Preparad un camino al Señor

homilia

Preparad un camino al Señor

DOMINGO II DE ADVIENTO –B-

El profeta Isaías  se atreve a mirar hacia adelante entreviendo un futuro prometedor, casi idílico, partiendo de una situación de auténtico desastre. Su tierra había quedado hecha “unos zorros” después de las invasiones de Nabucodonosor y sus ad láteres. El pueblo es deportado y la tierra y ciudades que habitaban son arrasadas. No queda piedra sobre piedra, ni animales con vida, ni plantas, ni árboles, ni cosecha alguna. Tabla rasa. Para más “inri” el pueblo al que llegan deportados vive bastante bien. Da la impresión que los “dioses” de Asiria son más fuertes que el Dios de Israél. La gran tentación es arrimarse al árbol que mejor cobija y dejar a Yaveh en el olvido porque no les ha librado de la destrucción y de la muerte. Ahí es donde Isaías tira de manual, de la historia de la Salvación, y se atreve a anunciar que Dios es fiel y que la última palabra la tienre Yavhe. Llegan días en que el mismo Yavhe en persona llevará en sus brazos al pueblo, “su pueblo”, de retorno a Jerusalen y a la tierra de sus padres; la tierra que mana leche y miel.

Leyendo y releyendo a Isaías 40, no sé por qué pero me parecía ver algún reflejo su situación en nuestro mundo de hoy. Hay lugares y sitios por donde el viento y el agua ha reducido a escombro todo lo realizado durante generaciones. Los huracanes y tifones están a la orden del día. De vez en cuando  viene el sobresalto de algún terremoto en algún sitio que suele quedarnos lejos de nuestra geografía; pero que trae desolación a mucha gente. Pero sobre todo estamos todos viviendo un sinvivir con el covid 19 que ha puesto patas arriba todas nuestras seguridades. Nadie está libre de caer bajo sus tentáculos para pasar las de caín o para irse al otro mundo. Y no solo toca nuestra salud o nuestra vida, sino que ha traido una gran contracción en la economía mundial con sus efectos de desempleos innumerables, familias sin porvenir, gente afectada por la soledad, el desánimo, la desesperanza. Este es el cuadro de nuestro mundo al que habría que hablar al corazón para consolarle y darle ánimo y Esperanza.

La aparición en el horizonte inmediato de la vacuna parece que introduce un poco de esperanza a esta situación. Una esperanza que despeja o despejará el futuro vital para muchas personas pero que no significa nada para otras secuelas de la enfermedad. La vacuna solo llega a lo meramente fisiológico o biológico pero todas las demas secuelas (sicológicas, afectivas, socioeconómicas, hambres, desplazamaientos forzados) no se solucionan desde la vacuna. Hacen falta otras vacunas que no se arman desde laboratorios químicos.

Yo quiero hablar a nuestro pueblo de ahora, con o sin vacuna, desde la fe en el Dios que salva. No quiero usar a Dios como unguento de fieragrás, tentación a la que sería fácil recurrir pero que no es mi estilo ni es el estilo del Dios de Jesús. Hay cosas que están en las manos de los hombres y que debemos ejercitar para luchar contra esta y otras pandemias. Aplausos para los médicos, los sociólogos, los economístas, los políticos que deben afrontar todos estos problemas desde su pericia y saber hacer.

Las palabras del profeta Isaías y de Dios van dirigidas al corazón de cada hombre o mujer que quiera abrir el oído y escuchar lo que nos quiere decir nuestro Padre – Dios.

-Dios no es ni sordo ni indiferente ante esta pandemia ni ninguna otra pandemia o desastre. Oye el clamor de su pueblo. Dios se abaja y camina a nuestro lado. Está con nosotros. Está dentro de nosotros. Nuestros sufrimientos son sus sufrimientos. Dios está en las pateras que vienen transitando por el mar; Dios está en quiénes acogen a los peregrinos; Dios anda por las UVIS o UCIS donde se lucha por la vida con las mil manos de los enfermeros, médicos y demás servicios; Dios anda por Honduras, Panamá, Nicaragua, por donde pasó Eta y Iota; Dios anda”por los pucheros”. Hablar al corazón del hombre es decirle que no está solo; que nunca está desamparado; que Dios es más fuerte que la muerte y que siempre está ahí, a tú lado.

-Dios es nuestra Esperanza absoluta. El futuro está radicalmente abierto porque Dios llevará su obra creadora a la eclosión de todas sus posibilidades. Lo seremos todo plenamente en Dios. Él es la garantía de este futuro. El ha sido el garante de toda la creación ayer y hoy; también de mañana y del Mañana absluto.

-El sueño de Isaías, se hace próximo a nosotros en el misterio de la Encarnación que es el sello y la garantía absoluta con la que Dios firma que está a nuestro lado; que es el Dios con nosotros.

-Esta realidad hace que no cambie nada del transcurso normal de los siglos, pero a la vez hace que cambie todo porque se vive desde otra raíz y fundamento. Nuestra piedra angular, nuestro fundamento es Dios – creador; Cristo –Salvador; el Espíritu-Consolador y Santificador.

Juan Bautista ya aprece en laspáginas del evangelio de Marcos. Y señala el futuro invitándonos a todos a la CONVERSIÓN. Esta es la tarea del Adviento y de todo tiempo. Es la tarea que hemos de asumir para allanar el camino al Señor o para hacer que llegue el Reino de Dios.

La conversión es encauzar nuestra vida por los valores del Reino.  Convertirse es volvernos hacia Dios y abrirnos a su ación en todos y cada uno de nosotros. Es decirle que se haga su voluntad hoy en nosotros y en todas sus creaturas. Es decirle que queremos orientar nuestra vida y nuestra historia por los caminos por él señalados.

Y esto nos llevara a vivir la pandemia y las pandemias desde otras perspectivas más confiadas y mas serenas. La muerte, que está ahí y nos ronda permanentemente, la contemplaremos al estilo de Francisco de Asís, como hermana muerte. Sabremos integrar todas las cosas en la voluntad de Dios y sabremos vivir nuestros achaques, nuestros miedos, nuestras angustias desde otra orilla y horizonte.

Pero esto no significa que hemos de caer en un “quietismo”. NO. Hemos de preparar el camino. Hemos de allanar montes y valles. Hemos de luchar contra la pandemia buscando vacunas. Pero hemos de luchar contra toda las demás pandemias desde la acogida al emigrante, desde la solidaridad con el que se queda en paro; desde el compartir con el que no tiene techo o no tiene donde caerse muerto; desde el trabajar con honestidad, libertad y justicia desde nuestro puesto de trabajo o de responsabilidad; ser padres y madres de familia que saben desvivirse por sus hijos a la vez que los invitan a crecer en los valores del evangelio de Jesús.

Hacerlo desde Dios es hacerlo unidos a Él. Por eso tan importante nuestra oración y comunión con él en todo tiempo y lugar; pero de forma particular en cada eucaristía dominical de este Adviento que nos azuza a preparar el camino al Señor. VEN SEÑOR JESÚS.

 

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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