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Orar con la Palabra 1 de enero

Orar con la Palabra 1 de enero

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21

 

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

 

Homilía del 1 de enero de 2025

Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

Después de todos un año lleno de aventuras, desafíos, aprendizajes, y para algunos de perdidas significativas, el Señor nos da la oportunidad de empezar un año nuevo lleno de esperanzas y de buenos deseos. Que los deseos de un feliz, sí, feliz año nuevo, llene nuestros corazones de esperanza cristiana.  

La celebración del Jubileo de la Esperanza, iniciada con la Navidad y que concluirá con la Epifanía en el año 2026, hoy viene marcada por la celebración de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y por la apertura de la Puerta Santa de la Basílica “Santa María la Mayor”. “Santa María, Madre de Dios”, es uno de los títulos más preciosos referidos a nuestra Madre del Cielo. Reconocemos que María es Madre de Dios porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. En este día también celebramos la XXVIII Jornada Mundial por la Paz, que nos compromete, sin descanso, a trabajar por la paz en el mundo.   

Iniciamos el año con el gran deseo de que el Señor nos bendiga y nos proteja, como dice el libro de los Números, y que el mismo Dios, Príncipe de la Paz, nos ilumine con su rostro. Este deseo que va más allá de una simple aspiración: en Jesucristo se nos da la gracia salvadora que nos saca de las oscuridades de nuestras vidas para llenarnos de su luz; en Él nuestra vida se ilumina, en Él somos luminosos. Su rostro luminoso es fuente de Paz.      

La verdadera paz solo nos la puede dar el Señor, “nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley”, como dice el Apóstol Pablo. La Paz de Dios nos viene por una persona concreta, Jesucristo. Él es nuestra Paz. Él nació de la Virgen María no para destruir la vida, no para hacer la guerra contra la humanidad, sino para darnos vida en abundancia. Esta vida en abundancia que él nos trajo con su encarnación, no se caracteriza por las cosas materiales, pues el mismo Cristo optó por la pobreza, sino, por la abundancia de amor, de justicia y de paz. Dice el salmista, profetizando a Cristo: “que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente”.  El Hijo de Dios ha nacido bajo la ley y asumió nuestra condición de pecado para elevarnos a categoría de hijos de Dios. Esta condición de hijos nos impulsa a trabajar por la Paz. Por ser hijos de Dios la Paz no puede ser algo ajeno a nosotros. Nos recuerdan las bienaventuranzas que los que trabajan por la paz serán llamados hijos de Dios. Nosotros somos y nos llamamos hijos de Dios por medio del bautismo. Que el trabajo por la paz que todos estamos llamados manifieste aquello que somos. Si donde está Cristo está la Paz, podemos decir, que allí donde está un cristiano también está la Paz. El Padre de nuestro Señor Jesucristo es el Dios de la Paz. El salmista corrobora esto: “el Señor bendice a su pueblo con la Paz”.

Que en esta solemnidad de María, Madre de Dios, nos ayude a escuchar y acoger a la Palabra de Dios que se hizo hombre para nuestra salvación. Qué Jesús, el Príncipe de la Paz nos bendiga, nos proteja e ilumine nuestros pasos. ¡Feliz Año Nuevo! ¡Feliz Año de la Esperanza!   

scjdehonianos
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