
27 Jun Solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo: unidad y misión
Una rama de la psicología dice que los bebés, cuando establecen una relación segura de apego con la madre o el padre, pierden el miedo a explorar el mundo porque saben que alguien está pendiente de ellos. La sensación de tener un punto seguro y fiable les impulsa a investigar por sí solos. En la Iglesia nos pasa lo mismo.
La Iglesia siempre ha tenido dos almas:
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Una empeñada en la unidad, en custodiar fielmente lo que se le dio desde el principio, incluso a base de firmeza. Es el alma de Pedro.
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La otra, una alma aventurera y audaz, que ha roto fronteras para llevar la Palabra de Dios más allá de los límites de cada tiempo. Es el alma de Pablo.
La valentía y la audacia necesitan de la firmeza y la seguridad. Inclinarse solo hacia Pedro o solo hacia Pablo, encerrarse en la tradición o romperla por completo, no tiene sentido.
Polarización y tentaciones actuales
Últimamente hemos vivido en la Iglesia casos de grupos muy polarizados que intentan forzar esta doble naturaleza a su favor:
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La unidad, representada por el magisterio de Pedro y la transmisión fiel de la doctrina recibida en los Evangelios e interpretada por la Iglesia, no puede convertirse en uniformidad.
Muchos de quienes la buscan solo desean uniformidad en las formas, pero no en el fondo: que todos vistan igual, celebren igual o piensen igual en temas controvertidos. -
Por otro lado, a veces, en nuestra intrepidez misionera, hemos diluido tanto el lenguaje y los símbolos para adaptarlos a la sociedad actual que hemos perdido garra y provocación evangélica.
Las figuras de Pedro y Pablo: testigos heridos
Hoy celebramos a Pedro y Pablo, dos columnas de la Iglesia, y sus vidas nos recuerdan que:
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Pedro, el primer Papa, recibió de Jesús el poder de las llaves. Pero no olvidemos que fue pecador, fracasado, bocazas y traidor, alguien que negó tres veces al Señor.
El poder en la Iglesia está depositado en la herida del fracaso.
Como pastores, nunca debemos olvidar que nuestro poder nace de nuestra debilidad. No somos héroes, sino testigos.
Nuestro fracaso habla de la grandeza de Dios, que se manifiesta en nuestra debilidad. -
Pablo, por su parte, es el ejemplo de la audacia profética y evangelizadora. Se considera Apóstol por pura misericordia, recordando siempre que fue perseguidor de la Iglesia.
En ambos casos, no es cuestión de méritos, sino de gracia.
La autenticidad cristiana: más allá de ideologías
La auténtica vida cristiana no la definen nuestros posicionamientos ideológicos dentro de la Iglesia.
Si alguien se siente «más Iglesia» por pertenecer a una facción, un movimiento o una congregación… que Dios le perdone.
La auténtica identidad del cristiano siempre ha estado ligada a la prueba y al testimonio:
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Pedro sufrió cárcel.
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Pablo también.
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Pedro tuvo el apoyo de su comunidad.
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Pablo se quejó de haberse quedado solo.
Ambos dieron testimonio con la entrega de sus vidas:
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Pedro, crucificado boca abajo.
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Pablo, decapitado en Roma.
Ambos, como dice San Pablo, «corrieron bien la carrera» y «mantuvieron la fe hasta el final».
Hoy no celebramos ni sus defectos ni sus méritos, sino su entrega total.
Una invitación a la entrega diaria
Ojalá que sepamos imitarles en esto:
En la entrega de cada día, con sus pequeñas y grandes renuncias.
Que más allá de ideologías o méritos, nuestras renuncias se conviertan en un testimonio digno de ser creído, como el de Pedro y Pablo.
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