Jesús ante la enfermedad

homilia

Jesús ante la enfermedad

DOMINGO 5º – B

En la primera lectura de hoy, Job se encuentra en su vida como dentro de un túnel sin salida. Su fidelidad a Dios la están poniendo a prueba la enfermedad y las calamidades de su familia. Su vida se le hace insoportable y lo peor es que no ve un final feliz. Sus días corren más que una lanzadera y se consumen sin esperanza. La vida es un soplo. Podríamos añadir, un frenesí, una ilusión, un relámpago en medio de la oscuridad de la noche. Esta es la situación de Job en ese momento. Al final del libro no será igual. Pero este momento refleja existencialmente el sentir de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo. Plantados en la finitud y por lo tanto obligados a beber a sorbos la vida para apurarla lo más que se pueda y mientras el cuerpo aguante. Pueden llegar tiempos de pandemia que hacen tambalear muchas seguridades y palpar cada uno de nosotros que la finitud está muy cerca y nos puede tocar en cualquier momento. Y eso puede provocar inseguridades, fobias, rupturas, neurosis y en definitiva un sin vivir a nuestra vida y un agudizar la pregunta sobre el sentido de esta vida cercenada por tantos avatares.

El evangelio de Marcos nos muestra el comportamiento vital de Jesús desde el primer momento de su a “vida pública”. San Marcos se esfuerza en proponer apretadamente el hacer y obrar de Jesús en una jornada que sorprendentemente es un “Sábado” o día de descanso. El domingo pasado veíamos su primera actuación de ese día en la sinagoga. Lugar “sagrado”. Jesús escucha, proclama la Palabra, predica con autoridad y SANA a un poseído por un espíritu inmundo. Su primera acción es una acción de sanación.  Jesús no pasa de largo ni mira hacia otra parte. Desde el inicio se instala en el vivir y sentir de la gente y no es indiferente a la realidad oscura dela vida, a la enfermedad o a la posesión del mal espíritu. Jesús pone a valer a aquella persona.

En el evangelio de hoy Jesús se encuentra en la casa de Pedro con una persona enferma de fiebre. También la “fiebre” para ellos era un “demonio” que te atenazaba. Jesús se acerca a la enferma, la agarra de la mano, la pone en pie y la rescata o libera de la fiebre. Jesús es “amigo de la vida”. Por donde él pasa va regando vida. Irá perdiendo la suya a girones, pero va regalando vida, y una vida que mira a futuro. Ya en esta ocasión, el evangelista dice que Jesús “levantó” a la suegra de Pedro. Un verbo que se utilizará también para la resurrección de Jesús. Es un gesto que anticipa aquél momento resurreccional y nos dice que Jesús reparte y nos hace partícipes de otra vida, la nueva vida en Cristo resucitado. La curación de la suegra de Pedro es como “sacramento” y anticipación de la resurrección definitiva a la que estamos llamados todos los hombres. Jesús rompe el maleficio de la muerte y le va arrancando su aguijón.

La suegra de Pedro, liberada de la “fiebre” se pone a servir. Se usa la palabra “diaconía”. El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a “servir”. Este es el verbo que se utiliza y se nos está indicando que los dones recibidos son para ponerlos al servicio de los demás. No puede haber evangelización sin diaconía. Y la diaconía mayor es “dar la vida”. He recibido la vida , la nueva vida de Dios por Cristo para que mi vida sea ir por la vida “dando vida”. Casualmente en Jesús no es un eslogan. Él lo hace en el concreto de la vida y por donde pasa y se encuentra con la enfermedad, lucha contra ella eficazmente; siendo un distintivo suyo el “pasar haciendo el bien”.

Ya en la tarde, pasada la puesta del sol y por lo tanto pasado el sábado, Jesús cura a una multitud de enfermos y poseídos. Jesús no mira hacia otro lado. Se enfrenta a la realidad vital de muchos habitantes de aquellas tierras. Responde con gestos de cercanía y ejecuta verdaderas curaciones. No es curandero ni quiere pasar por tal; pero no puede evitar el tocar, poner sus manos sobre los enfermos y pedir para ellos la sanación y la salvación. Ciertamente para ellos iba unida la sanación física y también la sanación, vamos a llamar moral. Lo físico y lo síquico estaban intrínsecamente unidos e intervenir en una zona era intervenir en toda la persona. Esto puede ser tan verdadero, que a lo mejor hoy deberíamos volver a contemplar de forma unificada esta realidad del hombre y hacer de nuestra medicina algo más que tratamiento para el cuerpo; pero esto es harina de otro costal.

Y ahora, tenemos, que después de todo esto, Jesús se retira al desierto a orar. Y es que la fuente de la vida que Jesús puede trasmitir está ahí: en el Padre. No puede estar y vivir sin esta conexión íntima con el Padre. Y la busca a tiempo y destiempo porque para Él es vital. De la comunión de vida con el Padre nace su comunión de vida con sus hermanos. Habrá circularidad pero no se pueden confundir los planos. Dios es antes y el primero. Sin este fogueo, sin este “dinamo” se apagará el anuncio del Reino y todas sus mediaciones.

Y de aquí el Padre le arrancará de toda tentación de éxito y de aclamación y lo alejara de aquel lugar para que la buena noticia llegue también a otras ciudades y a toda la tierra.

Algo hemos de aprender de Jesús. No tener miedo. La vida está garantizada y en buenas manos. Caminamos hacia la Vida resucitada que ya ahora empezamos a gozar y a vivir. Nuestra vocación nos lleva al servicio de los demás. Y un servicio que no escatima esfuerzos ni prendas. Ahí somos bastante mediocres, por decir algo, y quizás en eso nos vaya nuestra credibilidad evangelizadora. Y quizás, o sin quizás, nuestra actitud mediocre se deba a que nuestra vida de oración, de contemplación, de diálogo con Dios, deje también mucho que desear.

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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