¿Dónde está tu tesoro?

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¿Dónde está tu tesoro?

La palabra de Dios de hoy, extiende el tema del domingo pasado sobre la codicia y el manejo del dinero.

Es importante descubrir por qué se nos invita a una determinada actitud ante la riqueza.

El libro de la Sabiduría 18, 6-9, nos indica el motivo por el que los israelitas se movieron a dejar Egipto. Es cierto que dejaban esclavitud, pero también dejaban seguridades como casa, comida, familia; de hecho muchas veces estuvieron tentados de volver a Egipto. Dejaron Egipto y “sus seguridades” porque creyeron al Dios de la promesa. Conocieron con certeza la promesa de la que se fiaban porque creyeron en Aquel que hacía la promesa. Yahvé era de fiar, era fiel. La esperanza en la promesa les fue conduciendo y llevando más allá del mar y del desierto para llegar a la Tierra de promisión.

El evangelio de Lucas 12, 32-48 se inicia con la seguridad de que la Promesa es YA realidad. La exhortación de Jesús es para meditarla y exultar de gozo. Es el gran anuncio de la llegada del Reino que es lo que debe motivar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.

La afirmación principal, de la que depende todo lo demás es que el Padre ha decidido irrevocablemente el darnos el Reino. Decisión del Padre y por tanto decisión potente y creativa. Ya está en ejercicio la soberanía de Dios sobre este mundo. El poder de Dios en favor nuestro. Su poder creador, liberador, sanador, misericordioso y perdonador. Nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

Porque esto es así, se nos invita a no temer, a poner nuestra confianza en Dios, a fiarnos de Él, a dejarnos guiar por él. Se nos invita a reconocer en Dios lo único necesario.

Y no importa la cantidad. El “rebaño” puede ser pequeño. Lo importante es la actitud y la coherencia de los creyentes. Siendo pocos pueden salar la tierra, pueden hacer que fermente toda la masa.

Puestos estos fundamentos vienen las exhortaciones siguientes en relación a las riquezas. Si el fundamento de mi vida es Dios, las riquezas o los bienes de este mundo siempre serán medios para conseguir el fin y nunca fin en sí mismos.

Vender y dar limosna. Hoy diríamos compartir vuestros bienes. Compartir es partir con otro. Partir con el hermano, con el vecino, con el que llama a la puerta, con el peregrino, con el hambriento y sediento. Esto lo hemos oído muchas veces y hasta nos parece que lo tenemos asimilado. Pero a la hora de ponerlo en práctica, de verdad, chocamos con muchos prejuicios y ponemos muchos peros y otras tantas justificaciones. ¿Cómo vamos a renunciar a algo que nos hemos ganado con el sudor de nuestra frente? Y hasta puede que la misma pregunta esté mal planteada porque sabemos que con el mismo trabajo unos ganan 10 y otros 100; y que con menos trabajo unos ganan 1000 y otros trabajando de sol a sol ganan 1. Pero además la pregunta parcela y divide y surge “lo mío” en contraposición con “lo tuyo” y nos olvidamos de “lo nuestro”.  Y ahí está el lío.

Dios nos ha dado el Reino. Es “vuestro”, de todos. Toda la creación es nuestra. Todo de todos. Y nosotros la parcelamos. Y así nos va. Por eso es bueno que en el compartir seamos de lo más generosos tt y aprendamos a renunciar a cosas que nos parecen importantes para nuestra comodidad y vida en libertad.

Otra de las razones que Jesús nos da es la de la provisionalidad de esta nuestra circunstancia histórica. Señala arriba, al cielo y ese es nuestro futuro indestructible y permanente. Por aquí vamos de paso y en cualquier momento podemos ser llamados o puede llegar el Hijo del Hombre. Se nos invita a tener ojos de peregrinos en el pasar de nuestra vida. En el peregrinaje se experimenta la importancia del compañero (el que parte el pan contigo), la importancia de la solidaridad (apoyarse unos a otros, curar al que enferma), la frugalidad de la comida, y la necedad de tantas cosas que sirven para poco y uno va abandonando a medida que va caminando. El caminante no se instala. Tan solo reposa en un albergue.

Jesús exhorta a tener esta actitud. Nos exhorta a vigilar, a estar preparados, a tener nuestro corazón en el Reino, en los bienes futuros. De esta forma se nos hará más fácil la operación “salida” de la que habla el Papa Francisco; haremos nuestro camino, más ligeros de equipaje y tendremos experiencia de vida de lo que es el reinado de Dios en nosotros.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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