Dehonianos

Celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Quizás el hecho de que la lectura del Evangelio que hoy nos propone la Iglesia, la encarnación, nos puede confundir y llevar a pensar que lo que hoy nos congrega en torno a la mesa del Señor sea el modo en que María concibió a Jesús.

La realidad es que estamos haciendo memoria de una verdad de fe sobre nuestra Madre del cielo: que ella ha sido concebida sin ninguna mancha de pecado, o como dirá el ángel Gabriel, que es la llena de gracia.

La lectura del libro del Génesis, momento de la desobediencia de nuestros padres, más que en un castigo se convierte en la primera buena noticia que recibe el género humano que tiene que convivir con la realidad de la fragilidad: un descendiente de Eva será quien destruya el pecado y la muerte para siempre.

Esta profecía encuentra su cumplimiento en María, nueva Eva, que va a ser un icono de escucha, acogida y cumplimiento de la voluntad divina. Frente a la desobediencia de Eva, encontramos la dócil disponibilidad de María; frente a la flaqueza de Eva, encontramos la fuerza de María, que no tiene miedo a la adversidad que pueda suponer la misión que Dios le está proponiendo.

Esta disponibilidad que María muestra al confesarse la esclava del Señor es, para el P. Dehon, el resumen de su vida. Por estas palabras aceptó ser la madre del Redentor, la gran causa de nuestra alegría.

En esta segunda semana de Adviento que estamos inaugurando pongamos nuestra mirada en María, icono y modelo de lo que algún día podremos ser, cuando nuestra voluntad y nuestra libertad estén totalmente plenificadas y liberadas del dominio del pecado.