¿Quién decís que soy yo?

homilia

¿Quién decís que soy yo?

El profeta Isaías, ante la destitución de un mayordomo real y el nombramiento de otro, le da pistas para intuir el futuro advenimiento del Mesías y el talante o personalidad de este Mesías. Ciertamente es el enviado de Dios y beneficiario de su protección y poder. Es investido de autoridad delegada para que ejerza la justicia y el derecho en favor de su pueblo. Las llaves colgadas sobre sus hombros son símbolo de autoridad legislativa, ejecutiva y judicial. Abrir y cerrar, atar y desatar son acciones que indican estos poderes.

Utiliza también otra imagen: “Lo clavaré como una estaca en un lugar seguro”. Esa “estaca” es el mástil central de la tienda de campaña que usan los nómadas o los pastores o gente acampada habitualmente. Es importantísima la fortaleza de la estaca y el lugar donde se clava para la seguridad y fortaleza de la tienda. Si está bien plantada resistirá tormentas y ventiscas. El Mesías será ese mástil fuerte del que penderá la salvación del pueblo.

La lectura de Isaías hace de pórtico al evangelio de Mateo que se desglosa en dos partes distintas aunque relacionadas. La segunda es corolario de la primera.

Lo que hoy se proclama en el evangelio, parte en dos el camino catecumenal propuesto por el evangelista. Hasta aquí hemos llegado muchos seguidores de Jesús. A partir de hoy es necesario tomar una clara opción por Jesús para poder seguir adelante en el camino de la fe o de descubrimiento del Evangelio. Las preguntas, y sobre todo las respuestas son cruciales. Además son insoslayables. Es necesario tomar postura. Inhibirse es igual a no responder o igual a no comprometerse o no clarificarse en sus opciones fundamentales personales.

A Jesús le interesa sobre todo la segunda pregunta: ¿Vosotros quién decís que soy yo?  Lo que diga la gente… le debe dar igual. Hay muchos que hablan bien de él y otros que le llaman impostor. Pero lo importante es lo que piensan aquellos que le van siguiendo en su caminar diario con los que va haciendo un proceso de revelación personal. Caminan juntos y el proyecto de Dios se va desvelando cada día en sus acciones, palabras, actitudes y silencios. En la vida diaria se va revelando el “ser” de Jesús. Hasta ahora hemos visto varios discursos como el del monte, muchas parábolas, algunos milagros y muchos comentarios. Es el momento de definirse para seguir adelante.

Pedro toma la palabra en el nombre del grupo. Y esta vez “la clava”. “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Ciertamente estamos a medio camino pero ya es mucho decir. Llamarle “Mesías” era un título aceptado y aceptable. Ser el ungido de Dios para una misión concreta era algo que esperaban y Pedro lo focaliza en Jesús esta su esperanza. Sabemos que después habrá que ir puliendo mucho esta idea de “mesías”; pero por ahora vale.

La afirmación más sorprendente es la segunda: Eres el Hijo de Dios vivo. Son palabras mayores. Puede que Pedro no supiera el alcance de lo que está afirmando, pero es entrever en Jesús la veta de su divinidad o de su ser realmente el Hijo de Dios. Y para ello hace falta que el Espíritu trabaje el corazón. Hace falta la revelación interior de este Espíritu. Y es ahí donde Jesús se lleva un alegrón al ver que su Padre del cielo ha abierto la mente y el corazón de Pedro y los suyos para que vayan profundizando y descubriendo la realidad personal de Jesús el de Nazaret.

Esta es la pregunta que hoy se nos hace a cada uno de nosotros. ¿Quién es Jesús para mí? ¿Qué digo yo acerca de Jesús?

Hoy debería interrumpir aquí la reflexión porque no hay que objetivar nada más. Es necesario subjetivar. Podría dar mi respuesta. Otras veces lo he hecho. Hoy prefiero que cada uno responda desde sí mismo en el día de hoy que estamos viviendo. No vale la respuesta de ayer ni la simple respuesta teórica formulada en los diversos credos. Es importante la tuya.

Como el evangelio tiene segunda parte, continuamos reflexionando sobre esa parte.

Parece la réplica de Jesús a la generosidad y rotundidad de Pedro. De hecho estamos ante una realidad fundamental en el devenir de la Iglesia.

Jesús cambia el nombre de Simón por el de Pedro (piedra, roca). Le da una misión muy concreta. Su persona será toda ella la “roca” fundante de su Iglesia. Arriba hablábamos de mástil clavado en roca; aquí se habla de la roca misma. La misión de Pedro será la de confirmar en la fe a sus hermanos. Conocemos la historia de Pedro. Es una roca un tanto sorprendente. La vida la endurecerá para bien. Será probado en el amor y ganará la misión de apacentar las ovejas del Buen Pastor.

A Pedro se le entregan los símbolos de autoridad. Pedro será el clavero del reino de los cielos. Tiene el poder de atar y desatar. El poder de juzgar. Estamos entrando en el terreno de la misión de Pedro y de sus sucesores en la comunidad-iglesia. Son poderes que están al servicio del crecimiento de la fraternidad que debe ser la iglesia. Si Jesús ha venido para “servir” y “entregar su vida” en favor nuestro, los poderes que él entrega a Pedro no pueden sobrepasar esa misión. Ser el primero en el servicio; ser el servidor de todos. El título de “siervo de los siervos de Dios” es el que mejor recoge esta misión.

En la actualidad, en Roma, quien tiene esta misión es el Papa Francisco. No a todos cae bien este Papa. Sinceramente creo que está cumpliendo su misión tratando de hacer que sea cierto el título de “siervo”. Deja atrás muchas pompas y trata de acercarse al evangelio de Jesús sin mucha glosa. Quizás al estilo de Francisco de Asís. Sabe hablar del hermano sol y la hermana lusa o de la madre tierra, pero a la vez escruta la historia desenmascarando tanta injusticia que se ejerce sobre los más pobres de la tierra. Intenta vivir su servicio desde el diálogo y la comunión y prefiere avanzar todos juntos y no a manotazos o a fuerza de excomuniones. Cuenta con la ayuda incluso de aquellos que él sabe que están en otra onda y los sigue manteniendo en puestos claves del gobierno de la Iglesia.

Es un día para rezar por Él. También por todos aquellos que en la iglesia han tenido esta vocación de ser mástiles, o clavos o rocas en las iglesias particulares o locales.

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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