
22 Feb La verdadera victoria de Putin, texto de Stefano Fredi.
Stefano Feltri
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, toma la palabra en la conferencia de seguridad de Múnich e intenta el último movimiento desesperado para convencer a no se sabe bien quién, ya que el único sujeto que parece disponer de los destinos de su país es, en este momento, Donald Trump.
Zelensky evoca el escenario que muchos hasta ahora han evitado enfrentar en público: la guerra directa de Vladimir Putin contra la OTAN. Zelensky explica que este año Rusia preparará 15 divisiones, entre 100.000 y 150.000 personas, en Bielorrusia.
Bielorrusia es el Estado modelo de la idea putiniana de zona de influencia: formalmente independiente, pero de hecho un satélite de Moscú. Hay elecciones, pero siempre las gana Aleksandr Lukashenko: en las últimas, las del 26 de enero, triunfó con el 87 por ciento. Obviamente, casi nadie a nivel internacional ha reconocido esta farsa.
La vecina Polonia tiene bien claro lo que representa realmente Bielorrusia: una especie de base militar para proyectar la influencia de Rusia al exterior. Por ahora, con herramientas de guerra híbrida, como la gestión del tráfico de migrantes en la frontera para desestabilizar Polonia. Pero pronto, advierte Zelensky, podría pasar a ser una guerra real.
Así que, la Ucrania que podría salir de las negociaciones que acaban de comenzar formalmente entre el presidente estadounidense Donald Trump y Putin, es, en las intenciones de Moscú, una gran Bielorrusia. No un territorio pacificado, con disputas territoriales resueltas y encaminado hacia un status quo pacífico, como sugieren algunos periódicos que han abrazado las razones del Kremlin.
Más bien, la nueva Ucrania sería el bastión de avanzadilla de Putin desde donde librar esa guerra contra Occidente que ya lleva tiempo siendo una realidad. Lo dijo el propio Putin en mayo de 2024, lo que en 2022 comenzó como una “operación especial” ahora se ha convertido en otra cosa: una etapa en el esfuerzo de Rusia para reescribir “los principios sobre los cuales debe basarse el nuevo orden internacional».
El escenario ideal
Como ya había anunciado en la conferencia de seguridad de Múnich en 2007, Putin considera que el orden mundial unipolar, con los Estados Unidos en la cima, es injusto e inestable. Exige que se pase a un orden multipolar, pero no horizontal.
En el mundo que imagina Putin, también hay Estados más importantes que otros, en particular los “Estados-civilización”, como Rusia, China y Estados Unidos, que están autorizados por su historia y naturaleza a dominar a los demás, a los Estados vasallos, a los cuales garantizan protección a cambio de sumisión.
Por eso es tan importante para Putin que Trump, en el mensaje resumen de su llamada telefónica sobre Ucrania, haya hecho referencia a la “gran historia de nuestras naciones”.
El informe anual de la conferencia de seguridad de Múnich habla de Rusia como una “potencia Potemkin”, en referencia a los pueblos de cartón en los cuales actores escenificaban una vida próspera y feliz del pueblo para complacer a la reina Catalina II durante su viaje de 1787 a Crimea, que había sido arrebatada a los otomanos.
Rusia ha sufrido grandes pérdidas en el campo de batalla, no ha alcanzado ninguno de sus objetivos estratégicos, salvo la ocupación de las regiones del Donbás. El ejército ruso depende del apoyo externo, y necesitó 11.000 soldados norcoreanos, que no fueron suficientes para reconquistar las áreas rusas de Kursk ocupadas por los ucranianos en agosto de 2024.
Pero en la guerra gana quien resiste un minuto más que el adversario, y Putin parece haber mantenido a Ucrania bajo presión suficiente para empujar a Trump a sacrificarla en nombre de una tregua que dará a Moscú el tiempo de preparar sus próximos movimientos.
Como observa Dimitri Minc del Ifri, el think tank francés más prestigioso, la tregua, tal como la ha delineado Trump, es el escenario ideal para Putin: le da el tiempo para reconstruir armamentos y tropas en caso de que quiera continuar con sus objetivos más extremos: anexión completa de Ucrania, invasión de otros países que Rusia considera parte de su esfera de influencia, o ataque a un país de la OTAN. Pero las negociaciones y el congelamiento del conflicto también permitirán al presidente ruso evaluar si le conviene ejercer su voluntad de poder en otros campos.
Objetivo estratégico
Putin, por ejemplo, podría sublimar la ansiedad por el reconocimiento en ámbitos distintos al militar: seguramente quiere ser tratado nuevamente como un líder global, reincorporar a Rusia al G8, ver revocadas las sanciones y las órdenes de detención de la Corte Penal Internacional.
En el corto plazo, escribe Dimitri Minc, Putin quiere presionar a Occidente para que “haga el trabajo sucio, empujando a Ucrania a aceptar lo inaceptable”: pérdida de territorios, renuncia a la OTAN, y casi con certeza un cambio de gobierno con la salida de Zelensky. Así Putin obtendría una triple ventaja: “Debilitar Kiev, empañar la imagen de Occidente y aumentar el resentimiento de los ucranianos hacia este último”.
El objetivo estratégico más importante para Rusia es, en efecto, frenar el acercamiento de Ucrania, pero también de Moldavia, a la OTAN, la Unión Europea y la prosperidad. El contraste entre las condiciones de vida y libertad experimentadas por los ciudadanos ex soviéticos que han optado por Occidente y aquellos que han permanecido bajo el yugo del Kremlin es un factor muy desestabilizador para la Rusia putiniana.
El primer gran éxito que Putin ha conseguido en la campaña militar en Ucrania es haber consolidado su poder, eliminando cualquier posible amenaza a su permanencia, que ahora parece vitalicia, en el Kremlin. Un poder vitalicio, pero quizás incluso más allá, ya que en los últimos meses han aparecido públicamente más a menudo las muy reservadas hijas del presidente, en particular Maria Vorontsova, casi para señalar la posibilidad de una línea dinástica.
El último verdadero opositor de Putin fue Alexei Navalny, el blogger y líder político que denunció la corrupción del sistema putiniano. Fue envenenado, sobrevivió, fue encarcelado en una prisión de Siberia y allí murió, justo un año atrás, el 16 de febrero de 2024. Un mes después, se celebraron las elecciones presidenciales, que dieron la enésima victoria de Putin con el 89 por ciento: elecciones fraudulentas, sin campaña electoral, sin verdaderos rivales. Pero con un mensaje político claro: Putin es el único, la muerte de Navalny, a su manera, fue el programa electoral más eficaz, aunque formalmente el Kremlin rechace toda responsabilidad.
Después de doce meses, de Navalny queda solo un recuerdo, la salida de su autobiografía Patriota, que solo ha señalado el vacío que ha dejado.
Un sistema de poder no pacificado
El hecho de que Putin se haya quedado sin rivales, ni siquiera potenciales como pudo haberlo sido por un breve momento el líder de la milicia Wagner, Evgeny Prigozhin, no implica que su sistema de poder esté pacificado y sea eficiente.
A casi un año de los hechos, sigue sin explicaciones oficiales la destitución del ministro de Defensa, Sergei Shoigu, sustituido en mayo de 2024 por Andrei Belousov, quien carece de cualquier experiencia militar y vínculos con la industria de la defensa.
Shoigu, como Putin, es un político que ha atravesado toda la historia de la Rusia postsoviética y, como Putin, ha construido un sistema de poder que entrelaza los aparatos militares y la política, y se alimenta de dinero público que garantiza considerables enriquecimientos privados.
Lo que resultó aún más sorprendente es que, tras el cambio de ministro, Putin autorizó a los fiscales a investigar por corrupción y desmantelar pieza por pieza la red de Shoigu, con una serie de arrestos de alto perfil. Entre los detenidos estuvo, entre otros, Dimitri Bulgakov, otro ex ministro de Defensa.
¿Por qué Putin se aventuró en una solución como esta, sin tocar directamente a Shoigu, quien fue destituido, pero no investigado y ocupa un puesto simbólico en el Consejo Superior de Defensa?
Mikhail Komin del Carnegie Endowment for International Peace, en el blog Carnegie Politika, sugiere una explicación:
“Una posibilidad es que Putin quiera que Shoigu sea testigo del desmantelamiento de todo su clan, porque lo considera responsable de haber gestionado mal el conflicto interno entre las élites que condujo a la rebelión del líder de los mercenarios de la milicia Wagner, Yevgeny Prigozhin, en 2023. Si esta es realmente la posición de Putin, sin embargo, es improbable que sea compartida por muchos otros altos funcionarios, que tienden a culpar al propio Putin”.
Estados Unidos nunca pensó realmente en un cambio de régimen en Rusia, salvo en las primeras fases de la guerra. El 26 de marzo de 2022, en uno de sus discursos más apasionados en Varsovia, el ya expresidente Joe Biden había dicho que Putin “no puede seguir en el poder”.
Y, sin embargo, fue Biden quien tuvo que dejar su puesto, y pronto le tocará a Zelensky. Ahora Trump parece decidido a asegurarse de que Putin se quede tranquilo en el Kremlin por mucho tiempo más.
Título original: La vera vittoria di Putin de Stefano Feltri, publicado el 17 de febrero de 2025 en https://www.settimananews.it/politica/la-vera-vittoria-di-putin/, tomado a su vez del substack del autor Appunti (aquí publicado el 15 de febrero de 2025).
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