Dehonianos

Quisiera dar un salto, espero que no sea de gigante, al presentar la parábola de hoy.

1.- Astucia, no para delinquir, sino para construir

Jesús alaba la astucia del administrador injusto. Subraya que es injusto, pero obra con picardía. Nosotros debemos usar ese modo de proceder: astuto y sagaz, pícaro y certero para volver nuestro rostro a Jesús. Quizá este sea el mayor reto hoy del cristianismo: volver a presentar a Jesús como el hombre que llena nuestra vida, que colma nuestra seguridad de presente y futuro.

Vivimos en un mundo en constante cambio, donde las formas tradicionales de comunicar la fe a veces no llegan a todos. Entonces, ¿cómo podemos ser astutos en nuestro compromiso con el Reino? ¿Cómo podemos transmitir el amor de Dios en las redes sociales, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones? La creatividad y la humildad son claves para construir puentes y acercar a otros a Cristo.

No se trata de engañar o hacer trampa, sino buscar nuevas formas de transmitir el Evangelio en nuestro día a día. Nuevas formas de vivir que cautiven a otros. Y ayer como hoy, la verdadera astucia cristiana consiste en ser sabios en el amor, en la misericordia y en la justicia, en la cercanía con la gente, en la ternura hacia los más desfavorecidos, en un sinfín de pequeños detalles. No hacen falta grandes hazañas…

2.- Quien es de fiar en lo poco, será de fiar en lo mucho

Jesús nos recuerda que la fidelidad en las pequeñas cosas es fundamental. Ser honestos en los detalles del día a día, en nuestras palabras y acciones, demuestra quién realmente somos y en quién confiamos.

Hay que cuidar las formas en todos los ámbitos de la vida: en el trabajo, en la comida, en el juego, en el tiempo libre, en el descanso, en las relaciones con los amigos, cuando vamos a comprar al supermercado, o caminando por la calle… La confianza en Dios se construye en lo cotidiano, en las pequeñas decisiones que tomamos cada día.

3.- Y el Dios de Jesús, en el centro de nuestra vida

No podemos dividir nuestro corazón entre Dios y las cosas materiales. Debemos decidir quién será el centro de nuestra vida.

¿Queremos que Dios sea nuestro Señor? Entonces, debemos dejar otros señores, como el dinero, el poder o las apariencias, el prestigio o nuestro propio orgullo y lo importante: poner al Dios de Jesús en primer lugar.

E insisto en el Dios de Jesús porque podemos afirmar con rotundidad que creemos en Dios. Y es verdad, pero para creer en el Dios de Jesús, todos debemos hacer camino de kénosis y vaciamiento… nuestros esquemas, nuestra edad, nuestras seguridades no nos dejan…

Finalmente, si deseamos que el Dios de Jesús sea el centro de nuestra vida, debemos dejarnos mover por la gracia de Dios, y también tomar una decisión personal y profunda: implica dejar atrás lo que nos aparta de Él y abrir nuestro corazón para que Él sea el centro de todo.

Solo así podremos construir un Reino de amor, justicia y paz en nuestro mundo.
Solo Él da sentido a todo.

Gracias.