
24 Jun Dehon y el liderazgo
Victor de Oliveira Barbosa, scj
Uno de los grandes retos para quienes estudian al P. Dehon, su vida y sus escritos, es tratar de asimilar la esencia de sus propuestas a nuestro contexto sin caer en anacronismos.
Porque, si bien es cierto que podemos decir que «Dehon fue un hombre más allá de su tiempo», también es cierto que «Dehon fue un hombre de su tiempo» y, por lo tanto, no siempre es tarea fácil, y a veces casi imposible, ponerlo a dialogar con nuestro tiempo en determinados temas. Esto también se aplica a temas que ciertamente tocaron directamente la vida de nuestro Fundador, como el tema del liderazgo: cien años después de su muerte, nuestros criterios y expectativas pueden ser muy diferentes de lo que Dehon vivió y enseñó sobre el liderazgo.
Consciente de esta dificultad, y también porque no es el objetivo de esta presentación, quiero dejar claro que no es mi intención detenerme demasiado en lo que Dehon tiene que decir sobre el liderazgo hoy. Creo que la contribución que puedo ofrecer, como alguien que toma a Dehon como objeto de estudio, es una lectura de algunos aspectos de la forma en que Dehon vivió el liderazgo, especialmente en su misión como superior general de nuestra congregación, y la identificación de algunos textos dirigidos a la congregación sobre cómo vivir el liderazgo en la vida de nuestras comunidades. En otras palabras, intentaré presentar cómo Dehon vivió el liderazgo en la Congregación y cómo lo propuso en su Congregación. Espero que estas dos perspectivas sobre la idea de liderazgo de nuestro Fundador, con sus experiencias y enseñanzas, puedan ofrecer elementos que nos ayuden a encontrar aportes para una propuesta de liderazgo válida para nuestro tiempo y para cada uno de nosotros.
- Cómo vivió Dehon el liderazgo en la Congregación
El padre Dehon ejerció un papel de liderazgo mucho antes de fundar la Congregación. Algunas iniciativas juveniles, como la fundación de la Opera di Santa Caterina cuando era seminarista en Roma, una asociación dedicada al catecismo de los niños pobres (cf. NHV 5/105), muestran el espíritu de liderazgo que se formó desde los años juveniles de nuestro Fundador. Pero fue sobre todo después de su integración en el clero de Soissons, a partir de 1871, cuando el padre Dehon desarrolló ampliamente su papel de líder. Aunque había sido nombrado séptimo vicario de la basílica de Saint-Quentin, Dehon tomó muy pronto la iniciativa de fundar el Patronato San José, en junio de 1872 (cf. NHV 9/128), para la educación de los niños y jóvenes de las clases populares. Esta iniciativa puso a Dehon en contacto con algunas personas importantes de la sociedad de Saint-Quentin y le introdujo en la colaboración con varios laicos comprometidos en la obra bajo la dirección del joven sacerdote. La importancia que el Patronato adquirió muy rápidamente en los primeros años de su fundación coincidió con la creciente visibilidad de Dehon no sólo en Saint-Quentin, sino en el contexto más amplio de la diócesis de Soissons. A los pocos años, en enero de 1875, Dehon fue nombrado por el obispo, monseñor Thibaudier, secretario de la recién fundada Oficina Diocesana de Obras Obreras (cf. NHV 10/117), y se le encargó la realización de un estudio sobre el estado de las obras y asociaciones sociales en toda la diócesis. Este liderazgo de Dehon en la diócesis se hizo aún más notable cuando el 24 de octubre de 1876, durante el Congreso Diocesano de Saint-Quentin, fue nombrado canónigo honorario por el obispo (cf. NHV 12/67), una gran hazaña para un joven sacerdote de 33 años que llevaba poco menos de 5 en la diócesis.
Sabemos que todo este trabajo en la diócesis de Soissons en el papel de guía -aquí podríamos mencionar también muchas otras iniciativas del Padre Dehon- coincidió con su discernimiento personal sobre la vida religiosa y, más concretamente, con la fundación de nuestra Congregación. En 1877, sostenido sobre todo por las motivaciones espirituales surgidas de su contacto con las Siervas del Corazón de Jesús, de las que había llegado a ser capellán y director espiritual durante algunos años, y en particular por las inspiraciones de la Madre María del Corazón de Jesús, la Chère Mère, acerca de una congregación de sacerdotes reparadores del Corazón de Jesús, Dehon presentó su intuición al obispo Thibaudier con estas palabras: «Nuestro Señor puede haberme pedido que yo mismo fundara esta obra en Saint-Quentin» (NHV 12/140). El obispo vio en esta inspiración una oportunidad favorable para la creación de un colegio eclesiástico en Saint-Quentin y autorizó la fundación de una congregación reparadora «bajo el techo de un colegio». Así, Dehon puso en marcha el Colegio San Juan y con él nuestra congregación, convirtiéndose no sólo en el fundador de esta congregación, sino también en el director del colegio durante varios años y en el superior de la congregación religiosa hasta el final de su vida, en 1925.
Sin embargo, la forma en que el Padre Dehon vivió el liderazgo en su Congregación, en los casi 50 años que fue su superior general, muestra diferentes matices a lo largo de los años. Es necesario, por tanto, considerar las distintas fases del generalato de Dehon para intentar aproximarnos a su liderazgo en la Congregación. No es nuestra intención agotar todos los elementos que caracterizan el gobierno de Dehon como superior general, pero sí creemos que algunos elementos que emergen de situaciones concretas en el devenir histórico de la congregación podrían ayudarnos a construir una imagen de un «liderazgo Dehon» que nos sirva para mostrar algunos rasgos del perfil de liderazgo que dejó como legado de su propia experiencia.
En los primeros años de la fundación, el padre Dehon no sólo era el superior del Instituto, sino también el formador de los primeros miembros. Varias huellas de cómo Dehon vivió su papel de formador, y en particular de «maestro de novicios» de la primera generación, se pueden discernir a través de los escritos del entonces novicio Falleur, publicados como Cahiers Falleurs, que abarcan el periodo comprendido entre noviembre de 1879 y octubre de 1881. Según Giuseppe Manzoni, en su introducción a la publicación de estos cuadernos en 1979, los escritos del novicio Falleur dejan entrever a un Dehon ‘maestro de novicios’ gentil y al mismo tiempo muy exigente, enérgico e incluso severo, especialmente en lo que se refiere a la obediencia a las reglas y a vivir el espíritu de amor y reparación propio de los Oblatos.
Una característica muy evidente del Padre Dehon en estos primeros años de la Congregación, y que aparece con mucha frecuencia en sus conferencias a los novicios, es la necesidad de una confirmación divina y ‘sobrenatural’ de la fundación. Esta necesidad aparece aún más evidente en el gran valor que Dehon atribuía en aquellos años a las ‘revelaciones’ de Sor María de San Ignacio sobre el carácter divino de la Obra, que, junto con las excentricidades del Padre Tadeo Captier y las reticencias de Monseñor Thibaudier hacia algunas de las iniciativas de Dehon, culminaron en la supresión de los Oblatos en diciembre de 1883.
Este capítulo de los primeros años de nuestra Congregación, que el Fundador llamó «Consummatum est», indica aspectos relevantes de su modo de vivir el liderazgo en este período. La excesiva dependencia de los signos sobrenaturales revela, por una parte, su deseo de dejarse guiar por la voluntad de Dios; por otra, sin embargo, puede indicar también una cierta inseguridad en cuanto a sus opciones y al ejercicio de su autoridad, la facilidad con que se dejaba influir por personalidades fuertes, un cierto sentimiento de insuficiencia desde el punto de vista espiritual y humano en el cumplimiento de una misión tan sublime. No es nuestra intención analizar otras razones que llevaron a la supresión de la Congregación en estos primeros años, pero no podemos negar que la forma en que Dehon vivió el liderazgo jugó un papel importante en el asunto y su actitud de sumisión a las directrices del obispo y de la Santa Sede, incluso en contra de sus propias convicciones, fue fundamental no sólo para el renacimiento de la Congregación, sino sobre todo para la maduración de su papel como superior.
Otro capítulo importante para entender el liderazgo del Padre Dehon en la Congregación es la crisis que vivió en la década de 1890, en la que se manifestó un gran conflicto de autoridad. El historiador David Neuhold, en su biografía histórico-crítica de Dehon, ofrece un análisis detallado de estos «años difíciles» en uno de los puntos del primer capítulo de su obra. De hecho, la crisis interna más intensa entre los años 1893 y 1897 tuvo su origen en el conflicto entre Dehon y el obispo de Soissons, Mons. Duval, sobre la forma de dirigir la Congregación y sus obras. Recuerdo que la Congregación, hasta 1906, año en que obtuvo el reconocimiento pontificio definitivo, era aún de derecho diocesano, lo que significaba que, en la práctica, el obispo de Soissons era la máxima autoridad. Monseñor Duval no era muy favorable a la forma en que Dehon dirigía el Instituto y criticó duramente algunos aspectos como la facilidad con que religiosos de otros institutos entraban en la Congregación, las deficiencias en la formación de los candidatos, los problemas financieros de la Congregación, la forma en que se emprendían nuevas obras y misiones, pero sobre todo las constantes ausencias de Dehon debido a sus numerosos compromisos en los asuntos sociopolíticos de su tiempo. El obispo, influido por algunos miembros del clero de Soissons que eran enemigos declarados de Dehon, llegó a apartarle de la dirección del colegio y a exigirle que dimitiera del cargo de superior general. La cuestión se abordó en el capítulo general de 1893, en el que se preguntó si, habiendo sido elegido superior vitalicio en el capítulo anterior, era necesario presentarse a la reelección. Por falta de mayoría absoluta, la cuestión se pospuso al siguiente capítulo general, que se celebraría en 1896. En este capítulo, Dehon presentó su dimisión, pero una mayoría cualificada de dos tercios de los capitulares rechazó su dimisión y el Fundador fue confirmado como Superior General vitalicio, aunque un pequeño grupo votó en contra, lo que indicaba que el conflicto aún no había terminado.
De hecho, el punto culminante de la crisis se produjo en 1897, cuando Dehon recibió una carta, fechada el 6 de julio de 1897, firmada por siete religiosos, miembros de la comunidad de Saint-Quentin, que, descontentos con el estilo de dirección del Fundador, pedían el desmembramiento del Instituto. El grupo, encabezado por el padre Germán Blancal, que se había presentado como alternativa a Dehon en el gobierno de la Congregación en los capítulos generales anteriores, y que gozaba de las simpatías de monseñor Duval, afirmaba en la carta que la forma en que Dehon dirigía el Instituto a lo largo de los años, con la elección de sus miembros y la multiplicación de sus obras, así como su presencia en los movimientos sociopolíticos de la época, provocó un alejamiento del proyecto original y del objetivo mismo de la Congregación. Los firmantes de la carta piden a continuación la escisión de la Congregación, expresándose de la siguiente manera:
Para nosotros, Reverendo Padre, es imposible reconocer en una congregación concebida de este modo, la que nos fue propuesta originalmente y a la que nos unimos con el más sagrado de los vínculos. Nos parece que no tiene ni el fin, ni el espíritu, ni la forma. […] Dejemos de hacernos daño unos a otros tratando de imponernos un yugo que no está hecho para nosotros. Haced vuestra congregación como la concebís, ya os habéis asegurado un personal numeroso, y dejadnos hacer libremente la nuestra con nuestro pequeño núcleo. Podemos decirnos como los dos patriarcas: «La misma tierra ya no puede contenernos; si tú vas a la derecha, yo elegiré la izquierda y viceversa» (LC1 78711).
¿Cuál es la actitud de Dehon ante esta carta? Curiosamente, Dehon no la menciona en su Diario. De hecho, había ido a Saint-Quentin unos meses antes y había escrito una pequeña nota: «El 29 [de mayo de 1897] regresé a Saint-Quentin. Encontré allí intrigas, divisiones, mal espíritu. ¡Pobre humanidad! Inútil describir todo esto en detalle. Nuestro Señor lo permite, yo lo acepto como expiación de mis pecados. […] ¡Hágase la voluntad de Dios!» (NQT 12/51). Dehon no expresó ningún juicio negativo sobre la persona de Blancal ni de ningún otro hermano que formara parte de este grupo de oposición. El silencio, la capacidad de esperar el momento oportuno y la confianza en la acción divina fueron sus actitudes como líder en esta situación de crisis. Resultado: algunos miembros del grupo abandonaron la Congregación años más tarde, motivados por otros asuntos personales; otros tuvieron la oportunidad de revisar su postura y pedir perdón al Fundador; el Padre Blancal vivió los últimos días de su vida, muy enfermo, asistido personalmente por Dehon hasta su muerte en diciembre de 1905.
Sin embargo, el hecho de que con los años la crisis pasara no significa que los problemas de Dehon para gobernar la congregación no fueran reales. La correspondencia de Dehon, hoy casi íntegramente publicada en la página web Dehondocs, y en particular el intercambio de cartas con algunos de sus hermanos, como el padre Andrés Prévot, maestro de novicios durante muchos años, o el padre Estanislao Falleur, ecónomo general durante todo el generalato de Dehon, muestran la gravedad de los problemas de una formación demasiado permisiva e imprudente en la admisión de candidatos durante varios años, y los problemas de gestión económica de las distintas obras (grandes deudas, situaciones de grandes desigualdades y necesidades en algunas comunidades…).
Los primeros años del siglo XX fueron un periodo de gran impacto para la vida de la Congregación y para el ejercicio del liderazgo del Padre Dehon. Varios acontecimientos importantes ocurrieron durante estos años: la muerte del Papa León XIII en 1903, gran defensor de Dehon, de su apostolado y del de su Congregación; la expulsión de la Congregación de Francia y la confiscación de sus bienes en 1905, con el consiguiente traslado de la casa madre a Bruselas; la muerte del Padre Adrián Rasset, asistente general, en el mismo año; pero también la ampliación de la Congregación a varios nuevos países (sur de Brasil, Canadá, Camerún, Finlandia, España…) y la aprobación pontificia definitiva de la Congregación en 1906. Todos estos acontecimientos llevaron a Dehon a darse cuenta de la necesidad de dedicarse más al gobierno de la Congregación y a su mejor estructuración ante tantas situaciones difíciles y nuevos frentes misioneros. Significó una nueva fase del liderazgo de Dehon, caracterizada por una atención constante a las cuestiones organizativas y, en particular, al cuidado de los religiosos y a las obras de la Congregación. Dehon intensificó sus viajes y visitas apostólicas, dedicó gran parte de su tiempo a la instrucción de los religiosos, estableció una correspondencia cada vez más frecuente con ellos, especialmente con los superiores de las distintas comunidades. La guía de Dehon tomó cada vez más la forma de una paternidad espiritual, las relaciones se hicieron más afectuosas, pero sin perder la firmeza de la dirección del Instituto.
Un claro ejemplo de esta nueva perspectiva del liderazgo del P. Dehon es el período de la Gran Guerra (1914-1918). Un valioso estudio coordinado por Juan José Arnaiz Ecker, sobre Dehon e i Dehoniani nella Prima Guerra Mondiale, muestra cómo Dehon vivió el periodo bélico, encerrado en la Casa del Sagrado Corazón de Saint-Quentin, con la preocupación constante de apoyar espiritualmente a los miembros de la Congregación, desgarrados por la guerra, y de reorganizar estructuralmente el Instituto, con la redacción del Directorio Espiritual, los diversos Reglamentos y el texto de las Constituciones para su aprobación definitiva (que llegaría en 1923, poco antes de su muerte). Además, a pesar de todas las dificultades de comunicación provocadas por el conflicto en Europa, Dehon escribió varias cartas a los hermanos directamente implicados en los campos de batalla, alentando su fe y confianza en el Corazón de Jesús ante un contexto tan devastador. La guerra dividió a la Congregación entre los dos bandos enfrentados, pero Dehon insistió en promover la unidad dentro del Instituto, incluso celebrando un importante Capítulo general en 1919, menos de un año después del armisticio. De hecho, en una carta circular escrita el 4 de enero de 1918, cuando aún faltaban 11 largos meses para el final de la guerra, Dehon expresaba sus deseos de que terminara la guerra y de que la paz y la unidad se instauraran también en la Congregación.
Dehon vivió sus últimos años con las limitaciones de la vejez y la enfermedad. Sin embargo, no dejó de vivir la autoridad de su liderazgo en la congregación. La madurez de su vida le llevó a vivir un liderazgo más compartido, dando gran espacio al trabajo de sus colaboradores más cercanos, como el Asistente General, Padre Lorenzo Philippe, y el Procurador General, Padre Ottavio Gasparri. Los últimos cuadernos de su Diario muestran cómo Dehon, al final de sus días, hizo una profunda revisión de su vida, reconociendo repetidamente sus debilidades, fallos y limitaciones en muchas situaciones del gobierno de la Congregación y, al mismo tiempo, la acción providencial de Dios que siempre había seguido guiando a la fundación a pesar de las infidelidades del fundador. A finales de 1923 escribe en su Diario: «He faltado a menudo a mi Directorio, me humillo y pido mil veces perdón a Nuestro Señor» (NQT 44/131). Poco después, a principios de 1924, una nueva confesión de sus faltas: «Otro nuevo año. Estos son los años de gracia y los últimos que Nuestro Señor me concede, para que tenga tiempo de arrepentirme, de reparar todas mis faltas y de avanzar en la oración. […] Trataré de reparar lo que pueda en el poco tiempo que me queda» (NQT 44/137). Y al comienzo del último año de su vida, en 1925, escribe en su diario: «Mi carrera está llegando a su fin, es el ocaso de mi vida… He cometido innumerables errores, pero confío en la misericordia del Sagrado Corazón» (NQT 45/1).
Si, por un lado, la capacidad de reconocer los propios errores y pedir perdón marcó el final de la vida de nuestro Fundador, por otro, hasta el final de sus días, Dehon vivió su misión de liderazgo con la preocupación de poner orden en la congregación. Para ello, una de sus últimas acciones como superior fue la compra de una casa en Roma para convertirla en la nueva casa general, como leemos en su Diario: «Compramos la casa en Roma, 800.000 liras, para convertirla en nuestra casa madre. Parece que la Congregación se va completando y organizando. Supera mis expectativas. Es Nuestro Señor quien lo ha hecho todo, yo sólo he estropeado su obra» (NQT 45/17). Una vez más, y hasta el final, Dehon afirma con gran convicción que el liderazgo de la Congregación es obra del Señor y que él era simplemente un pobre e inútil instrumento en sus manos: es una convicción que, sin duda, le ha acompañado siempre en su experiencia de liderazgo en la Congregación.
- Cómo propuso Dehon el liderazgo en su Congregación
En el segundo momento de nuestra reflexión, proponemos una lectura de algunos textos de Dehon que podrían ofrecernos algunas de sus indicaciones sobre el liderazgo en la Congregación. Obviamente, consideramos específicamente los textos dirigidos a la Congregación, es decir, sus cartas circulares y algunos directorios y reglamentos dejados a sus religiosos. En ellos encontramos orientaciones para quienes están llamados a desempeñar el papel de liderazgo en las comunidades y estructuras del Instituto, especialmente los superiores.
En los casi 50 años en que fue superior general de la Congregación, el P. Dehon escribió varias cartas circulares, algunas de ellas con instrucciones dirigidas a quienes ejercían como superiores de comunidades o provincias. En los primeros años de la fundación, el 17 de octubre de 1886, Dehon envió una carta circular a sus religiosos en la que encontramos estas palabras: «Que los superiores estén vigilantes y llenos de dedicación, resueltos, afables. Que celebren consejo regularmente y dirijan las conferencias espirituales prescritas. Reciban en dirección en el momento debido a los que están bajo su autoridad. Que no descuiden las necesidades de ninguno de sus súbditos» (LCC 115111/6). Se hacía hincapié en el cuidado espiritual y humano de los religiosos como ejercicio del liderazgo del superior.
En 1892, Dehon escribió otra carta circular a la congregación, el 17 de octubre, con algunos «avisos especiales a los superiores». Leamos algunos extractos de esta carta:
En cuanto a vosotros, queridos hermanos, que compartís con nosotros la grave responsabilidad de dirigir a los predilectos del Corazón de Jesús, no podríamos recomendaros lo suficiente que os mantengáis a la altura de vuestra tarea. A quienes dirigís debéis el ejemplo, la oración y el sacrificio. […] Debéis rezar diariamente por todos los de vuestra casa.
Exigid con firmeza la fidelidad a los ejercicios comunes, el silencio en casa fuera del tiempo de recreo, la fidelidad a la confesión semanal y la cuenta de conciencia. Velad por la observancia de la pobreza. […] Sugerid el tema de la meditación y de las lecturas espirituales según el espíritu de nuestra vocación, para que crezca en las almas el amor al Corazón de Jesús.
Tomad a pecho todas nuestras obras, fomentad las vocaciones, cuidad el desarrollo de nuestras asociaciones y fomentad la mutua unión de los corazones. Evitad introducir o mantener costumbres que no se ajusten a las costumbres generales de la Congregación (LCC 115118/11-12).
Según Dehon, el liderazgo en la Congregación debe vivirse, ante todo, en el ejemplo personal y en la oración por los hermanos. El superior debe velar por el cumplimiento de la Regla (en el sentido de la regularidad propia de la vida consagrada) y garantizar el apoyo espiritual de los miembros de la comunidad, fieles a la espiritualidad del Instituto. Es también un ejercicio de liderazgo para fomentar la unidad y la comunión de corazones.
Otra carta circular, fechada el 17 de octubre de 1899, daba orientaciones más directivas a los superiores de las comunidades: «Los superiores no olviden escribir cada mes al Padre General, informándole de la marcha de su comunidad. Que, al menos cada 15 días, reúnan el consejo de la casa con el Padre Asistente y el ecónomo. Además, hagan una lectura espiritual una vez por semana a sus súbditos» (LCC 115123/7). Aquí Dehon nos recuerda que el liderazgo debe tener lugar en diálogo con los miembros de la comunidad (consejo de casa) y está siempre obligado a cuidar la vida espiritual de los hermanos.
Finalmente, consideremos también una de las últimas cartas circulares de Dehon, escrita el 10 de mayo de 1924, con motivo de la aprobación definitiva de las Constituciones, en la que indica las disposiciones para la acogida y la observancia de los textos constitucionales en la Congregación. También aquí encontramos orientaciones específicas para los superiores:
Os aplicaréis, por lo tanto, al conocimiento de vuestros deberes y, para ello, estudiaréis y meditaréis con frecuencia las prescripciones de las Constituciones. Esta obligación de conocer las Constituciones es especialmente grave para aquellos que, por su cargo, están llamados a participar activamente en el gobierno de la Congregación, de las provincias y de las distintas casas […] Este conocimiento les es necesario no solo para el cumplimiento normal de su oficio, sino también para ponerse en condiciones de promover entre los demás el estudio y el conocimiento de las Constituciones.
Para este estudio de las Constituciones, podrán servir los diversos tratados sobre la vida religiosa y los comentarios de aquella parte del Código que trata sobre los Religiosos. […] A partir del próximo octubre, los superiores, en las conferencias que deben impartir al menos dos veces al mes a sus súbditos (Can. 509, párrafo 2, y Cst. n. 289, párrafo 8), tratarán principalmente sobre las Constituciones. Si, por algún motivo, un superior no pudiera impartir estas conferencias, deberá informar a su Provincial, quien las encargará a otro religioso (LCC 66103/3-4).
El liderazgo en la Congregación exige, por lo tanto, el conocimiento de las Constituciones y la capacidad de promover su estudio y aprendizaje entre los demás. Es fundamental que el superior sea un maestro de la Regla de Vida con su propia vida y que haga de ella una fuente de inspiración para desempeñar su tarea de guía de los hermanos.
Como hemos visto, en los últimos años de su vida, el Fundador se comprometió intensamente en la organización del instituto que él mismo había fundado. De este esfuerzo surgieron dos textos importantes para la Congregación, ambos publicados en 1919. El primer texto es, sin duda, muy conocido por todos nosotros: se trata del Directorio Espiritual, escrito por el Padre Dehon como guía para la vida espiritual de los miembros de la Congregación.
En la tercera parte del Directorio Espiritual, el Fundador ofrece una lectura de nuestros votos y de nuestra vida religiosa, concluyendo precisamente con indicaciones para los superiores.
El buen pastor conoce a sus ovejas. Los superiores deben conocer a sus religiosos, amarlos, interesarse por ellos, inducirlos a abrirse con sencillez. Esta confianza y esta unión deben ser muy cordiales entre los Sacerdotes del Sagrado Corazón.
El comportamiento del buen pastor se adapta a las circunstancias y a las fuerzas de cada uno. Él es condescendiente con los débiles.
Los superiores deben tener gran estima por el silencio. Deben abstenerse de palabras excesivas, de conversaciones inútiles y superfluas.
La gravedad y el espíritu sobrenatural sufrirían por ello. Sus palabras deben ser particularmente sobrias y santas (DSP 185).
Para las instrucciones que deben impartir, los superiores a veces se preguntan qué tema tratar. Nunca se hablará demasiado del fin de nuestra vocación, del amor puro, del abandono, de la inmolación, de la abnegación. En su oficio, los superiores no deben parecer oficiales ni empresarios. Deben ser pastores, que ofrecen humildemente y con caridad sus cuidados a todo el rebaño, procurando formar corderos víctimas, de los cuales ellos mismos sean modelo, como jardineros que prestan a todas las plantas los cuidados constantes que necesitan para producir las flores de las virtudes agradables a nuestro Señor (DSP 186).
Como podemos ver, en este texto Dehon utiliza imágenes para indicar las actitudes que debe tener el liderazgo en la Congregación. En primer lugar, la imagen bíblica del buen pastor que conoce a sus ovejas: el liderazgo se ejerce a través del conocimiento de los demás y el desarrollo de una confianza mutua basada en la cordialidad; al igual que el pastor, el superior debe cuidar a los más débiles, actuar con humildad y caridad.
La otra imagen es la del jardinero, que con dedicación brinda los cuidados que las plantas necesitan: la paciencia, la perseverancia y la esperanza son virtudes esenciales en el liderazgo que se ocupa del Jardín del Señor. Es muy interesante la importancia que el Directorio espiritual otorga a las palabras del superior: la enseñanza es una de sus tareas más importantes y requiere la autoridad de la palabra, que proviene de la capacidad de discernir qué decir y, sobre todo, qué no decir (silencio, palabras sobrias y santas).
El segundo texto publicado en 1919 es el Pequeño Directorio para los Rectores: se trata de un manual dirigido a los superiores de las comunidades religiosas, con directrices prácticas y espirituales para el ejercicio eficaz del liderazgo dentro de la comunidad. El texto está estructurado en cinco capítulos: el primero reúne las reglas canónicas de las Constituciones relativas al oficio del superior y del rector; el segundo capítulo presenta “los superiores según el Sagrado Corazón”, basándose en las enseñanzas de Santa Margarita María; el tercer capítulo señala “los deberes de un superior”, enumerando cuatro: amar a los hijos, edificarlos, instruirlos y corregirlos; el cuarto capítulo propone las “máximas de San Vicente de Paúl”, una especie de decálogo del superior; el último capítulo retoma los “avisos a los superiores” de la carta circular del 17 de octubre de 1892.
Uno de los puntos clave del Pequeño Directorio para los Rectores es la propuesta de un modo de vivir el liderazgo según el espíritu del Sagrado Corazón. En él encontramos textos de gran profundidad espiritual:
¡La sublime ciencia de gobernar según el espíritu del Sagrado Corazón! Se puede resumir en estas palabras: dejar que sea el Corazón de Jesús quien guíe, y contentarse con sostener su acción con dulzura pero con firmeza, de modo que cada superior pueda decir: No soy yo quien gobierna, es el Sagrado Corazón quien gobierna a través de mí; yo solo soy su humilde y dócil instrumento (PDR 5).
El superior debe hacer dos cosas: consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús y permanecer constantemente unido a este Corazón divino. Debe renunciar a actuar según su propia mente, a obrar según su voluntad personal, a amar según sus propios afectos humanos, y dejarse guiar en todo únicamente por las luces y los movimientos del Sagrado Corazón. Esta gracia se obtiene mediante la unión habitual con este Corazón divino y con la conformidad de la vida, los pensamientos y los sentimientos a Él (PDR 6).
La solicitud de los superiores debe extenderse a todos los inferiores, sin excepciones, y manifestarse en una devoción sin límites por los intereses, y sobre todo por la santificación, de cada uno de ellos. Esta devoción, tomada de la única fuente verdadera, el Corazón de Jesús, hará de cada superior un auxiliar activo y celoso de este Corazón divino (PDR 9).
Muy interesantes son las diez máximas de los superiores que Dehon presenta al final de la obra:
- Un superior ocupa el lugar de Jesucristo. Como Él, debe iluminar y caldear las almas.
- Las virtudes y los defectos de una comunidad provienen, generalmente, del superior.
- Los superiores que quieren cumplir con su deber siempre tienen mucho que sufrir.
- Deben recordar el ejemplo de Jesucristo, que soportó con paciencia.
- Nada es más dañino para una comunidad que ser gobernada por superiores demasiado débiles, que buscan complacer y hacerse amar.
- Los superiores a menudo ganan mucho aceptando consejos, incluso de sus inferiores.
- Los superiores deben elegir el momento adecuado para corregir.
- Los superiores deben mostrar a sus inferiores estima y confianza.
- Es más fácil prevenir los abusos que reformarlos.
- Es característico del espíritu de Dios actuar con dulzura y amor (DRP 23).
A partir de la lectura de estos textos de Dehon dirigidos a la Congregación, es posible identificar algunos elementos recurrentes sobre el liderazgo. Dehon señala que el liderazgo debe vivirse como una responsabilidad espiritual y moral: el superior está llamado a ser un modelo de virtud, guiando con el ejemplo y promoviendo el crecimiento espiritual de los miembros de la comunidad. Otra característica de un buen liderazgo, según Dehon, es la capacidad de disciplina y organización: para él, es fundamental mantener un ambiente ordenado y disciplinado, asegurando que se respeten las reglas y que las actividades diarias se desarrollen de manera armoniosa. Dehon también reconoce la necesidad de una buena comunicación: un liderazgo eficaz requiere una comunicación clara y abierta con los miembros de la comunidad, así como capacidad de escucha y diálogo. Además, para Dehon, el superior debe ejercer su autoridad con humildad, reconociendo que el liderazgo es un servicio a los demás, más que un medio para su propio prestigio. El liderazgo en la Congregación, según Dehon, también debe caracterizarse por la atención a las necesidades individuales, tratando de reconocer y responder a las exigencias específicas de cada miembro de la comunidad, así como por la promoción del espíritu comunitario, trabajando para construir un sentido de unidad y fraternidad dentro de la comunidad. En resumen, el enfoque del Padre Dehon sobre el liderazgo parece estar centrado en una guía servicial, orientada al crecimiento espiritual de los miembros de la Congregación y a la vivencia de la comunión y la fraternidad dentro de la comunidad religiosa. Es un liderazgo profundamente enraizado en la espiritualidad del Sagrado Corazón y en la imitación de Cristo.
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