Somos la viña del Señor

Somos la viña del Señor

Esta historia nuestra, que es historia de salvación, se enhebra o conjuga con dos sujetos: Dios y el hombre. No son comparables ni pueden ponerse en el mismo plano, pero ambos son imprescindibles. Si el domingo pasado afirmábamos rotundamente la libertad del hombre y su posibilidad de opción por Dios o contra Dios, en este domingo contemplamos cómo es posible acompasar la libertad del hombre con la libertad de Dios en el entramado de la historia.

Isaías 5,1-7 es un hermoso, a la vez que dramático, canto de amor que bajo las apariencias de un amor humano se pone de manifiesto el amor incondicional de Dios por su pueblo.
La viña se utiliza en la biblia como símbolo o imagen del pueblo de Dios. Dios es el dueño de la viña a la que cuida con verdadero mimo y primor. Dios tiene puestas todas sus esperanzas en que esa “viña”, ese pueblo, dé buenos frutos porque son la lógica respuesta al amor derrochado con ella por su cuidador y amo.

Pero la viña da frutos amargos; frutos que no son buenos sino todo lo contrario. Esperaba de ellos “Derecho” y cosecha “asesinatos”. Esperaba “Justicia” y encuentra “lamentos”.
El amo de la viña desbarata la viña como reacción a su desvarío. La viña se convierte en un erial. El profeta describe adecuadamente lo que le pasará a Israel en su historia. Llegará a ser “no pueblo”. Casi se pierde su rastro entre las naciones de la tierra.

¿Será esa la última palabra? ¿No habrá vuelta atrás? ¿Dios endurecerá su corazón hasta aborrecer a su pueblo? No sería lógico del Dios de Israel. Dios no se desdice y su fidelidad es eterna. Por lo tanto, el profeta Isaías no habla de venta o desaparición de la propiedad. La viña sigue estando ahí y Dios tiene su mirada puesta en ella. Esa es la esperanza profética que Oseas describirá magistralmente con otra parábola “esponsalicia”. Dice: Yo te desposaré conmigo para siempre en justicia y equidad, en amor y ternura. Te desposaré conmigo en fidelidad y tú conocerás a Yahvé. (Os 2, 21). Dios no nos abandona nunca, no desespera. Digamos que espera siempre y su amor no acaba nunca.

El evangelio (Mateo 21, 33-43) pone en boca de Jesús otra parábola en la que vuelve a utilizar la imagen de la viña, pero esta vez encarándose con los responsables del cultivo o cuidado de esta viña. Jesús narra en la parábola la historia de los profetas de Israel y su misma historia adelantándose, porque lo intuía, a su mismo final. El Hijo va a ser entregado y morirá en la cruz. Jesús, en esta parábola muestra una conciencia de sí mismo que toca el hondón de su ser; Jesús reconoce que es el último enviado de Dios y que su relación con Dios es la de Hijo. Esta “pretensión” no pasa desapercibida por sus interlocutores que reaccionan negando la evidencia. Y la niegan porque aceptarla significa un cambio radical en sus vidas de cuidadores de la viña que administraban a su antojo y beneficio. Jesús les avisa muy seriamente que no tienen patente de corso vitalicia y que Dios-Padre entregará la viña a otros viñadores que la cuiden como debe ser, según Dios el primer viñador.

El evangelio o la palabra de Jesús es un aviso a “navegantes” de todos los tiempos. A lo largo de la historia, de nuestra historia vemos como Dios sigue escribiendo derecho, pero los renglones son torcidos. La respuesta libre del hombre al llamado colaboracionista de Dios ha sido casi siempre cicatero y ruin. Casi siempre hemos querido hacer de la capa un sayo y llevar la historia por derroteros de muerte. Ayer y hoy. Y quizás hoy más que nunca porque el hombre tiene muchas más posibilidades que antes para torcer la historia, torciendo incluso la “viña”, la naturaleza, el mundo creado. Somos capaces de montarnos un “anti-génesis” en un santiamén.

A todos nosotros nos llega el aviso de Jesús y su exhortación al cambio. Que nuestra libertad no se oponga a la libertad de Dios. Lo mejor que podemos hacer es unir nuestra libertad a la Libertad de Dios, que tiremos juntos en la misma dirección desde el congeniar, el unir voluntades sabiendo que los caminos que Dios marca son siempre lo mejor para nosotros, porque nacen de su infinito amor por nosotros, por su viña, por su creatura preferida, por sus “mimados”.

Una vez más, Pablo (Filipenses 4, 6-9) nos sirve de modelo para poner por obra lo que hemos recibido de él. Pablo se sabe mimado por Dios que le ha elegido para ser lo que es y por eso vive y se atreve a decir que “nada os preocupe”. No dice que nada nos ocupe. Todo lo contrario. Cada día saber que estamos en las manos de Dios y que Él nos cuida. Por eso vivir el afán de cada día con intensidad. Ocupados en las obras de Dios pero no preocupados porque Dios está con nosotros siempre. Es FIEL. Trabajemos por todo lo que es verdadero, justo, puro, amable, laudable; todo lo que sea virtud y mérito. En toda ocasión dad gracias a Dios por todo.

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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