicando actitudes emocionales más que racionales.
Las redes sociales son amplificadores emocionales que rara vez educan para pensar, razonar, evaluar, discernir y comprometerse en lo político y lo social. Es la formación seria la que genera una participación motivada y sostenible en diferentes formas y momentos.
Responsabilidad para regenerar
Y luego está la responsabilidad.
Para muchos es evidente la crisis general de la clase dirigente, que afecta a nuestras comunidades nacionales. Una crisis que no depende de la naturaleza de las instituciones, sino de la formación religiosa, cultural y política de quienes participan en ellas.
Esta crisis se manifiesta a menudo en una incompetencia evidente y en una falta de compromiso con las instituciones, donde la ambición desmedida de lucro y la sed de poder son, con frecuencia, el único motor de acción, reflejando un malestar y una inmadurez personal más profunda (cf. Sollicitudo rei socialis, 37).
Escribía don Lorenzo Milani:
«Cada uno debe sentirse responsable de todo. En una pared de nuestra escuela está escrito en grande: I care. Es el lema, intraducible, de los mejores jóvenes estadounidenses. Significa: me importa, me preocupa. Es exactamente lo contrario del lema fascista: Me da igual».
La vigilancia sobre el poder nace de la conciencia de saberse responsable de todo y de querer que todo crezca y se desarrolle en libertad y justicia. Esta vigilancia es propia de personas maduras, que participan activamente y ayudan —de diversas maneras— a quienes ostentan el poder, para que ejerzan correctamente el servicio que se les ha confiado.
De nuevo Milani, refiriéndose a los jóvenes, aunque válido para todos:
«No veremos florecer santos hasta que no hayamos formado jóvenes que vibren de dolor y de fe al pensar en la injusticia social. Algo, en definitiva, que esté en el centro del momento histórico que atravesamos, más allá de la estrechez del yo, por encima de las trivialidades de moda».
Rocco D’Ambrosio, presbítero, profesor de Filosofía Política en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y presidente de la asociación Cercasi un fine APS, escribió este artículo con el título original Educare il cristiano alla coscienza politica, publicado el 5 de marzo de 2025 en Settimana News.
Sorry, the comment form is closed at this time.