María dijo ¡Sí!

homilia

María dijo ¡Sí!

ADVIENTO 4º DOMINGO – B

La Navidad alborea y por eso este domingo que la precede, todo él está impregnado por la esperanza que despierta esa fiesta ya próxima.

El Libro de Samuel (7, 1-16) nos sitúa ante la gran promesa hecha por Dios al rey David. Israel había llegado a la unificación con el rey David y su pueblo gozaba de estabilidad económica y política. David quiere agradecerle a Dios su presencia y compañía a lo largo de la historia de su pueblo y decide construirle un templo.  Por medio del profeta Natán, Dios le hace ver a David que es Él, el que le ha dado un pueblo y una casa; que no le hace falta ninguna casa porque suyos son el mar y la tierra, pero sobre todo porque Él habita y está siempre al lado de su pueblo. Los importantes son sus hijos y no una casa para Él. De ahí arranca su promesa: Te pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia.

Esa casa y esa dinastía fraguará en el acontecimiento que narra el evangelio de este día: La Anunciación y la Encarnación. No veremos ni palacio ni templo de mampostería humana.  Tendremos un “templo” en el útero virginal de maría y un “Rey” que nacerá en una choza-cobijo de animales. Nuestro Dios es así de desconcertante. Pero lo es porque es totalmente libre y sus caminos no son nuestros caminos; sus criterios distan mucho de los nuestros. Él elige no a los poderosos, sino a los humildes y los elige para ensalzarlos, para igualarlos en dignidad y derecho a aquellos que se lo toman de su mano creando anti-fraternidad.

De la descendencia de David, vendrá Jesús el Cristo, el hijo de María y de José, el Hijo de Dios.

En el evangelio de la anunciación la iniciativa la tiene Dios. Es el que llama, propone y promete.

Alégrate, llena de Gracia”, dice el Arcángel a María. Dios trae alegría. Alégrate porque “El Señor está contigo”. La razón de la alegría es porque Dios está con ella; y con nosotros. María toma conciencia de esa presencia de Dios en su vida y eso hará que en ella la esperanza no se apague nunca y que su corazón esté siempre alegre en el Señor.

El panorama que le presenta el Ángel a continuación es tremendo. La deja boquiabierta, sorprendida, algo confusa, a la vez que se sabe pequeña ante Dios y para nada capacitada para la misión que se le encomienda. El Ángel le promete la fuerza del Espíritu Santo para llevar adelante todo el plan. Y MARÍA SE FÍA Y DICE SÍ. Responde con  su “hágase en mí según tu palabra”. María da el SÍ que Dios esperaba desde todos los siglos. María entra en obediencia al plan de Dios y empieza a enderezarse para siempre la historia de la Salvación. Una creatura (una mujer) se deja hacer por la obra del Espíritu Santo en ella. Una creatura se abre al amor de Dios y deja que su vida transcurra por los caminos que Dios quiera llevarla.

El primer paso de la salvación de los hombres ya está dado en este SÍ de María. Este SÍ acarrea para todos nosotros al Emmanuel o Dios con nosotros. El Dios que envía a su único Hijo para que se haga hombre, para que acampe en medio de nosotros y sea carne de nuestra carne, sea estirpe de Adán y así todos los vivientes puedan ser con toda seguridad y todo realismo verdaderos hijos de Dios; todos podamos ser hijos en el Hijo.

Este es el primer nivel y el más profundo nivel de la salvación. Nuestra historia se abre a Dios, o Dios abre nuestra historia y se mete en ella para que entre el cielo y la tierra no haya un muro infranqueable sino que haya puentes y autopistas, escalas de Jacob, por donde suba y baje la Gracia de Dios y los agraciados de Dios.

En este día en que se enhebra el domingo y la navidad que entremos en el gozo del Señor al sabernos amados de Dios y saber que este Dios es el EMMANUEL o el Dios con nosotros por siempre. Esta es la razón de nuestra alegría y que un día será completa cuando todos estemos celebrando la gran Pascua de la creación en el cielo.

Hagamos eco al salmo 88 en el que hemos dicho:

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: “Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad”.

La misericordia y la fidelidad del Señor duran por siempre. Su alianza ha sido sellada con la Encarnación de su Hijo.

Para todos FELIZ NAVIDAD 2020. Que el Señor nos inunde con su PAZ.

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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