https://dehonianos.com/wp-admin/admin.php?page=wpcode
 

Evangelio del domingo 15

Evangelio del domingo 15

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».

Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».

Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».

Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros ¿qué debemos hacer?».

Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».

Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:

«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».

Reflexión de la homilía de este domingo

Ruido, ruido y más ruido. Vivimos cada día rodeados de ruido: en las calles, de las obras que la ciudad, de las voces, de los anuncios, de la tele, internet… Los expertos dicen que existe un tipo de contaminación denominada “contaminación acústica”… y va ser que es verdad. En torno a nosotros siempre hay ruido, y lo que es peor, cuando no hay ruido, lo creamos, porque nos da miedo el silencio.

Sin embargo, hay voces que nada tienen que ver con el ruido. Es más… el ruido trata de ocultarlas, porque incomodan. Hay personas que, con su voz y con su dirigirse a nosotros nos abren puertas y aclaran nuestra vida. Así sucede con Juan, sí, el Bautista, una de esas voces que sobresalen por su cercanía y su capacidad de llegar a nuestro corazón. Es la voz del desierto, aquel que no calla nunca ni ante nada ni ante nadie. La voz de los que no se atreven a proclamar que Dios está cerca de ellos, tal vez por miedo al qué dirán.

Juan, como verdadero portavoz/altavoz de Dios hace resonar la Palabra en nuestro corazón. Y lo hace como lo hicieron siempre los profetas del Antiguo Testamento, como Sofonías, al que hemos descubierto en la primera lectura: con palabras audaces, teniendo los ojos bien abiertos para saber analizar la actualidad del momento y defendiendo, precisamente, a los que nunca tenían quien los defendiera. ¿Qué tendrá que decirnos este hombre? Me gustaría centrarme en dos ideas que, creo, pueden servirnos para estos casi últimos compases de nuestro Adviento.

En primer lugar Juan bautista nos diría que hay que ir a lo esencial (y él lo hacía), que hay que prescindir del ser barrocos, sobrecargados y tratar de mostrarnos como somos… ¡diseño limpio y esencial! Yo no sé vosotros, pero a mí el barroco es uno de esos estilos que no me termina de gustar por lo recargado y sobrepasado que está todo. Pero bueno, de gustos no hay nada escrito. El problema es cuando nos encontramos con personas barrocas, llenas de vueltas y adornos, a las que les gusta ser ampulosas en el hablar y en el actuar… Juan nos pide ser sencillos, volver a las raíces de nuestra vida y de nuestra fe, centrarnos en lo fundamental. Fijaos: en unos días donde abundan los adornos, las luces, el papel de regalo, y los regalos donde a veces es más importante el embalaje que lo que es, estamos llamados, como cristianos, a descubrir el mensaje central de este tiempo. O mejor dicho: al que es el mensaje de este tiempo, a Jesús. Y descubrirlo como Él vino: desnudo, sin artificios, sin grandes y potentes anuncios.

En segundo lugar, Juan bautista nos insistiría que es necesario equilibrar en nuestra vida los agudos y los graves. Y es que nuestra vida es una melodía, pero a veces cargada de estridencias. Modelar nuestra vida, sí, viviendo con armonía las situaciones… Para ello, nada como reservar un tiempo para ver cómo estoy, cómo me encuentro, cómo me mira Dios, cómo me quiere Dios, qué quiere de mí…

Y termino. Vivimos en tiempo de ruido. Pero necesitamos ver más allá. Escuchar más allá. Y pedir a Dios que nos haga capaces de escucharle en medio de tanta marabunta. Pablo nos insistía, en la segunda lectura, a “estar alegres” pero sin olvidar la mesura (a la que nos invitaba también Juan
Bautista) y a elevar nuestra oración a Dios. Que con la ayuda de Dios, podamos seguir iluminando nuestros pasos y renovando el espíritu que habita en nosotros. Ese será el motivo de nuestra alegría. Que así sea.

Ver menos
No hay comentarios

Escribe un comenario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

togel online wengtoto wengtoto wengtoto wengtoto wengtoto