Dehonianos

Domingo XIX del Tiempo Ordinario – 10 de agosto de 2025

¿Te imaginas? Una mesa preparada con todo lo que te gusta. Velas encendidas, mantel a juego, amigos entrañables y el Maestro sirviendo la cena. El Señor mismo diciéndote: “Estoy orgulloso de ti, tú siéntate y disfruta”.
Eso es el Reino de Dios: un triunfo compartido que ya se nos ha dado.

No tengas miedo. Lo que tu corazón anhela —la paz, la justicia, la reconciliación, el descanso— ya está en camino. Puede que no se cumplan todos tus deseos, pero sí los más profundos. Y es gratis.
Solo se nos pide estar vigilantes, atentos, con el corazón despierto.

Imagina una cita esperada, con alguien a quien deseas ver desde hace tiempo. No sabes el día ni la hora, pero sí sabes que quiere encontrarte haciendo el bien.
¿Cómo prepararse? Con gestos sencillos:

  • Detenerte ante el sufrimiento,
  • Escuchar a quien lo necesita,
  • Visitar a un enfermo,
  • Defender a alguien vulnerable.

No necesitas hazañas heroicas. Solo una vida sencilla, solidaria y despierta.
Si el Señor te encuentra así, serás bienaventurado. Habrá fiesta, banquete, compañía entrañable y alegría profunda.

Pero para eso hay que vivir atentos, sin caer en la comodidad o la indiferencia. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
Mira si no está preso, herido o anestesiado por lo que acumulas. El Reino es exigente y te pide todo el corazón.

¿Te duele soltar algo? Entonces ahí está tu esclavitud. Déjalo ir. Renuncia. Y verás cómo la libertad se abre paso.

Pedro preguntó: “¿Esta parábola es para nosotros o para quién?”
Claro que es para ti, y para mí. Tú, que escuchas. Eres el administrador de esta viña, el encargado de cuidar al desamparado.

No te escondas. Ya sabes que el Reino existe, que el Maestro llega, y te pedirá cuentas. Y lo hará porque te ama de verdad.

No temas. El juicio será con misericordia. Solo te pedirá lo que ya has recibido.
Por eso, activa tu esperanza, despierta tu alegría, y mantente en vela.