La Presentación del Señor

Homilia dehonianos

La Presentación del Señor

40 días desde la Navidad

Este año, la fiesta de la Presentación del Señor prevalece sobre el domingo ordinario. Por eso, los textos hacen referencia exclusiva a esta fiesta y rompen la dinámica catequética que habíamos empezado el domingo pasado siguiendo el evangelio de S. Mateo. Teóricamente tocaba proclamar el evangelio de las Bienaventuranzas, que es nuclear en S. Mateo, pero no será proclamado en la liturgia dominical este año. Por eso invito cordialmente a todos que en privado no dejen de leer el capítulo 5 de Mateo para no romper la secuencialidad de los domingos sucesivos que comentarán las bienaventuranzas.

El evangelio de Lucas 2, 22-40 en pocas líneas nos narra y entrecruza dos acontecimientos distintos: el de la purificación de María y el de la presentación de Jesús en el templo. En otros tiempos se acentuaba mucho más el acontecimiento de la “purificación” (la Candelaria); ahora, la liturgia celebra principalmente el acontecimiento de la “presentación”.

Ambos acontecimientos nos hablan de la fidelidad y honestidad de José y María que quieren regular su vida cumpliendo en todo momento la Ley del Señor.  María, por ser madre, debía purificarse, según la Ley, a los 40 días del nacimiento del hijo; y para ello debía presentar una ofrenda de purificación.

Podemos observar aquí, en primer lugar, la veracidad total de la encarnación del Verbo. Es la carta a  los   Hebreos  2, 14-18  (segunda lectura) la que nos hace aterrizar fuertemente en este acontecimiento  diciéndonos que Jesús participó de nuestra propia carne y sangre y así asume y es un miembro más de nuestra familia. Jesús es “hijo de mujer” y verdadero hombre. Si fuera de otra forma no sería posible la redención. Jesús tenía que parecerse en todo a nosotros, sus hermanos, porque de otra forma no podría ser ni sacerdote ni ofrenda por nosotros.

En segundo lugar, podemos observar como desde el principio Lucas está indicando el “lugar teológico” donde se encuentra Dios. La Sagrada Familia es pobre (ofrece dos tórtolas) y está entre los pobres. Los pobres son los preferidos de Dios, o Dios se hace presente en ellos y por medio de ellos. Un indicativo de “lugar” muy importante para el evangelista Lucas. La buena noticia del evangelio lo es en cuanto que los pobres son evangelizados y acogen esta buena noticia. En esto está en consonancia (no podía ser de otra manera) con el evangelio de Mateo comentado y celebrado el domingo pasado. Justamente y a propósito de ese evangelio os añado ahora el comentario del papa Francisco al respecto: “Partiendo de Galilea, Jesús nos enseña que nadie está excluido de la salvación de Dios, más bien, que Dios prefiere partir desde la periferia, de los últimos, para alcanzar a todos. Nos enseña un método, su método, que expresa el contenido, es decir la misericordia del Padre”.  Jesús está en la periferia desde el primer momento de su encarnación. Jesús nace fuera de la ciudad y, no olvidemos, también morirá fuera de la ciudad.

Además de la “purificación”, se narra “la Presentación del Señor”. Todo primogénito varón debía ser presentado al Señor, como propiedad suya, y posteriormente rescatado; nunca inmolado o sacrificado. Esta ofrenda o presentación al Señor del primogénito era reconocerle a Él como la fuente y el origen de la vida, de toda vida (el primogénito era el que inauguraba y recibía en primicias el don de la vida desde una nueva pareja). Además entraba en juego la memoria de la salida de Egipto, que fue precedida con la muerte de los primogénitos de Egipto y la salvación de la vida de todos los primogénitos de Israel protegidos por la señal de sangre en el dintel de sus puertas. Yahveh era propietario de sus vidas por partida doble. La presentación del primogénito en el Templo es un reconocimiento de un inconmensurable gesto de amor por parte de Dios, primero con el Don de la creación y de la vida, y después con el Don del “Éxodo” y de la Alianza. Por medio de esta ofrenda se reconocía y celebraba ese gran Don de Dios. El primogénito queda rescatado porque Dios no quiere ni acepta sacrificios de vida humanos, puesto que los hombres son hijos suyos y pertenecen al “Pueblo de su propiedad”. Dios es Salvador y Rescatador de toda su propiedad. No la maltrata sino que la salva. Realmente el que “rescata” de la muerte y de la esclavitud es Él, y Él es el “dador de vida” siempre.

En la “Presentación de Jesús” narrada por Lucas se omite el rescate pagado por Jesús. Esta omisión debe estar queriéndonos decir que Jesús no es rescatado de Dios, o separado de Dios, sino que aquí se está indicando que siempre es y será “propiedad del Padre”. La vida de Jesús es el reflejo y actualización (encarnación) de aquel gesto primordial que narra la carta a los Hebreos 10, 5-8 en la que Jesús, al entrar en este mundo dice: “Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!”. Este es el momento inicial y radical de la ofrenda de Jesús al Padre. Una ofrenda obediencial que nace del amor recíproco entre el Padre y el Hijo. Es el Padre el primero que ofrece y se ofrece. Es el Padre el primero que se entrega y se da. El Padre se entrega y da totalmente al Hijo. El Hijo es el amado del Padre pero que nace justamente de este acto oblativo del Padre. En respuesta a ese amor primero, el Hijo se ofrece y re-dona al Padre.  La vida Trinitaria es toda ella un continuo flujo del amor-don entre las tres personas. La vida humana del Verbo encarnado, no puede ser otra cosa que reflejo y reflujo de esa vida intra-trinitaria.

La primera objetivación de esa ofrenda, de ese “aquí estoy” del Verbo la tenemos en este acontecimiento de la Presentación hecha por María y José. Jesús es permanente donación, ofrenda total de todo su ser al Padre y esto queda ahí y permanecerá para siempre. Esta ofrenda y actitud obediencial por parte de Jesús aflorará apenas él llega a la mayoría de edad entre los doctores del Templo (otra vez en el Templo, la casa de “su Padre”), en el Bautismo, en Canaán, en el Tabor y en el Calvario. El “hágase tu voluntad y no la mía” del huerto de los olivos, refrenda toda una vida vivida como ofrenda al Padre.

Los comentarios de Simeón y de Ana confirman lo dicho. Simeón es hombre honrado y piadoso (justo). Abierto a la escucha del Espíritu, a dejarse mover por Él y siempre dispuesto a obedecer a Dios. Por eso encuentra lo que busca y descubre en el Niño al esperado de las naciones. Al Salvador de todas las naciones y luz para todos los pueblos; al Mesías, al Ungido, al Señor.  Toda una profesión de fe y toda una presentación anticipada de lo que sería Jesús. Quiero resaltar el acento universal que pone Simeón a la tarea de aquel niño. Es el enviado para todos los pueblos y naciones. Rompe con los límites de sangre y de espacio que tenía la antigua alianza del Sinaí. Jesús es el regalo de Dios a todos los hombres, de todos los tiempos.

Simeón también indica, desde el principio, que Jesús será “piedra de escándalo” donde algunos tropezarán. Y es que desde el principio está el conflicto ante la veracidad de Dios. El hombre puede ser obediente a Dios o proclamarse él mismo “dios”. Y esta posibilidad está siempre. Ante la oferta de salvación de Jesús sigue permaneciendo la libertad del hombre. Y la “Luz” puede venir, pero puede no ser recibida por “los suyos”.

La viuda Ana representa una vez más a los “pobres de Yahveh”, que saben percibir la presencia de Dios y acogerle de todo corazón para vivir en coherencia con esa luz recibida o esa presencia percibida.

Esta fiesta es principalmente una acción de gracias a Dios por su fidelidad para con nosotros. Nosotros somos en verdad los que hemos visto la Salvación de Dios manifestada en Cristo Jesús, muerto y resucitado. Nosotros somos beneficiados cada día de las Obras grandes que Dios hace por nosotros. Nosotros somos los hijos de Dios, coherederos de Cristo. Esta fiesta es también recordatorio de nuestra presentación y consagración particular en el día de nuestro Bautismo y el momento propicio para que esta consagración se haga fuerte y viva en el día de hoy volviéndole a decir a Dios: AQUÍ ESTOY PARA HACER TU VOLUNTAD – ECCE VENIO.

Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
[email protected]
No hay comentarios

Escribe un comenario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.