Dehonianos

Antonio Teixeira, scj

En estos días, los venezolanos estamos viviendo una situación extraña. Por un lado, las noticias son alarmantes; parece que estamos a punto de una guerra. Por otro lado, los días transcurren con normalidad; me atrevería a decir que parecen más normales de lo que estamos acostumbrados, aunque es cierto que se ve más gente del ejército en la calle.

El clima resulta aún más extraño cuando, apenas el 19 de octubre, el Papa canonizó a los dos primeros santos venezolanos: José Gregorio Hernández, un médico laico, y la Hna. Carmen Rendiles, religiosa de una congregación que ella refundó en Venezuela. En octubre, el clima de fiesta popular en las calles era palpable. No así en la Institución de la Iglesia, donde el clima de alegría estaba cargado de tensiones. Uno de los momentos más críticos fue el día de la canonización.

El acto eclesial se transformó en un acto de medición de fuerzas y de popularidad en las calles de Roma. Al acto de la canonización asistieron enviados del gobierno, quienes participaron no solo como asistentes, sino también como protagonistas en algunos actos protocolares organizados en Roma. Al respecto, cabe mencionar la conferencia celebrada en la Universidad Lateranense, en la que se conversó sobre la importancia de la canonización de estos dos personajes para el país; en ese evento intervino la alcaldesa de Caracas para otorgar a la postuladora de la causa la orden (política) al mérito Waraira Repano (nombre indígena de la cadena montañosa de Caracas, también conocida como Ávila).

Durante cuatro días, el conflicto político venezolano se trasladó de Caracas a los alrededores del Vaticano. A la canonización asistió también Edmundo González (contendiente de Maduro en las elecciones del 28 de junio de 2024 y quien asegura haber ganado), quien reclamó el derecho a ser el legítimo representante del gobierno de Venezuela. Parte del episcopado venezolano buscaba mantener la calma para evitar que la fiesta de canonización se convirtiera en un mitin político.

La armonía se quebró con las polémicas declaraciones del cardenal Baltazar Porras contra el gobierno venezolano, que irritaron tanto a los representantes del gobierno que el clima de fiesta se transformó en una batalla campal. La megacelebración planificada por el Arzobispado de Caracas y apoyada por toda la Conferencia Episcopal para celebrar la canonización en el país, prevista para el 26 de junio, fue cancelada alegando que el espacio era insuficiente para el evento. Aunque se instó a que todas las parroquias celebraran la fiesta de manera local, lo cual hicieron, lo cierto es que todo parecía producto de un conflicto entre algunos prelados y el gobierno.

El hecho de que el avión en el que el cardenal se dirigía para celebrar la Eucaristía en el pueblo natal de S. José Gregorio Hernández no pudo aterrizar en su destino, alegando malas condiciones meteorológicas, es un indicio de que las cosas no estaban bien. A esto se suma que, en Trujillo, lugar donde el cardenal debía celebrar, ya había un grupo de gente cercana al gobierno para abuchearlo si este lograba superar los obstáculos y llegara a su destino. Otro grupo estaba dispuesto a defenderlo y enfrentar a los del partido contrario.

Las declaraciones del cardenal no solo molestaron al gobierno, sino que también causaron cierto disgusto entre algunos miembros de la conferencia episcopal, quienes vieron cómo se perdió la oportunidad de seguir tendiendo puentes para un acercamiento que promoviera el diálogo con el gobierno. María Corina Machado, a quien se le otorgó el Premio Nobel de la Paz de 2025 y que es la representante opositora con mayor reconocimiento en la actualidad, acusó al arzobispo de Caracas de ser un falso por su cercanía a Nicolás Maduro [1] y elogió la valentía del cardenal Baltazar Porras por atreverse a criticar al gobierno. No obstante el clima de tensión institucional, la gente celebró con alegría la canonización de ambos santos, en especial la de José Gregorio Hernández, a quien el pueblo veneraba desde el mismo momento de su muerte. Podríamos decir que la canonización de José Gregorio Hernández reconoció la fe de la gente sencilla del pueblo venezolano.

Al clima de tensión político-eclesial, hay que añadir las amenazas del gobierno de Estados Unidos. Llevamos ya dos meses de presencia militar de Estados Unidos en el Caribe y, hasta ahora, no ha habido ningún pronunciamiento de la Conferencia al respecto. ¿Qué papel debe jugar la Iglesia en esta coyuntura? Esta pregunta está por responder. La Iglesia está debilitada internamente, pues carece de articulación debido a la falta de una reflexión orgánica y a las tensiones entre los diferentes obispos. El peligro es que la Institución eclesial se anule a sí misma y no sea sacramento de diálogo y reconciliación en un momento donde su participación es importante y necesaria. Respecto al papel que pueda jugar la Iglesia, el propio gobierno de Maduro se muestra escéptico, pues parece haber perdido la confianza en ella.

Mientras la Iglesia permanece en silencio, asistimos al despliegue de ejercicios militares en algunos lugares de Venezuela, sin que ello haya afectado gravemente el ritmo de vida cotidiano de los venezolanos. Los ejercicios buscan demostrar la fuerza militar venezolana ante el despliegue de la flota de guerra de los Estados Unidos en el mar Caribe. No cabe duda de que el despliegue militar es desmedido para el fin anunciado: impedir el tráfico de drogas hacia territorio norteamericano. Resulta curioso que, en esta lucha contra el narcotráfico, Estados Unidos no haya querido contar con la colaboración del gobierno venezolano y, más bien, haya acusado a dicho gobierno de ser promotor y defensor del narcotráfico. A estas acusaciones hay que añadir que el gobierno de Trump acusa al gobierno de Venezuela de promover el terrorismo porque, dice, protege a una banda delictiva llamada Tren de Aragua.

Nada de esto sucede al margen del resultado de las elecciones de 2024, en las que Maduro y Edmundo González aseguran ser los ganadores. Cabe recordar que algunos gobiernos no reconocieron los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral, lo que puso al gobierno venezolano en dificultades en el ámbito de las relaciones internacionales. Sin embargo, Rusia, China, Turquía e Irán fueron los países más influyentes que reconocieron la victoria de Maduro. Estados Unidos reconoció la victoria de Edmundo González, mientras que Europa prefirió no reconocer a ninguno de los dos y expresó sus dudas sobre las elecciones.

El gobierno norteamericano acusa a Venezuela de ser un narcoestado. La incertidumbre política y diplomática que generan las acusaciones del gobierno del norte contra el gobierno del Caribe permite vislumbrar algunas amenazas, sin que nadie sepa cómo se desarrollarán los acontecimientos en el futuro cercano.

¿Sólo se trata de droga? Venezuela en la Geopolítica

¿Por qué una amenaza militar tan agresiva en este momento? Según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), British Petroleum (BP) y la Agencia Internacional de Energía (AIE), el consumo de petróleo aumentará en los próximos años. El mundo requerirá más hidrocarburos y, si los países productores no hacen nada al respecto, los precios del preciado combustible podrían dispararse y provocar distorsiones económicas significativas incluso en países con economías bastante sólidas.

Venezuela es el país con las mayores reservas petroleras del mundo, lo que la hace muy atractiva para los Estados Unidos. Si a esto añadimos la cercanía comercial y la cooperación militar que mantiene el gobierno venezolano con los gobiernos de Rusia e Irán, países con una gran capacidad productiva petrolera y no aliados de los Estados Unidos, encontramos una razón que, al margen del narcotráfico, preocupa al gobierno norteamericano.

Venezuela parece ser, para el gobierno norteamericano actual, un territorio estratégico. Para nadie es un secreto que la política internacional se mueve menos por la diplomacia y más por las amenazas respaldadas por demostraciones de fuerza. No es casualidad que China haya exhibido el Fuijan, el portaviones más moderno y el segundo más grande del mundo, que el gobierno de Estados Unidos no haya querido enviar misiles Tomahawk alegando que los pueden necesitar (lo cual es una clara declaración de que están dispuestos a utilizarlos si es necesario), que los países de la OTAN hayan accedido a aumentar el gasto militar hasta un 5% de su PIB y que la inteligencia israelí haya proporcionado datos a la Fuerza Aérea de Estados Unidos para atacar las centrales nucleares de Fordow, Natanz e Isfahán. Pareciera que en todos los cálculos geopolíticos Venezuela forma parte de la ecuación.

Es difícil imaginar adónde nos conducen estos nuevos modos de hacer política y cuáles serán sus consecuencias en nuestro país. Los pueblos tienen cada vez menos poder de decisión en las aún llamadas democracias; internet transmite información que condiciona la visión de la situación local y mundial, y la guerra es una buena excusa para que los políticos mejoren su posición en las encuestas y mantengan el poder.

¿Qué quieren los venezolanos?

¿Qué quieren los venezolanos? En el contacto diario con la gente, lo que más se percibe es que quiere paz. Una paz política, donde haya entendimientos y acuerdos que permitan salir del país de la difícil situación en la que se encuentra. Este deseo generalizado está matizado por distintas visiones, según la clase social a la que pertenece el venezolano, si vive en el exilio o permanece en el país, y por las plataformas de información que utiliza. A este respecto es posible distinguir tres visiones contrastadas.

Una que observa lo que sucede en Venezuela desde fuera del país y toma como fuentes de información a noticieros y portales de noticias que afirman que todo lo que pasa en el país es malo y que el único culpable es el gobierno de turno. Esta visión sostiene que la única solución para Venezuela es un cambio de gobierno. La segunda visión es compartida por los partidarios del gobierno actual. Para esta facción, cualquier adversario del gobierno es considerado un enemigo del pueblo y un peligro para la estabilidad de la nación. Estos venezolanos viven en el país y aplauden lo bueno del gobierno y justifican lo malo, acusando a la oposición de ser la culpable del bloqueo económico que sufre la nación, lo que ha afectado negativamente la capacidad operativa del gobierno. Una tercera visión, que, a mi modo de ver, es mayoritaria, entiende que en el país convive más de una visión de país y que no se puede prescindir de ninguna de ellas. Los partidarios de esta visión suelen ser percibidos como rivales por los partidarios de las dos visiones anteriores.

Muchos venezolanos en el exilio están convencidos de que una intervención militar de Estados Unidos en el país cambiaría el panorama político. Es indudable que quienes así piensan creen que cualquier cosa que suceda mejorará la situación actual. Esta visión contrasta con la preocupación expresada por algunos medios internacionales, que ven con preocupación el agravamiento del conflicto. Los gobiernos de Europa y Gran Bretaña, tradicionales aliados de Estados Unidos, han expresado sus dudas sobre la legalidad del hundimiento de embarcaciones en aguas internacionales y lo han calificado de crimen. La ONU ha dicho abiertamente que lo que hacen los militares estadounidenses en las aguas del Caribe es ilegal, pero ninguna potencia mundial tiene la capacidad de detener el plan todavía no desvelado del gobierno de Trump.

En este contexto resulta extraño el silencio de los académicos y de la propia Iglesia. El miedo a equivocarse y a la impopularidad que cualquier opinión o estudio pueda generar pueden ser las causas de este silencio. En lo que se refiere al silencio de la Iglesia, considero que, a pesar de las divisiones internas que pueda haber en la jerarquía eclesiástica, debe actuar de manera profética.

Termino con una breve referencia a San José Gregorio Hernández. El ambiente político en el que este santo desarrolló su carrera profesional no era democrático; sin embargo, el santo supo dar un impulso a la medicina del país trabajando por los venezolanos y sacando lo mejor de cada uno de ellos. No hay que olvidar que fue el primero en introducir el microscopio en el estudio de la medicina en América Latina, que contribuyó al desarrollo de la escuela de medicina de la Universidad Central de Venezuela, de la que fue reconocido profesor, y fue autor de importantes artículos científicos de medicina. Todo este trabajo lo realizó el Dr. José Gregorio Hernández en un ambiente político adverso, actuando con inteligencia y aportando lo mejor de sí al desarrollo de Venezuela. ¡La Iglesia tiene algo que aprender de su santidad!

Iglesia, canonización, conflicto político y buques de guerra en el Caribe. La cuestión sigue abierta: ¿qué papel jugar en este crucial momento de la historia?

Nota

[1] Para entender la crítica de María Corina Machado es preciso hacer referencia a un video donde el arzobispo visita al presidente Nicolás Maduro para hacerle entrega de un afiche de la canonización e invitarlo a participar y alegrarse de la gran fiesta que debía engalanar al país. Este hecho fue tomado como un acercamiento simpático a una de las partes en conflicto, por lo que lo tildaron de falso.

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