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La misión social de los Dehonianos: fidelidad al carisma desde los contextos actuales

La misión social de los Dehonianos: fidelidad al carisma desde los contextos actuales

Dehonianos y lo social: una espiritualidad encarnada en los contextos

Marcello Neri

Este texto es la síntesis de una semana de trabajo seminarial realizado dentro del marco de la oferta formativa del Centro de Estudios Dehonianos de la Curia General de la Congregación. Recoge el intercambio y los aportes de los hermanos que participaron.

Al abordar el aspecto social del carisma fundacional, la Congregación Dehoniana está llamada a moverse incansablemente entre contexto –el del P. Dehon– y contextos –los que configuran las actuales formas de vida comunitaria–. Esta activación puede parecer obvia, pero, en realidad, se trata de un proceso complejo. También porque el riesgo de una mera transposición de las actividades que realizó el fundador a fines del siglo XIX y principios del XX, así como el de una simple llamada formal a la experiencia de los orígenes, siempre está presente. De hecho, representa la tentación que acompaña todo intento de actualización del legado espiritual que da forma a la fe.

Tener y cultivar competencias, por lo tanto, y sentir pasión por leer los contextos en los que estamos insertos, que permitan una inteligencia evangélica de la contemporaneidad del espacio de vida concreto, es una necesidad de fidelidad a la historia espiritual que nos ha generado. No se trata solo de una percepción inmediata de las sociedades, sino también –y sobre todo– de una mirada analítica que sepa profundizar en las formas en que estas se organizan. Solo así se podrán captar esas injusticias sistémicas que convocan la activación práctica de nuestros recursos espirituales.


En las historias de nuestro tiempo

Si algo ha legado Dehon a su Congregación en el aspecto social, es exactamente un interrogante crítico sobre la organización estructural de la socialidad compartida. Esto vale más que las interpretaciones que Dehon dio a su tiempo, sobre las cuales, bajo muchos aspectos, se puede disentir o sentirnos distantes en cuanto a cómo entendía la relación entre la historia común de la humanidad y la misión que la Iglesia católica le asigna.

Vale más, porque indica una disposición de fondo en la que trasluce la pasión y dedicación por el ser humano cercano a nosotros: el que camina por nuestras calles, el que va a hacer la compra en las mismas tiendas que nosotros.

Esta adhesión evangélica –y por ello crítica– a las historias de nuestro tiempo, a los vividos que lo habitan, es requerida por esa sensibilidad espiritual que se forja, día tras día, en la devoción al Sagrado Corazón, alrededor del cual el P. Dehon no solo hizo girar su vida personal, sino también la fundación de la Congregación. Conscientes de que ninguna disposición del espíritu es políticamente neutral; y que hasta las imágenes más evocadoras de la intimidad de Dios pueden ser utilizadas como instrumentos de colonización de las almas y las relaciones sociales.

Por eso, es decisivo tener un conocimiento histórico, que no puede dejar de ser también socio-político, de Dehon y su tiempo –y de Dehon en su tiempo. Un conocimiento del que la Congregación se ha excluido, no sin responsabilidad, durante mucho tiempo. La suspensión de la beatificación del P. Dehon, decidida por Benedicto XVI, permitió salir de la alternativa entre la protección del mito de los orígenes y la muerte (re)fundacional del padre. Pero este saber histórico y contextual, hoy ampliamente disponible y accesible, parece aún deficiente en la conciencia general de la Congregación.

También en el plano de la espiritualidad dehoniana –precisamente para evitar una colonización espiritual, de raíz europea, de las realidades no occidentales y del sur del mundo. El riesgo de una espiritualidad preconfigurada, que viaja como un paquete inmutable desde la vieja Europa, incluso la de fines del siglo XIX, hacia los nuevos territorios de presencia global de la Congregación, es la historia de muchas entidades nacidas de la obra misionera de los religiosos dehonianos.

Así, el núcleo duro de la identidad dehoniana se presenta inevitablemente como un cuerpo extraño dentro de comunidades territoriales impregnadas de historias, culturas y tradiciones diferentes a las europeas.

Como si pudiera existir una espiritualidad dehoniana que, precediendo su inserción en los contextos concretos, tuviera que replicarse a sí misma para actualizarse. Pero una espiritualidad existe solo como vivencia concreta, en un tiempo y en un lugar, y por lo tanto pide ser construida y transformada cada vez que se enfrenta a escenarios inéditos del ser humano. No se trata de traducir un legado espiritual a contextos culturales e históricos diferentes de aquellos en que surgió; sino, más bien, de darle carne y cuerpo, que antes no tenía, a través de un largo ejercicio de aprendizaje arraigado en los contextos reales de vida.

El Centro de Estudios Dehonianos de Roma, con el curso bienal de seminario que se ha activado desde hace algún tiempo y al que asisten becarios de diversas regiones de la Congregación, podría convertirse en un punto decisivo para acompañar estas actualizaciones contextuales de la espiritualidad dehoniana. Si la espiritualidad se concreta solo cuando habla lenguas y dialectos locales, cuando se convierte en idioma del pueblo y no de una casta separada, entonces el eje común sobre el mismo legado espiritual se producirá precisamente creando efectos de “extrañeza” que no son inmediatamente inteligibles si se leen exclusivamente a la luz de ese común originario.


Sensibles a las vivencias del pueblo

Esto implica, en primer lugar, que no se trata de reproducir lo social de Dehon, sino de comprender colectivamente que el espacio público, el habitado por el pueblo y la ciudadanía –sobre todo cuando esta no es reconocida–, es constitutivo para la misión de la Congregación en el mundo y en la Iglesia. Y también el espacio público no es invariable, sino una realidad en construcción cultural y política, que varía de contexto en contexto.

La “extrañeza espiritual” de la que se hablaba antes muestra aquí toda su fertilidad comunitaria. Porque a ella le corresponde la elaboración de los criterios que permiten identificar cuál es el espacio social en un determinado contexto, por un lado; y, por otro, los que unen la implementación contextual concreta de la sensibilidad social de la espiritualidad dehoniana, que sabe habitar el sentido de extrañeza debido a su construcción en las vivencias del pueblo, a la idealidad originaria entregada a cada realidad de la Congregación.

Por esta razón, debe afirmarse un primado de los contextos actuales frente al contexto fundacional. Son precisamente los contextos habitados, las lenguas y los dialectos hablados, los que proporcionan los principios hermenéuticos para abordar al P. Dehon y su legado, no sin ambivalencias, de pasión social de la fe.

Una pasión social fundacional y constitutiva, que podríamos intentar delinear en los siguientes términos: atención práctica y sensibilidad por un pueblo concreto, que vive dentro de un cuadro institucional y político bien determinado.

Pero, hoy como ayer, también hay que mirar al macro-contexto, al orden internacional, a los grandes movimientos que están en marcha a nivel global. En la conciencia de que los destinos de los pueblos, y nuestra pasión concreta por uno de ellos, dependen en gran parte de ello. No se debe actuar como si estas macro-dinámicas no nos afectaran, solo porque parecen demasiado grandes o lejanas. El sentido de la desmesura no debe traducirse en una renuncia a la inteligencia espiritual y a la pasión social. Debe generar, en cambio, la disposición a hacer alianzas, a salir del gueto de las emergencias para atreverse al cara a cara con las causas profundas de la injusticia y la desigualdad que atan a nuestro mundo.

Es cuestión de mentalidad, ante todo –no conformarse con el huerto de casa, con la conciencia de que su fertilidad o aridez depende de vientos que vienen de lejos. Esto exige, en la vida interna de la Congregación, superar el dualismo entre el gobierno general y las diversas entidades o provincias –para encontrar cuerpos intermedios, tal vez a nivel continental, que sirvan como sismógrafos de las macro-dinámicas globales y su impacto en los territorios del ser humano. Ya existen comisiones teológicas que se reúnen a este nivel, pero deben fortalecerse y organizarse para abrirse a un trabajo de red fuera de la Congregación.


En la crisis de la democracia

El Centro de Estudios también podría desarrollarse en el sentido de un observatorio global, donde los contextos y el macro-contexto sean pensados y analizados juntos. En el aspecto social, esto es una necesidad ineludible. Porque nos encontramos a las puertas de la consumación de ese gran experimento democrático que Europa y Occidente han sido para el mundo entero. La democracia-farsa ya no es solo patrimonio de los estados canalla, sino que se afirma también en países que fueron paladines del modelo democrático.

En la Iglesia, y también en ciertas partes de la Congregación, vuelve a afirmarse un espíritu anti-liberal, que digiere toda distorsión de las formas democráticas en la ilusión de un nuevo dominio eclesiástico sobre las sociedades.

La democracia que no cumple su función, que desmantela el estado constitucional de derecho, coquetea tanto con el deseo de revancha de un catolicismo no reconciliado con la modernidad, como con el intransigente legado que corre el riesgo de endurecerse en el nombre de Dehon. Claro, los regímenes de gobierno y organización de la convivencia humana son contingentes y transitorios; pero antes de dejar atrás el puerto de la democracia, conviene preguntarse si el destino que se busca, sin conocerlo, es el de una justicia más grande para todos –y no solo para una parte hegemónica.

Si el nuevo orden que estamos proyectando en el caos está a la altura de superar esa “alienación social” de la que habla el papa Francisco en la encíclica Dilexit nos. O si, por el contrario, nos estamos entregando a las potencias mundanas, o nos activamos en el orden de las cosas penúltimas para preparar la venida de un Reino que quiere hacer justicia al huérfano y a la viuda, al pobre y al encarcelado.

Aunque sea para no pasar a la historia como una generación que ha vendido su sensibilidad social a la inercia de los poderosos.

 

Título original: Dehoniani e il sociale /1. Contesti de Marcello Neri, publicado el 9 de febrero de 2025

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