Acampó entre nosotros

homilia

Acampó entre nosotros

SEGUNDO DOMINGO DE NAVIDAD

Este domingo hace de “puente” entre la Navidad y la Epifanía. En realidad fiestas de un único misterio que es la Encarnación del Señor. La Palabra nos invita y lleva a profundizar la radicalidad de este misterio. Cualquiera de las tres lecturas del día es para pararse ante ella y hacer una profunda meditación de acción de gracias.

El evangelio de Juan (prólogo) se inicia con: “En el principio ya existía la Palabra”. Juan, desde la Natividad se remonta al “Principio”. Ese principio es el primer momento de la creación; hace referencia al Génesis, y su evangelio es un nuevo “Génesis” que hace la lectura completa de la historia de la Salvación que empieza “antes del principio” o antes del momento creador de Dios. Las tres lecturas de hoy nos hablan de esos tiempos pretéritos o anteriores al inicio de la creación. Hablamos de “tiempos” figuradamente, porque el tiempo empieza también con el momento creador pero no tenemos otra forma de pensar.

En el Libro del Eclesiástico (24, 1-16) los Sabios de Israel ya empiezan a intuir en Dios una realidad muy rica y diferenciada. Por eso, a la Sabiduría de Dios, llegan a individuarla como distinta de Dios, aunque creada por Dios pero antes de todos los siglos. Esa Sabiduría es el gran regalo que Dios hace a su pueblo Israel que quiere se instale en medio de su pueblo. Ella es la que guía a los Reyes y a los Profetas. Esta Sabiduría es “figura” de Jesucristo.

Es San Pablo en su carta a los Efesios (1, 3-18) el que más desarrolla este “tiempo” de Gracia anterior a la creación del mundo.

Inicia su carta con una gran bendición al Dios Padre de Jesucristo. Y bendice a Dios, porque Él nos bendijo a nosotros en Cristo con toda clase de bondades ya en el cielo, antes de la creación del mundo.

En Cristo nos eligió a todos y cada uno de nosotros. El Padre piensa en Cristo (Su Hijo encarnado) y lo piensa injertando en él a todas las creaturas. No me cansaré en decir que Dios crea con perspectiva crística. No se imagina una creación sin la encarnación de su Hijo, porque quiere lo mejor para ese mundo creado. Y eso “mejor” empieza por la elección. En la elección hay una individuación, hay una opción. Dios ha pensado en mí, en cada uno de nosotros, antes de la creación del mundo. No somos fruto del azar.

Dios nos eligió para que fuésemos santos e inmaculados en su presencia, por amor. Nuestro destino es ser “santos” en su presencia. Nuestro destino es el cielo, es entrar en plenitud de nuestro ser en la presencia de Dios. Ese “cielo” está ya presente en esta nuestra historia que un día llegará a plenitud. Pero YA ahora estamos en la presencia del Señor. Dios con nosotros.

Nos predestinó a ser hijos suyos en Cristo. No hay otro destino. El único destino, la única finalidad de la creación es que seamos “hijos” de Dios injertados en su Hijo Jesucristo.

Y todo esto por Amor y en el Amado. Todo esto por pura Gracia; todo esto por su benevolencia y amor. Nos entrega todo anticipadamente y gratis.

Nuestro destino está amasado por el AMOR y por lo tanto dese la más absoluta libertad. El destino posibilita nuestra realización pero no la troquela absolutamente. Nuestro futuro está abierto a nuestra respuesta al Amor. Dios espera nuestro SI. Podemos decirle No.

San Juan nos habla de la Palabra que estaba junto a Dios en el momento de la creación. Que todo fue hecho por ella. La Palabra, el Verbo, la Luz es la que se va a hacer carne y acampar entre nosotros. El Niño que nace en Belén, de las entrañas de la Virgen María es el Hijo de Dios, es su Palabra que nos habla desde esa realidad encarnada. Es la Palabra definitiva de Dios que nos descubre todo el ser de Dios.

Ese “acampar entre nosotros” es para pensar. Qué locura de amor por parte de Dios. Asumir nuestro “barro” para posibilitar nuestra deificación. Ser hijos de Dios. Es casi increíble. Será creíble porque en Jesús se desvelará un tipo de hombre de calidad suprema. Será el mejor de los nacidos de mujer. Será la expresión en acto del amor misericordioso de Dios.

Pero su realidad tiene la cualidad de contagiarse. A los que creen en Él, les da la posibilidad de ser “nacidos de Dios”. Para los que creen el Él empieza un nuevo “Génesis”, una nueva creación. Por ellos corre la vida del Espíritu que los hace realmente hijos de Dios. Mucho más que de adopción. No seremos hijos por naturaleza, que solo le corresponde o lo es Jesucristo, pero lo seremos por Gracia.

Hoy nos toca quedarnos aquí y contemplar su Gloria. Hoy toca la contemplación del Misterio y la acción de gracias.

No habrá que quedarse ensimismados y saber que esto implica también compromiso devolviendo el amor recibido con nuestro amor oblativo y gratuito. Pero de estas cosas hablamos en casi todos los demás domingos.

Por eso hoy quedémonos en la contemplación de los misterios de la Navidad; gocémonos con ellos y demos gracias a Dios por las maravillas que ha hecho en nuestro favor.

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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2 Comentarios
  • Mari Paz
    Publicado el 11:17h, 02 enero Responder

    Es grandioso, no solo el SI de María, que nos anima a poner Esperanza en que intentaremos realizarlo nosotros. También en estos tiempos muy importante la imagen de la Sagrada Familia , que hace falta tanto en el mundo actual para mantener la armonía de la humanidad.

  • Darly Zerpa
    Publicado el 21:08h, 15 enero Responder

    Escuche decir una vez decir a un sacerdotes algo muy bonito .. que si el hombre no hubiese pecado, igual Jesus se hubiese encarnado porque el amor de Dios por nosotros es inmenso… Me conmueve sobremanera escuchar tambien que esta vida es un adelanto de la presencia de Dios porque a veces me.cuesta verlo. . pienso en mi pequena conciencia que solo por la gracia de Dios podemos aceptsr a Jesus en nuestro corazon para que limpie nuestro pecado y podamos vivir el reno aqui … Siempre recuerdo al Padre Gonzalo cuando sirvo leche y miel para el cereal de mi bebe haciendo memoria de las homilias que hablaba de la tierra prometida

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