No habrá ramos

homilia

No habrá ramos

Domingo de Ramos de 2020

Todo es distinto este año. Nos disponemos a celebrar una Semana Santa donde tenemos prohibidas las reuniones de la comunidad y las manifestaciones públicas de fe, como pueden ser las procesiones, peregrinaciones, lucernarios y un largo etc. Nunca lo hubiéramos imaginado. Pero esta es la realidad pura y dura.

El confinamiento no es debido a un capricho de los gobernantes sino que es el esfuerzo de toda una sociedad mundial para tratar de vencer una pandemia que es mortífera para muchas personas y a otras mucha las somete a terapias muy molestas. Toda nuestra sociedad occidental, opulenta y poderosa, sometida a la cuarentena más dura por el poderío de un minúsculo bichito que se cuela con facilidad pasmosa en nuestras vidas.

Todos estamos sometidos a una presión quizás desmesurada por los medios de comunicación que nos van dando cuenta milimétrica del avance del coronavirus pandemia, dolor, enfermedad, angustia, muerte… ¿hay resquicio para la esperanza?

El cuadro presentado y vivido es lo más parecido a un momento de pasión, de oscuridad, de interrogantes ante la vida y ante Dios. Y por eso es el cuadro accidentalmente más apropiado para adentrarnos en esta semana de Pasión. ¿Los acontecimientos de la Pascua del Señor pueden dar luz a este momento de oscuridad?

Hoy no habrá procesión de ramos o de la borriquilla. Quizás, en las iglesias no haya tampoco bendición de ramos, pero seguro que en alguna sí habrá. Esa bendición podrá llegar hasta algún ramo del que nosotros dispongamos en nuestra casa para hacer memoria de este día y de la entrada “triunfal” de Jesús en Jerusalén. Valen ramos, macetas, flores… algo que signifique nuestra proclamación y fe en Jesús “Adonai” o “Señor” nuestro y lo podamos poner en la ventana para proclamar nuestra esperanza.

Leamos el evangelio de Mateo 21,1-11 para ambientarnos en la celebración.

“El Señor”. Adonai. Es el nombre de Dios. Jesús se está revelando como Alguien más que profeta; alguien más que David; alguien más que Moisés. Pero ya podemos empezar a ver que el “señorío” de Jesús, será del todo diferente al de los “señores” de la tierra.

Serán las lecturas posteriores donde se va a describir la realidad de este “señorío”. Sobre todo en la narración del Evangelio (Mateo 26,14-27,66) donde se nos describe el trance final de la vida de Jesús.

Isaías 50, 4-7 nos hace, en el tercer cántico del Siervo de Yhaweh, la foto-robot del futuro mesías. Al menos así lo han visto todos los evangelistas y la primera comunidad de creyentes. Han interpretado el acontecimiento de la cruz, siguiendo la falsilla de los 4 cánticos del Siervo en Isaías.  Jesús tendrá una lengua de iniciado, o de sabio, para decir a los cansados y agobiados que vengan a Él; que no teman; que Dios está de nuestra parte, o de parte de los más pobres y marginados. Pero lo que dice Jesús, primero lo ha oído del Padre, lo ha escuchado atentamente y entra en obediencia a esa voluntad del Padre. Y el Padre no quiere imponerse por la fuerza de las armas sino por la fuerza del amor. Por eso, el Siervo – Jesús , no se resistirá al mal, ofrecerá su espalda a los que le golpeen y sus mejillas a quienes mesaban su barba. Será como el cordero llevado al matadero. Y todo eso en beneficio de todos. Está claro que el Mesías no lo será desde la fuerza que da el poder político, económico o religioso, sino que lo será desde la fuerza del servicio-entrega-amor.

La figura del “Siervo de Yhaweh” nos ayuda a entender la pasión y muerte de Jesús, pero no deja de ser “escándalo” y “necedad”, porque se desmarca totalmente de la idea que pudiéramos tener del Dios de Abraham y del futuro Mesías”.

Jesús afirmará siempre que Dios es Abba (Padre bueno) y que está de nuestra parte. Pero está de nuestra parte desde la fuerza del Amor y no desde la fuerza bruta. Dios es susurro más que tempestad; Dios es caricia más que latigazo; Dios es humilde, más que soberbio y caprichoso; Dios se abaja y hace uno de nosotros y nunca está sobre nosotros. Dios padece con nosotros más que ser impasible.

Jesucristo entra en línea obediencial con el Padre. Es obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Dios no interviene en favor del Hijo amado para quitarle el sufrimiento, cubrirle la piel para que el látigo no le llegue o para que la lanza no le parta el corazón. Dios está al lado del Hijo, con el Hijo, amando al Hijo y destrozado como él. Es en esa debilidad, en esa entrega donde se manifestará el poderío de Dios. Es más fuerte que la muerte.

San Pablo en Filipenses 2, 6-11 , recoge un himno primitivo de la comunidad cristiana donde se nos habla del “despojamiento” (kenosis) de Jesús, que no duda en dejar el mundo y la realidad de Dios, para hacerse uno como nosotros, semejante a nosotros, haciéndose “siervo” y esclavo, siendo obediente hasta la muerte y ¡una muerte de cruz! (muerte de esclavo y no de ciudadano). El reinado de Jesús es despojamiento, abajamiento, anonadamiento. Ponerse a la altura del más bajo. Y lo hace por amor gratuito y por obediencia al Padre.

El Padre no permanecerá inactivo. Una vez culminada su carrera de siervo hasta la muerte el Padre rescata al Hijo y lo vuelve a situar en su lugar. Lo sienta a su derecha y lo hace “Señor”. Jesús ahora se convierte en fuente de Vida y de Salvación para todos los que creen en Él.

Esta es la PASCUA del Señor.

Desde el libro que publica “Cáritas” para esta cuaresma-pascua, hay unas preguntas muy pertinentes para este día.

Si como los discípulos de Jesús le preguntamos: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua? Quizás nos respondiera:

Donde reina la violencia y se rompe la fraternidad; donde no se brinda por la esperanza y por la vida; en cualquier sitio donde nos sintamos a recomponer la esperanza.

Hoy habrá que preparar la pascua en los hospitales al lado de los enfermos y enfermeros, médicos y cuidadores, empleados de la limpieza y conserjes; al lado de tantas familias afectadas por la zozobra ante el familiar enfermo; ante las familias que ya han perdido un ser querido; ante las familias numerosas que resisten la pandemia encerradas en pisos de liliputienses; entre los sin techo acogidos en hogares y albergues donde encuentran una mano que les da calor y cariño.

También la prepararemos entre nosotros para que cunda la esperanza y no se apague nuestra fe. Para que no caigamos en la tentación de dudar de la presencia de Dios con nosotros. La cruz es el bordón, es la bandera, es la columna de fuego, es el árbol de la vida del que pende el mejor fruto. Jesús es resurrección y vida. Él es nuestra Esperanza.

Entremos en el proceso y dinámica de vida de Jesús, para que también nosotros hagamos pascua. A esto estamos invitados en estos días, a vivir el memorial de la Pascua para crecer cada uno de nosotros pascualmente, para que sepamos también nosotros desvestirnos de nosotros, abajarnos para servir amando a los demás.

 

 

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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