Vigilia de Oración para la Jornada de la Memoria Dehoniana

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Vigilia de Oración para la Jornada de la Memoria Dehoniana

Una Iglesia mártir en el corazón del África

INTRODUCCIÓN GENERAL

Este año, en la Jornada de la Memoria Dehoniana, además de rezar y dar gracias por el testimonio de todos los Dehonianos que han entregado su vida por la fe y en favor del prójimo, queremos recordar de manera especial a la Beata María Clementina Anuarite Nengapeta y a los 28 Dehonianos asesinados en 1964 durante la rebelión de Simba en el Congo.

Para entender y apreciar su testimonio y su muerte es necesario, en primer lugar, echar un vistazo a la situación en el Congo en aquel momento.

El 30 de junio de 1960 el Congo obtuvo la independencia del Reino de Bélgica. El primer Presidente del Consejo, Patrice Lumumba, con una personalidad carismática, permaneció en el cargo menos de tres meses y fue asesinado el 17 de enero de 1961. En los años siguientes estallaron numerosas guerras civiles, por razones ideológicas y étnicas, unidas a la presencia todavía muy fuerte de Bélgica en el ejército, la administración y la economía, así como la influencia de las diversas potencias de la Guerra Fría, especialmente Estados Unidos, la Unión Soviética, Cuba y China. Todo esto hizo imposible un desarrollo pacífico hacia la verdadera independencia.

Muchos congoleños tenían grandes esperanzas en la independencia, con la perspectiva de mejorar sus condiciones de vida, pero éstas se frustraron en gran medida. En este contexto se produjo la rebelión de los Simba, que duró desde 1963 hasta 1965 y durante la cual una gran parte del este del Congo fue conquistada por ellos. Muchos soldados de los rebeldes vieron en los misioneros vestidos de blanco y en las religiosas una continuidad de la presencia colonial así como la posesión de temibles conocimientos y poderes que obstaculizaban, a sus ojos, el futuro de un Congo independiente. Este ambiente de frustración social, desconfianza y luchas de poder preparó el camino para una explosión de violencia, en la que fueron víctimas muchos misioneros, religiosos y catequistas, entre ellos la Beata Anuarite y 28 Dehonianos, en noviembre de 1964. Muchos de ellos podrían haber escapado de la violencia refugiándose en la gran ciudad, pero eligieron permanecer en los desprotegidos lugares de misión, junto a las comunidades cristianas confiadas a su cuidado. Su vida es testimonio del Evangelio, que abarca a todos los hombres y todas las culturas, más allá de cualquier nacionalismo, violencia o ideología.

 Canto de entrada

ACTO PENITENCIAL

Acercar la historia de la Beata Anuarite, de Mons. Wittebols, del P. Longo y los demás mártires dehonianos del Congo significa adentrarse en un contexto de violencia y muerte; una realidad aun trágicamente presente en nuestro mundo.

Con un corazón contrito y humillado, en un momento de silencio, pedimos perdón al Señor por nuestra infidelidad y por nuestra responsabilidad, como cristianos y ciudadanos, en los males actuales. Y al mismo tiempo, al confesar nuestras faltas, ofrecemos nuestro perdón por las ofensas que han cometido los demás contra nosotros, y en particular, pedimos por aquellos que a lo largo de la historia y aún hoy en día desprecian, persiguen y matan a los cristianos a causa de su fe. Renovamos nuestro compromiso de ofrecer nuestras vidas para ser servidores de la reconciliación.

 

Después de un momento de silencio se canta o se escucha el canto:

 

Canto: Mokonzi yoka mawa (Kyrie eleison)

Mokonzi yoka mawa (2x)       Mokonzi e e, yoka biso mawa

Kristu yoka mawa (2x)            Kristu e e, yoka biso mawa

Mokonzi yoka mawa (2x)       Mokonzi e e, yoka biso mawa

(https://www.youtube.com/watch?v=cALKhZrB6VE)

 

Mientras se canta/escucha, en cada uno de los versículos se enciende una candela y/o se presenta diversos elementos utilizados en la cultura africana para los rituales de reconciliación: cenizas, maíz, fruta, Biblia…

 Oración

Te damos gracias, Padre, Señor del Cielo y de la tierra,
porque en tu Hijo Jesús
has revelado el misterio de tu amor.
Transfórmanos en Cristo, siervo de los hombres,
y danos un corazón semejante al suyo;
haz que seamos ofrenda disponible
para anunciar tu misericordia.
Tú nos llamas a compartir el amor salvífico de Cristo
en una vida de oblación;
haznos partícipes de su redención
con la ofrenda de nuestra vida.
Juntamente con nosotros acoge
las expectativas y sufrimientos de nuestro mundo,
las esperanzas y fatigas de la Iglesia,
las alegrías y dolores de toda la humanidad.
Haznos profetas del amor
y humildes servidores de la reconciliación,
en camino hacia la Pascua de tu Reino. Amén.

 

UNA VIDA OFRECIDA A DIOS Y A LOS DEMÁS

Monición

El martirio de la Beata Anuarite y de los Dehonianos que perdieron la vida durante la rebelión de los Simba tiene sentido desde una vida entregada a la misión; pero sobre todo, a partir de una vida donada y ofrecida al Señor. Como otra mujer: Rut, la moabita, ellos decidieron quedarse con los más necesitados, participar en su mismo destino, formar un pueblo, compartir la fe en el mismo Dios. Por Él se consagraron y ofrecieron sus vidas hasta el final, como escucharemos con sus propias palabras.

Palabra de Dios: Rut 1,1.3-6.14-16.22

«Sucedió, en tiempos de los jueces, que hubo hambre en el país y un hombre decidió emigrar, con su mujer y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la región de Moab.

Murió Elimélec, el marido de Noemí, y quedó ella sola con sus dos hijos. Estos tomaron por mujeres a dos moabitas llamadas Orfá y Rut. Pero, después de residir allí unos diez años, murieron también Majlón y Kilyón, quedando Noemí sin hijos y sin marido. Entonces Noemí, enterada de que el Señor había bendecido a su pueblo procurándole alimentos, se dispuso a abandonar la región de Moab en compañía de sus dos nueras.

Después Orfá dio un beso a su suegra y se volvió a su pueblo, mientras que Rut permaneció con Noemí. «Ya ves —dijo Noemí— que tu cuñada vuelve a su pueblo y a sus dioses. Ve tú también con ella». Pero Rut respondió: «No insistas en que vuelva y te abandone. Iré adonde tú vayas, viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios». Así fue como Noemí volvió de la región de Moab junto con Rut, su nuera moabita. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la siega de la cebada».

Del diario de la Beata María Clementina Anuarite Nengapeta

«Me he consagrado sólo a Jesús. Por lo tanto, trataré de complacerlo y reconoceré que todo lo que me sucede es su voluntad. ¿No he profesado los votos? Debo mantener la calma, tanto en los momentos de alegría como en los de dificultad, tanto en la hora de la enfermedad como en el momento de la prueba. Debo aceptarlo todo, ¡sí! ¿No es por eso que vine aquí? […]

No busques tu alegría más que sólo en Jesús. No te preocupes por nada. Debo saber en primer lugar lo que Dios quiere de mí cuando me ordena algo. Si busco mi alegría fuera de Jesús, que sepa bien, alma mía, que no puedes encontrar consuelo. Jesús, dame el espíritu de oración y fidelidad para observar las normas. Dame fuerza para no confiar en mí misma diciendo: “No hay peligro”. Virgen prudente, que yo sea prudente… Aceptaré todo lo que me pase, porque es la voluntad de Dios. ¿Vine aquí para seguir a quién? ¿a las superioras? ¿a las hermanas? ¿a las chicas? ¿a todos los hombres? A ninguno de ellos. ¿No he venido sólo por mi amado, Jesús?».

 

El Siervo de Dios, P. Bernardo Longo a los escolásticos de Bolonia (18 de agosto de 1951)

«Deciros cuál es el secreto de la vida de un misionero es difícil. Creo que es Cristo, misteriosamente presente en el misionero. Cristo en la lengua, Cristo en el corazón, Cristo en el altar, Cristo en la escuela. Cristo en la ciudad, Cristo en las almas, Cristo entre los pequeños y grandes, Cristo amado y bendecido en la dura lucha del espíritu y de la carne. Encontrar un modelo para ser un misionero es difícil. Busco atraer la protección de la Virgen María, la madre de Cristo. La vida misionera, tomada en serio, es una cruz pesada. Siempre trato de volver a los principios sobrenaturales… Preparaos en la santidad, en la paz, en el equilibrio de vuestras facultades. Pero sobre todo, rezad con humildad. Queridos jóvenes, el misionero es un apasionado de Cristo. Vive como Pablo entre los peligros y las tentaciones. Pero tiene a Cristo que lo consuela».

Momento de silencio

 Oración

Padre mío,

me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es ofrecerme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre. Amén.

                                    (Beato Charles de Foucauld)

 

Canto

 

UNA VIDA ENTEGADA HASTA EL FINAL

Monición

Además de la Beata María Clementina Anuarite Nengapeta, el Siervo de Dios P. Bernardo Longo y Mons. José Wittebols, otros 26 Dehonianos fueron asesinados en noviembre de 1964. Ellos son: Joseph, Frances, Amor, Herman, Gerard, Joseph, Henricus, Damian, Aloysius, John, Joseph, Henry, Jacques, Clement, Andrew, Jerome, Karel, Christian, Leo, Henry, John, Arnold, John, Peter, Arnolf y William. No queremos narrar la crónica de sus asesinatos. En cambio, encontramos el significado de su muerte en la actitud con la que afrontan esa muerte, a veces recogida en testimonios o incluso mostrada a todo el pueblo de Dios, como en el caso de la Beata Anuarite; otras veces, simplemente, desde el silencio. De todas las maneras, en ellos brilla la fuerza del Evangelio y la promesa de Cristo, que incluso en la mayor de las persecuciones, no estamos solos.

Palabra de Dios: Mt 10,28-33

✠ « No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.

¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.

A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

De la homilía de San Juan Pablo II en la beatificación de María Clementina Anuarite (15 de agosto de 1985)

«Anuarite se había empeñado en seguir al Señor sin reservas; le había entregado su fidelidad y consagrado su virginidad. Y, día tras día, con afecto y profundidad, oraba a la Madre de Cristo; se la veía como inmersa en la oración ante la imagen de Nuestra Señora o rezando atentamente el rosario con sus hermanas o con los niños de que se ocupaba. […]

Llega el tiempo de la prueba y esta joven religiosa la afronta. […] Supera la intranquilidad de la angustia; su valentía no conoce la debilidad, sostenida por la presencia afectuosa de sus superioras y de sus hermanas. […] Para defender a su superiora, amenazada a causa de su propia negativa se atreve a decir: “Me mataréis sólo a mí”. Cuando los golpes mortales caen sobre ella, sus hermanas oyen claramente cómo dirige estas palabras al que la golpea: “Os perdono, porque no sabéis lo que hacéis”; y además: “Así lo he deseado”. De la forma más directa, Anuarite sigue a Cristo, a quien se había entregado: como Él, ella perdona; como Él, ella realiza su sacrificio. […]

En la hora de la tempestad, no duda en poner por encima de todas las cosas el valor de su consagración a Cristo en la castidad perfecta. La tarde de su muerte, había dicho en la casa azul de Isiro: “He renovado mis votos; estoy dispuesta a morir”. Anuarite es un testimonio firme del valor incomparable de un compromiso asumido, frente a Dios y sostenido por su gracia». (Homilía de San Juan Pablo II, 15.08.1985).

De los escritos de Mons. José Wittebols

«Quien escucha esta llamada, comprende que su vida ya no tendrá sentido si no ofrece. Y la palabra “donación” no significa aquí dar algo, sino darse a sí mismo; y uno no se da parcialmente. No nos hemos donado a nosotros mismos hasta que no nos hemos entregado sin reservas y sin límites. Donación total a Dios. […]

La actitud de abandono total al beneplácito del Padre es realmente la esencia de la vida de Nuestro Señor. Es lo que hace a Jesús la única víctima, sin mancha, la única que agrada al Padre, la única capaz de redimir a la humanidad reparando la ofensa hecha a Dios. Para ser víctima se hizo hombre, y ha dado testimonio con toda su vida, desde el Ecce venio inicial hasta el Consummatum est en el altar de la cruz. Es también la disposición de la Santísima Virgen María, la corredentora, cuya vida estuvo totalmente guiada por la voluntad de realizar con amor el Ecce ancilla Domini de la Anunciación». (La donación total, 61. 195).

«El buen Dios ha puesto sus ojos en todo lo que nos sucede. Tratemos de aceptar su santa voluntad y ofrezcamos nuestros sufrimientos y penas por el bien de la Iglesia con un gran amor a Jesús. En este mes del Rosario me uno incesantemente a todos vosotros a través del Rosario para obtener la ayuda y protección del Corazón angustiado e inmaculado de María. Mi corazón está unido a todos vosotros y os bendigo a cada uno paternalmente». (Carta de Mons. Wittebols a P. Longo, 15 de octubre de 1964).

Momento de silencio

Himno (a dos coros) Eclesiástico 51, 1-8

Canto: Nada te turbe

Te doy gracias, Señor y Rey,

te alabo, oh Dios mi salvador,

a tu nombre doy gracias.

 

Porque fuiste mi protector y mi auxilio,

y libraste mi cuerpo de la perdición,

del lazo de una lengua traicionera,

de los labios que urden mentiras;

 

frente a mis adversarios

fuiste mi auxilio y me liberaste,

por tu inmensa misericordia y por tu nombre,

de las dentelladas de los que iban a devorarme,

de la mano de los que buscaban mi vida,

de las muchas tribulaciones que he sufrido;

 

de las llamas sofocantes que me envolvían,

de un fuego que yo no había encendido;

de las entrañas del abismo,

de la lengua impura, de la palabra mentirosa,

calumnia de una lengua injusta ante el rey.

 

Yo estaba a punto de morir,

mi vida tocaba el abismo profundo.

Por todas partes me asediaban y nadie me auxiliaba,

buscaba a alguien que me ayudara y no había nadie.

 

Entonces me acordé, Señor, de tu misericordia

y de tus obras que son desde siempre,

de que tú sostienes a los que esperan en ti

y los salvas de la mano de los enemigos.

 

Canto: Nada te turbe

 

Oración universal

Oh Señor, Rey de los mártires, consuelo de los afligidos y amparo de cuantos sufren por tu amor y por la Iglesia, escucha con bondad nuestra plegaria de intercesión:

Por todos aquellos que son perseguidos,

sé Tú Esperanza, para que no desesperen en la lucha, ni vacilen en la fe, sino que experimenten la dulzura de tu consuelo.

Oremos: ¡Escúchanos, Señor!

 

Por todos aquellos que deben soportar tormentos y violencia, hambre y cansancio,

sé Tú Fuerza, que infunda la certeza de los premios prometidos a los que perseveran hasta el final.

Oremos: ¡Escúchanos, Señor!

 

Por todos aquellos que están expuestos a vejaciones morales,

sé Tú Luz que ilumine las mentes, para que vean el camino de la verdad.

Oremos: ¡Escúchanos, Señor!

 

Por todos aquellos que están cansados y oprimidos,

sé Tú Descanso y Fortaleza que sostenga su empeño, superando cada crisis, indecisión y fatiga.

Oremos: ¡Escúchanos, Señor!

 

Por todos aquellos que no pueden profesar abiertamente su fe y cultivar su vida cristiana,

sé Tú mismo Voz amiga, que les ayude, les anime y les sane, dándoles gozo y paz.

Oremos: ¡Escúchanos, Señor!

 

Nuestra oración sea apoyo y consuelo para nuestros hermanos que sufren y son perseguidos y nuestra fraterna solidaridad les haga sentir que no están solos para que puedan libremente servirte y adorarte. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Padre nuestro

Oración final

María, Reina de los mártires,

que estás unida a tu Hijo en el martirio,

acompáñanos en los pequeños y grandes momentos

en los que se nos invita a ser testimonio del Evangelio.

Consuélanos con tu amor de Madre

en nuestro compromiso de seguir a Cristo cada día,

especialmente en las situaciones más complicadas y difíciles.

El amor a Cristo,

que estimuló a los mártires,

alimente con fuerza

todos los días de nuestra vida.

                                    (San Juan Pablo II)

 

Canto final

Mientras la asamblea se dispone a salir se puede poner la canción “Jerusalema” de Master KG en colaboración con Nomcebo Zikode. Escrita en lengua venda (hablada en Sudáfrica y Zimbabue), se dirige a Dios pidiendo poder encontrarlo en la Jerusalén del cielo, hogar entrañable para todos.

Jerusalén es mi hogar, sálvame, se fue conmigo, no me dejes aquí.

Mi lugar no está aquí, mi Reino no está aquí, sálvame, ve conmigo.

(https://www.youtube.com/watch?v=fCZVL_8D048)

Descargar Vigilia de Oración aquí.

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