Hosanna el Hijo de David

homilía

Hosanna el Hijo de David

DOMINGO DE RAMOS 2021

La monición oficial que abre la celebración de este domingo dice: “Queridos hermanos: Ya desde el principio de la cuaresma nos venimos preparando con obras de penitencia y caridad. Hoy, cercana ya la Noche santa de Pascua, nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la celebración anual de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, misterios que empezaron con la solemne entrada del Señor en Jerusalén”.

Marcos 11,1-10 narra el acontecimiento de la llegada de Jesús a Jerusalén, la Ciudad de David. Va a ser la culminación de la vida terrena de Jesús. Estamos ante un SIGNO buscado y preparado por Jesús que quiere provocar para espabilar y hacer caer a aquella gente que andaban algo despistados en sus expectativas mesiánicas. Que la realeza y el sacerdocio del Mesías no eran igual al de Aarón, Moisés o David.

En su narración, S. Marcos deja ver esta expectativa mesiánica por parte de los discípulos de Jesús y de otros muchos que le acompañan. Ante las palabras de Jesús al aproximarse a Jerusalén y ejecutar su entrada montado sobre un asno, vemos que hay aclamaciones que detectan esta expectativa. Los discípulos habrían exclamado un ¡por fin ha llegado la hora de instaurar el reino de Dios en este mundo! El mesías hará de nuevo los prodigios antiguos y será consagrado rey. ¡Que poco habían entendido lo tantas veces dicho por Jesús! Todavía habrían de aprender mucho en lo que acontecerá en Jerusalén.

Jesús camina en “otra onda”. Sube a Jerusalén para entregar su vida. Sube a Jerusalén para subir al “leño”. Sube a Jerusalén para cumplir la voluntad del Padre, que no es precisamente la de machacar al que se oponga sino la dejarse machacar desde la pobreza, la humildad y la mansedumbre; desde el respeto y del amor incluso al enemigo.

Jesús montará sobre un pollino. Muy distinto a un caballo de las caballerizas reales. El pollino es un animal inexperto que malamente puede con la carga de un hombre. Pocas conquistas se pueden hacer con él. Y es que Jesús quiere entrar en Jerusalén como el Mesías que trae la paz desde la no violencia, desde el amor-servicio-entrega a los demás, desde el dar la vida y el amor al enemigo. Solo la fuerza del amor.

Es la primera vez que Jesús se atribuye directamente el título de EL SEÑOR. ADONAI. Título solo referido y reservado al Dios altísimo. Estamos ante un momento revelador de máxima intensidad por parte de Jesús, que a su vez es también provocativo. Ciertamente causa “turbación” o, mejor, confrontación con uno mismo. Es necesario tomar opción por Jesús o contra Jesús. No es indiferente.

La reacción de la gente que le sigue, que es un verdadero tumulto de gente en la que la hay de todo tipo y con diversas expectativas mesiánicas, es traer ramos de olivo, aclamarlo con Hosannas y echar sus mantos sobre el asno o el suelo.

Ciertamente el olivo es señal de abundancia, de salud y de la paz. Jerusalén es la ciudad de la Paz. Hoy entra su verdadero Príncipe y Rey. Le aclaman con “Hosannas”: que significa “Sálvanos, por favor” y/o “Dios Salva”. Es una aclamación mesiánica que reconoce a Jesús como el “enviado” de Dios, como el Ungido, como el Mesías. Pero a la vez, alguien bien cercano a Dios. Hijo de Dios.

Le ponen sus mantos sobre el suelo. Es un acto de sumisión o de adoración. El manto significaba dignidad y poder, según los casos. Deponer el manto es despojarse de su realengo. Recuerden que Jesús se lo quitará también en la última cena. Pues bien, con este gesto, los que acompañan a Jesús, le están diciendo que se reconocen sus seguidores, sus discípulos. Que él es “mayor” que ellos y que le admiten como guía de sus vidas y que por él están dispuestos a darlo todo.

La segunda parte de la celebración de hoy se abre claramente al memorial de la Pascua del Señor en lo referente a su pasión y muerte de cruz.

La primera lectura de Isaías 50, 4-7 nos hace la foto-robot del futuro mesías.  Jesús tendrá una lengua de iniciado, o de sabio, para decir a los cansados y agobiados que vengan a Él; que no teman; que Dios está de nuestra parte, o de parte de los más pobres y marginados. Pero lo que dice Jesús, primero lo ha oído del Padre. Y el Padre no quiere imponerse por la fuerza de las armas sino por la fuerza del amor. Por eso, el Siervo – Jesús, no se resistirá al mal, ofrecerá su espalda a los que le golpeen y sus mejillas a quienes mesaban su barba. Será como el cordero llevado al matadero. Y todo eso en beneficio de muchos. Está claro que el Mesías no lo será desde la fuerza que da el poder político, económico o religioso, sino que lo será desde la fuerza del servicio-entrega-amor.

La segunda lectura es de Pablo a los Filipenses 2, 6-11. Es el himno a la “kenosis” o abajamiento del Hijo de Dios que por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Cristo pudo salvar a la humanidad desde la plataforma de su Gloria. Es un decir. Pero prefirió compartir nuestra historia y hacerse uno de tantos, uno de nosotros. Fue en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. Es una historia de anonadamiento que hace brotar en nuestros corazones admiración y acción de gracias. ¡Cómo nos ha amado! Hasta el límite. No se puede hacer más por el ser amado. Al abajamiento de Jesús, le sigue la exaltación por parte del Padre que lo resucita y lo pone a su derecha. Jesucristo es Señor.

El evangelio posterior en la eucaristía de hoy, será el relato de la pasión de Jesús. Un contraste fortísimo que es donde llega el Jesús que hoy entra en Jerusalén: subirá hasta el trono de la cruz que es donde resplandece su realeza y donde se realiza la salvación del mundo. En la cruz, Jesús responde al “Hosanna” de la entrada en Jerusalén.

Esta es la PASCUA del Señor.  Entremos en el proceso y dinámica de vida de Jesús, para que también nosotros hagamos pascua. A esto estamos invitados en estos días, a vivir el memorial de la Pascua para crecer cada uno de nosotros pascualmente, para que sepamos también desvestirnos de nosotros, abajarnos para servir amando a los demás. A todos os deseo una intensa vivencia de los misterios pascuales, para culminarlos el próximo domingo de PASCUA.

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Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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