https://dehonianos.com/wp-admin/admin.php?page=wpcode
 

Orar con la palabra 9 de febrero

Orar con la palabra 9 de febrero

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 5, 1-11

 

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.

Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».

Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

5.º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (C)

Según el evangelio de Lucas, Jesús inicia su actividad y la predicación del Evangelio solo. Pero ese periodo de tiempo fue breve. Al poco, comienza a tener seguidores. Él mismo llama a sus discípulos, un grupo cercano y más reducido que lo acompañará de manera continua. Los evangelistas se detienen a contar la llamada y vocación de estos discípulos, porque contienen en sí una lección de fe sobre el encuentro personal con Jesús y son la base del futuro cristianismo. Cualquier cristiano se ve reflejado en la experiencia de los apóstoles; cualquier cristiano desearía haber conocido y convivido con Jesús a diario; cualquier cristiano imagina la mirada directa del Maestro pronunciando su nombre.

Todo comenzó en el lago, a campo abierto, cuando la gente se agolpó en torno a Jesús para oírlo. La naturaleza, los espacios abiertos y no los cerrados, fueron el escenario de la primera predicación de Jesús. Es normal que hubiera barcas de pescadores en torno. Jesús se valió de una de ellas como pedestal. Aquella barca era la de Simón, que puso lo que tenía al servicio del Maestro. Dejó que subiera a su lugar de trabajo cotidiano. Las dos parejas de hermanos pescadores del lago (Simón y Andrés, Santiago y Juan) habían conocido y admirado a Jesús, y se habían hecho sus seguidores. Cuando Jesús habló a las muchedumbres, ellos estaban allí en primera fila, facilitando su labor, pero quizás todavía no estaban totalmente convencidos ni comprometidos con la causa.

Por eso, el éxito de número de la predicación de Jesús pasó a un segundo plano: lo importante fue el diálogo personal que mantuvo con Simón y la proposición que le hizo. Lo valioso fue la vocación y el compromiso íntimo. Jesús le pidió algo nuevo: salir a pescar de día. No era una hora adecuada, pero Simón, contra toda lógica, olvidando su experiencia de pescador que le aconsejaba pescar de noche, confió. Quizás ya había visto que los hechos acompañaban las palabras de Jesús y que, en este caso, su iniciativa era decidida. Simón venció la decepción, la desconfianza y el pesimismo del “no hay nada que hacer hoy con la pesca”. Experimentó la fuerza y las nuevas posibilidades que Jesús le brindó: las redes se llenaron de tal cantidad de peces que casi se rompieron. Jesús colmó cualquier expectativa que hubiera podido albergar antes Simón: la pesca fue sobreabundante, desmesurada, tanto que la otra barca tuvo que ir en ayuda.

Ante semejante hecho, todos los pescadores se quedaron estupefactos. Solo ellos eran testigos de algo inaudito, sobrenatural. Simón se arrojó a sus pies y al confesar a Jesús como Señor, pasó a ser Pedro. Acababa de creer totalmente en Jesús, no como profeta verdadero y sabio, sino como la manifestación del mismo Dios. Esa es la razón por la que, una vez reconocida la presencia divina, se sintió indigno y pecador. Experimentó el temor de Dios con humildad: “Apártate de mí, que soy un pecador”. La concepción teológica del Antiguo Testamento, apuntaba a que la distancia y la separación debía mantenerse entre el pecador y lo divino, entre la criatura y el Creador, entre el hombre y Dios. “¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al rey y Señor de los Ejércitos”, exclamaba Isaías en la primera lectura. El camino de Isaías y de Pedro fue común. Ambos fueron de la gloria divina al descubrimiento de la pequeñez humana, del esplendor de la santidad a la confesión de la propia miseria. Ambos descubrieron que el pecado es siempre la “in-dignidad”, es decir, la distancia ante el Santo. Con todo, tanto en el caso de Isaías como en el de Pedro, de Dios mismo llegó la purificación. Por el fuego en los labios, Isaías pudo recibir la misión que Dios le confería de ser profeta. Por la llamada, Simón pasó a ser Pedro, el “pescador de hombres”. Dios terminó por salvar esa distancia que parecía insalvable para involucrarse con el hombre, también con su pecado.

Toda vocación es una llamada a colaborar con Dios, para, cambiando, acercarse y asemejarse a Él.

P.Pablo Miñambres

 

scjdehonianos
[email protected]
No hay comentarios

Escribe un comenario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

togel online wengtoto wengtoto wengtoto wengtoto wengtoto