Dehonianos

Marco Bernardoni

Este año se cumple el centenario de la muerte del padre Leone Giovanni Dehon (Bruselas, 1925), sacerdote y religioso francés, fundador de la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (dehonianos). Para la ocasión, además de las celebraciones previstas por el gobierno general de la Congregación entre Francia y Bélgica, la Comisión Teológica Dehoniana Europea ha organizado su seminario de estudio en Clairefontaine, Bélgica (6-9 de agosto), dedicado al tema de la herencia del pensamiento y la acción social del padre Dehon. Se trata de una parte importante de la vida del fundador, un trentenio, desde 1872 hasta 1903, año de la expulsión de los institutos religiosos de Francia. Los tres días del seminario se estructuraron a partir de tres palabras que marcaron el apostolado social de Dehon: la relación con la democracia naciente en la Tercera república francesa; la exhortación dirigida al clero «Allez au peuple» (¡Id al pueblo!) y la categoría bíblica del «Reino de Dios», o «Reino de los cielos», que Dehon asocia al «Reino del Sagrado Corazón de Jesús», cuya difusión «en las almas y en las sociedades» asignará como misión a sus religiosos.


Democracia cristiana

La primera palabra, democracia (cristiana), requiere una aclaración histórica para no malinterpretar el significado. En el caso de Dehon, se trata de la confrontación que, como cristiano y sacerdote, vive ante la novedad política y social de la Tercera república, la forma de gobierno que sigue a la derrota francesa en Sedán (1870) y dura hasta la víspera de la Segunda guerra mundial. Esta nueva configuración de la vida civil y política abre la puerta a la experiencia aún incipiente de la forma democrática, una revolución copernicana con respecto a la Francia (y la Europa) del Antiguo Régimen, que una parte del catolicismo aún espera restaurar, oponiéndose a la República.

En la vida del joven sacerdote Dehon, la experiencia del movimiento democrático cristiano se entrelaza estrechamente con el inicio de su ministerio pastoral en Saint Quentin (1871), marcado por el encuentro en esa ciudad industrial del noreste de Francia con la miseria y la opresión de los obreros. Las condiciones de vida y la exclusión social de la clase obrera y su alejamiento de la Iglesia se convierten para él en una verdadera llamada a la acción.

Su compromiso social —impulsado, por así decirlo, por un movimiento democrático más amplio dentro del catolicismo francés— se vio alimentado por el impulso de influir en el régimen republicano en un sentido evangélico. Una vez superada su resistencia inicial y sus simpatías personales por la monarquía, la oración, el estudio y el análisis de la realidad social le convencieron de que la autoridad y la credibilidad de la Iglesia pasaban por la aceptación de la vida republicana —que es el régimen político elegido por el pueblo francés— y por la búsqueda y creación de espacios en los que los cristianos debían implicarse para construir e influir en las decisiones políticas. La acción social democrática se convierte en una oportunidad para hacer el bien de todos, y no para defender los intereses de una parte. Dehon se convence de que solo así se promoverá la causa del Reino de Dios y se defenderán, en consecuencia, los intereses legítimos de la Iglesia.

El profundo sentido que anima su compromiso social y político encuentra expresión en la definición que él mismo da de la Democracia cristiana como «el reino de la justicia y la caridad por el bien de todos, con especial atención a los obreros y los pobres […]. La democracia cristiana es el triunfo del Evangelio, es el reino del Sagrado Corazón» (Le Règne du Cœur de Jésus dans les âmes et dans les sociétés, abril de 1898). Cabe señalar que en sus escritos Dehon es siempre muy prudente y evita cualquier referencia a este movimiento democrático como experiencia política, temiendo la tentación de caer en una forma de proximidad arriesgada entre la acción pastoral de la Iglesia y las decisiones de las instituciones políticas. Por esta razón, insistirá en calificar dicha acción como «social».


«Allez au peuple»

La segunda palabra del seminario era un lema del apostolado social, «Allez au peuple!» («¡Id al pueblo!»), que Dehon asume para sí mismo y para sus religiosos a partir de los escritos de León XIII. Es el papa Pecci quien, respondiendo al obispo de Lieja, escribe: «Debéis exhortar a vuestros sacerdotes a ir al pueblo; no pueden permanecer encerrados en sus iglesias y en sus presbiterios». Un lema que Dehon reforzará con la exhortación a «salir de las sacristías».

El impacto del joven sacerdote Dehon con la realidad de los obreros de Saint Quentin se ve reforzado por la constatación de que el clero estaba bastante distante de ellos, sin una comprensión suficiente de la realidad, y que la pastoral ordinaria de la época simplemente ya no tocaba de ninguna manera la vida de estas pobres personas. Para él, fue inmediato constatar la ausencia de la clase obrera en las iglesias, en las parroquias y en las preocupaciones de los sacerdotes. Recuperar esta atención por los más pobres y redefinir, en consecuencia, la acción pastoral se convertirá en su principal preocupación durante esos primeros treinta años de ministerio, que lo llevarán a fundar en Saint Quentin su Congregación religiosa, los Oblatos del Sagrado Corazón (1878), luego renombrados Sacerdotes del Sagrado Corazón, a la cual transmitirá su celo por el apostolado social.

Son los años en los que el papa León XIII –rompiendo con la postura intransigente de su predecesor Pío IX– publica la primera encíclica social, Rerum Novarum (1891), y pide a los cristianos que se hagan cargo de la cuestión obrera. En Francia, la preocupación del papa se traduce en una llamada a cuidar y promover las condiciones de la clase obrera, pero también, y sobre todo, a contrarrestar las fuerzas internas dentro del catolicismo que deseaban y apoyaban el regreso a la monarquía.

Dehon dedica sus energías al servicio de esta causa, primero con obras para los trabajadores (un patronato para los obreros, un colegio), y más tarde con la formación y renovación de la acción del clero, a través de congresos, seminarios y publicaciones. Es en este contexto que el lema «Allez au peuple» adquiere todo su significado.

Dehon percibe con inteligencia y expresa una urgencia para la Iglesia de su tiempo, señalando una «enfermedad» del clero, el galicanismo, que comparaba con «un gran letargo». Su diagnóstico subraya que la evangelización debía impregnar todas las áreas de la vida social: agricultura, comercio, industria, política y legislación. «Ya no basta con la devoción privada» (Catecismo Social, nn. 505-506).


«Adveniat Regnum tuum»

La última palabra en la que se reflexionó durante los días de Clairefontaine fue la petición del Padre Nuestro «Venga tu Reino», que en la vida espiritual de Dehon adquiere una importancia tal que se convierte en el lema de su Congregación («Adveniat Regnum tuum»).

En esta palabra se centró la cuestión principal que emergió durante el seminario a partir de las conferencias y de la lectura de los escritos del fundador: cómo la profunda espiritualidad de Dehon se tradujo en su compromiso social; cómo él llevó a cabo el camino que va de la contemplación del Corazón traspasado del Salvador a la observación concreta, el análisis y la búsqueda de soluciones a los problemas sociales urgentes de su tiempo.

Hay que tener en cuenta una dificultad, es decir, la dificultad para encontrar en los escritos espirituales posteriores a 1903 una clara interconexión entre los dos pilares de la experiencia carismática de Dehon.

Dehon fue sin duda un contemplativo, formado por el espíritu y la práctica de la devoción al Sagrado Corazón. Pero en su espiritualidad se expresa la combinación original de dos tradiciones: la de la Escuela francesa del siglo XVI, que lo empuja a una vida de unión con Cristo; y la ignaciana, que le ofrece las herramientas para vivir esa unión y hacerla fecunda dentro de una sociedad en plena transformación.

Lo atestigua el propio Dehon, escribiendo:
«La Providencia me ha guiado a abrir varios caminos, pero dos especialmente dejarán una huella profunda: la acción social cristiana y la vida de amor, reparación e inmolación al Sagrado Corazón de Jesús. Mis libros […] llevan esta doble corriente nacida del Corazón de Jesús a todas partes» (Notes Quotidiennes XXV/1910, 33).

En el seminario se presentó la tesis de que la categoría del Reino de Dios –vinculada al «Reino del Sagrado Corazón»– podría revelarse como un «vector comunicativo» capaz de dar razón de la conexión entre las dos «corrientes» que marcaron la vida de Dehon.

Tesis no inédita, ya propuesta por el P. Yves Ledure en su Le code du Royaume (Clairefontaine studies 4, 2001), y sin embargo retomada y presentada desde una perspectiva diferente. Primero, releyendo la categoría del Reino de Dios en el contexto bíblico del que proviene, para poder comprender mejor –gracias a los estudios más recientes– sus características fundamentales.

Estamos, de hecho, en el corazón palpitante del anuncio del Jesús histórico: el Reino es una realidad compleja con la que Jesús se refiere a la acción presente de Dios Padre en la historia a través de su vida y sus palabras. Una novedad que es «ya» y «aún no», presente pero oculta, activa pero no impuesta, un don de gracia que previene y, al mismo tiempo, llama a la libertad humana a involucrarse creativamente.

Dehon no poseía una profundidad bíblica como tal. Sin embargo, en sus escritos, también él hace referencia a la categoría del Reino en relación con la acción presente, transformadora y salvadora de Dios en la historia. Él llega a esta conclusión a través de la devoción al Sagrado Corazón, donde madura la idea de la instauración del reino del Corazón de Jesús «en las almas y en las sociedades».

En Clairefontaine se trabajó sobre las últimas dos meditaciones de La Retraite du Sacre Coeur. A través de la metáfora del «Reino del Sagrado Corazón», estas describen dos dimensiones interconectadas de la acción de Dios que involucra a la Iglesia: una «mística» («El Reino del Sagrado Corazón en las almas») y una «social» («El Reino del Sagrado Corazón en las sociedades»).

La primera de las dos meditaciones presenta el costado abierto del Salvador como un espacio acogedor de comunicación íntima entre Dios y el hombre. Es en este espacio donde se ofrecen los tesoros del Corazón de Cristo, es decir, la mirada, los sentimientos, las disposiciones que, a través de la unión mística, transforman al discípulo en un «otro Cristo» quien, como su Maestro, no puede más que sentir compasión por todos los hermanos y hermanas que están en necesidad.

Pero en el pensamiento de Dehon, esta unión mística supera el ámbito de la devoción personal para volcarse en la sociedad, para dar carne al Cristo que aún pasa entre los hombres y mujeres que escuchan su grito, «beneficiando y sanando» a los que sufren, asumiendo, a través de la acción de la comunidad de discípulos, ese grito.

Según Dehon, el «Reino del Sagrado Corazón» –acogiendo la idea origeniana de la autobasileia de Cristo que él conoce y cita– se realiza al hacer presente a Jesús resucitado en medio de su pueblo, que anhela la justicia, la caridad, la misericordia y la piedad por los pequeños, los humildes y los que sufren.

Jesús encarnado, llevado a todas partes a través de todos los medios posibles –que son una realización del amor– crea, en el espacio común, el Reino social del Sagrado Corazón.

En este espíritu, Dehon pedía dedicarse a las obras sociales, alentarlas, apoyarlas y favorecer todas las instituciones pensadas para incrementar la justicia social e impedir la opresión de los débiles por parte de los poderosos.

Imaginaba dos formas posibles de colaboración por parte de la Iglesia: la oración y la actividad social. Expresando de esta manera una síntesis personal entre los dos pilares de su experiencia carismática.

Publicado originalmente en Settimananews con el título “Dehon: democrazia, popolo, Regno di Dio” el 27 de agosto de 2025 en: https://www.settimananews.it/chiesa/dehon-democrazia-popolo-regno-di-dio/