Vincenzo Bertolone
«El ardiente deseo de novedades que desde hace tiempo ha comenzado a agitar a los pueblos, debía naturalmente pasar del orden político al orden similar de la economía social». Estas eran las palabras iniciales de la Rerum novarum (15 de mayo de 1891) de León XIII, que marcaba el inicio de la época contemporánea de lo que se consolidaría como la doctrina social de la Iglesia y que, en ese momento, se enfrentaba a la llamada cuestión obrera.
Si la doctrina social cristiana de finales del siglo XIX podía hablar apropiadamente de “res novae” a las puertas, incluso al comienzo del XXI, la novedad, de hecho lo inédito, lo impensable, lo inaudito parecen golpear nuevamente las puertas de aquellos que tienen la responsabilidad de pensar e interpretar las transformaciones en curso y que —como es el caso de los intelectuales y los pastores cristianos— hoy tienen también el deber y la tarea de re-anunciar, en un contexto totalmente diferente, la Buena Noticia de Jesucristo.
Esto es aún más urgente cuando la transformación y los cambios se vuelven más rápidos, más complejos y diferenciados, hasta el punto de no poder ser fácilmente reducidos a clases lógicas unitarias; de hecho, tanto que pueden ser calificados precisamente por el cambio y el devenir, los cuales se convierten, de este modo, en una nueva clave de la situación socio-cultural y pastoral.
Las “cosas nuevas” de la Inteligencia Artificial
«Se le ha llamado Silicon Valley, porque el silicio es la materia prima de la que están hechos los microscopios chips, corazón de los productos informáticos. El desarrollo de esta área económica nace del sueño de toda una generación de experimentadores, de “trabajadores en garaje”, de techno-freaks y, posteriormente, también de audaces empresarios, que creyeron posible inventar la computadora personal desde los primeros años setenta. Entre los protagonistas iniciales de esta historia se debe recordar a Jobs y Wozniak (Apple), Kildall (Digital Research), Felsenstein (fundador del Homebrew Computer Club), Roberts (Mits), la revista Popular Electronics, Gates y Allen (Microsoft), y el mítico Capt. Crunch»1.
Es el redactor del evangelio de Mateo quien define a su lector como un dueño de casa, que «extrae de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas» (Mt 13,52). Los biblistas ya han observado2 cómo esta frase puede referirse a los diferentes y siempre abiertos procedimientos de reinterpretación, inducidos por el Gran Código3 que los redactores del Nuevo Testamento realizaban, comentando el Testamento antiguo: este ciertamente nunca les parecía viejo, dada su capacidad de crecer con su propio lector: sacra scriptura cum legente crescit4.
El ser humano, que relee el tesoro antiguo para extraer luces para el hoy histórico, pide, sin embargo, ser siempre reconocido como sujeto y no objeto de cualquier reinterpretación. Y esto en cualquier campo, incluso cuando, a nivel teórico o aplicativo, él mismo no solo sea el sujeto, sino también el objeto mismo de la reflexión5.
Por decirlo sintéticamente, el “dueño de la casa” sigue siendo la persona
Por otro lado, es la teología, en particular, la que hoy reivindica, y con razón, el primado de la génesis histórica y teórica de la noción de persona, hasta el punto de que, parafraseando a G.B. Vico, se ha podido afirmar que potuis quam iuris, persona est vocabulum theologiae. Es un hecho que no pocas consecuencias han sido ejercidas por la teología y la filosofía cristiana de la persona, por ejemplo, tanto en el debate sobre la comparación entre las instituciones jurídicas e instituciones cristianas tardo-antiguas, como en el debate moderno-contemporáneo relativo a la dignidad ontológica, así como al valor y la indisponibilidad de la persona humana y, en consecuencia, de su casi infinita dignidad.
Hoy en día, dos Dicasterios vaticanos (Dicasterio para la doctrina de la fe y Dicasterio para la cultura y la educación), aludiendo explícitamente a la cita de Mateo, titulan Antiqua et Nova una Nota sobre la relación entre inteligencia artificial e inteligencia humana (28.1.2025)6. Lo hacen no sin recuperar –casi como “dueños de la casa en orientar la conciencia moral de los cristianos”– antiguos enfoques de la Tradición cristiana, sobre todo aquellos que ya están actualizados en los textos del Magisterio del papa Francisco, quien, a principios de 2025, abrió la verdadera Puerta santa, que es Jesucristo, siempre y de nuevo dispuesto a extraer las cosas nuevas para la cristiandad y el mundo.
Es ahora, por tanto, el turno de una nueva cosa, es decir, de la llamada Inteligencia Artificial (en adelante, IA). Las señales de un interés de la cultura cristiana por este sector ya se habían dado antes de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París, precisamente durante la reunión del G7, que concluyó con el Apulia G7 Leaders’ Communiqué7.
La cumbre de tres días celebrada en junio de 2024 en Borgo Egnazia concluyó con un documento de 36 páginas. Todos recordamos que precisamente ese Foro invitó a Francisco – la primera vez de un papa en un grupo de estudio del G7– y, de hecho, evocó explícitamente el horizonte actual, describiéndolo como un mundo en cambio.
Desde el punto de vista pastoral, hubiéramos preferido leer “cambio vertiginoso”, o, como escribió textualmente el papa Francisco en su discurso oficial para el grupo de estudio sobre la IA del G7, “un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones epocales… La magnitud de estas complejas transformaciones está, obviamente, ligada al rápido desarrollo tecnológico de la inteligencia artificial misma”.
Sintonías para un plan de acción común
“Reconocer a los niños y jóvenes como agentes de cambio y la necesidad de diálogo y compromiso intergeneracional, también con y entre niños, jóvenes y ancianos, para que sean tenidos en cuenta en nuestros procesos políticos y decisionales con el fin de salvaguardar las necesidades e intereses de las generaciones futuras”8.
En resumen, Egnazia relanzó la intención común de los siete grandes del mundo de actuar juntos para promover la llamada resiliencia económica, contrarrestar las políticas y prácticas de mercado que socavan la igualdad de condiciones y la seguridad económica, en la convicción –que es compartible– de que solo la coordinación permitirá afrontar los desafíos globales, relacionados con las sobre-capacidades económicas y financieras.
A la Artificial Intelligence, Science, Technology, and Innovation se le dedicó, por tanto, un largo y específico párrafo, que retomó algunos puntos ya subrayados por el papa Francisco, quien, como es sabido, se había movido, en Egnazia, desde la perspectiva del potencial creativo que Dios ha puesto en las manos humanas.
También, en homenaje al papa –a quien se le expresó, en esa sede, una gratitud sincera, ya que, por primera vez, un pontífice participaba en los trabajos del grupo–, el citado Documento final se propuso explícitamente profundizar en la cooperación y aprovechar los beneficios y la gestión común de los riesgos de la inteligencia artificial (IA), mirando en particular a las generaciones futuras. De aquí surgió el propósito de un plan de acción sobre el uso de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo, una marca para llevarlo a cabo, un Código de conducta internacional para las organizaciones en desarrollo también mediante el uso de sistemas avanzados de inteligencia artificial.
Hoy, la Nota vaticana aparece como una amplia y meditada revisión de esos apuntes pontificios y, más ampliamente, una profundización del tema de la innovación tecnológica y digital en el cambio de época. De hecho, leemos en ella, ante todo, una precisa definición de la IA, entendida formalmente “como un término técnico para indicar la tecnología relacionada, recordando que la expresión también se usa para designar el campo de estudios y no solo sus aplicaciones” (nota 70 de la Nota).
Evidentemente, la Nota vaticana aprovecha las investigaciones realizadas por el Grupo de investigación sobre la IA del Centro para la cultura digital del Dicasterio para la cultura y la educación, que, el 16 y 17 de octubre de 2024, había reunido a estudiosos de religión, filosofía, sociología y otras disciplinas, provenientes de toda Asia y el mundo, para abordar las preocupaciones que la IA plantea para el futuro de esta región, en la que operan gigantes industriales relacionados con ella, cuyas preocupaciones no son las mismas que las europeas y estadounidenses.
Además, el mismo Grupo de investigación había seguido los trabajos para la redacción de un Position Paper que retomaba la visión de SACRU sobre el impacto de la inteligencia artificial y el papel de las universidades9.
Por otro lado, el debate especializado más amplio sobre la IA había registrado, entre otros, las posiciones emergentes de Luciano Floridi. Este estudioso había, precisamente, discutido el proceso de “préstamo conceptual”, según el cual, cuando emerge una nueva disciplina, ésta desarrolla su vocabulario técnico, apropiándose incluso de términos de otras disciplinas contiguas.
Comparando este proceso con la observación de Carl Schmitt –según la cual los conceptos políticos modernos tienen raíces teológicas–, Floridi llegó a sostener que, a través de un amplio préstamo conceptual, la IA ha acabado describiendo los computadores y herramientas computacionales de manera antropomórfica; es decir, los ha delineado como cerebros computacionales con propiedades psicológicas; y mientras tanto, las ciencias del cerebro y la cognición también han acabado describiendo cerebros y mentes de manera computacional e informativa, es decir, como verdaderos computadores biológicos10.
El texto actual de la Nota vaticana, muy documentado también acerca de la lógica computacional y el razonamiento computacional (nn. 30-31), propone, además de un rico texto argumentativo, un corpus de 215 Notas. Estas están dedicadas no solo a las imprescindibles indicaciones del Concilio Vaticano II, al Magisterio del papa Francisco y de los diversos pontífices que le precedieron en la Sede romana (los cuales han tratado muchos otros aspectos del tema, hoy tan actual). Sino que citan explícitamente otras fuentes laicas, como el Informe intermedio de 2023 del Órgano Consultivo sobre la IA de las Naciones Unidas; la Guidance for Generative AI in Education and Research, publicada por la UNESCO en 2023.
No faltan referencias a la gran tradición doctrinal, tanto no cristiana (no puede faltar el “viejo” Aristóteles, citado en la nota 15 por su Metafísica), como cristiana, como es propio de la argumentación de la Iglesia católica: se va desde Ireneo de Lyon y Agustín de Hipona, al pseudo Dionisio Areopagita, a Hugo de San Víctor, a Tomás de Aquino y Buenaventura de Bagnoregio o a Dante Alighieri, pasando por B. Pascal, hasta llegar a las orillas más recientes de N. Berdyaev y G. Bernanos, de J.H. Newman a E. Stein y P. Claudel.
El sentido de una intervención de tipo doctrinal y cultural
“La humanidad comprende cada vez más claramente que está unida por un único destino que requiere una responsabilidad común, inspirada por un humanismo integral y solidario: ve que esta unidad de destino está a menudo condicionada e incluso impuesta por la técnica o la economía y siente la necesidad de una mayor conciencia moral que guíe el camino común. Sorprendidos por las múltiples innovaciones tecnológicas, los hombres de nuestro tiempo desean fuertemente que el progreso se dirija al verdadero bien de la humanidad de hoy y de mañana”11.
Frente a esta Nota vaticana, la primera pregunta que debe discutirse es la pertinencia de una intervención de dos Dicasterios de la Santa Sede (que, por sí misma, desempeña un servicio doctrinal orientado al crecimiento de todo el pueblo de Dios): ¿la Nota pretende quizás reafirmar una doctrina antigua en un contexto de vertiginoso desarrollo? Incluso en el pueblo de Dios, como ya recordaba el teólogo y economista jesuita B.J.F. Lonergan, debe suponerse una verdadera conciencia en desarrollo.
Ese paradigma del desarrollo y dinamismo evolutivo pretendía, en particular, examinar la transición de una antigua visión del mundo a una novitas considerada radical y, sobre todo, inevitable, en el sentido de que no se puede no tomarla en cuenta. No obstante, no para quedarse ahí, sino para proceder hacia la formación de “un concepto más fundamental”, desarrollando “una teoría más general”12 o incluso, hablando en términos de tareas asignadas a la sociedad, para “elevar más la mirada y cada vez más hacia los campos más generales y difíciles de la investigación especulativa, porque es de ellos de donde debe derivar la delicada composición de verdad y libertad”13.
Se comprende mejor, a la luz de lo descrito, que la intención de la Nota, además de estar muy explícitamente declarada, es comprender el desarrollo de la IA “dentro del designio de Dios” (n. 36); más precisamente, moviéndose a lo largo de un camino teo-antropológico, que ve la IA como “una empresa humana que involucra las dimensiones humanísticas y culturales del ingenio humano” (n. 36). Tal empresa está llamada, como cualquier otra realización y empresa humana, a ponerse “al servicio de la persona y contribuir a los esfuerzos destinados a alcanzar” (n. 38) la justicia.
De ahí también la reflexión articulada sobre las “implicaciones éticas del desarrollo tecnológico” (n. 38), que la cuarta parte de la Nota vaticana profundiza. Lo hace no solo refiriéndose al debate teológico e intraeclesial, sino también a las posiciones de científicos, estudiosos de la tecnología y asociaciones profesionales; y, además, no solo a los productores y propietarios de la IA (donde hoy todo está concentrado “en manos de unas pocas empresas poderosas”: n. 53), sino también a los usuarios, cuyo mayor riesgo es el de la “insatisfacción en las relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento” (n. 58).
Estamos, en última instancia, ante la re-afirmación de una pregunta sobre el papel de la ética en guiar el desarrollo y uso de la IA, a realizarse en el horizonte de la fundación personalista de cualquier reflexión sobre la técnica y los medios. Los medios empleados para alcanzar un fin deben comprenderse, en resumen, a la luz de una visión general que apunta a la comprensión de la persona, que resulta incorporada en tales nuevos sistemas futuristas (cf. n. 41).
Desde las primeras palabras, se retoma, por tanto, la expresión del papa Francisco: ya no estamos simplemente en una época de cambio –el tercer milenio cristiano sobre el cual ya había insistido el papa Juan Pablo II (Tertio millennio adveniente; Tertio millennio ineunte)–, sino en un cambio de época. Lo cual justifica también este nuevo texto vaticano como una plausible respuesta cristiana a las “desafíos y oportunidades actuales planteadas por el conocimiento científico y tecnológico, en particular por el reciente desarrollo de la inteligencia artificial (IA)” (n. 1). Así, nos es propuesto en el horizonte de “una visión integral de la persona y de la valorización del llamado a ‘cultivar’ y ‘custodiar’ la tierra” (cf. Gen 2,15) (n. 1).
En resumen, el método sigue siendo el ya inaugurado por los Padres del Concilio Vaticano II: interrogarnos sobre los diferentes aspectos y ámbitos del mundo contemporáneo, a la luz de la visión cristiana, particularmente moviéndonos en el ámbito antropológico; todo ello realizado con la convicción de que la Biblia y la Tradición también son oportunidades antropológicas, para conferir un horizonte de sentido a los “progresos en la ciencia, en la tecnología, en las artes y en cualquier otro empeño humano” (n. 2).
Así, se quiere contribuir explícitamente al aumento del corpus doctrinal del llamado pensamiento social (o doctrina social) de la Iglesia de los nuevos tiempos. No es casual que se haga constantemente una llamada a la “responsabilidad del ejercicio de esta gestión” de las novedades inducidas por la IA: no se podrá proceder más que, como se sugiere textualmente, operando “a cada nivel de la sociedad, bajo la guía del principio de subsidiariedad y de los demás principios de la Doctrina Social de la Iglesia” (n. 42)14.
En particular, la intención de la Nota –que, como ya Gaudium et spes, se muestra simpatética con “los desarrolladores, propietarios, operadores y reguladores, así como los usuarios finales” de la IA– se mueve a la luz de los aspectos morales, comportados por “cualquier uso de la tecnología en todos los niveles de utilización”. Todo ello con el objetivo final de “iluminar la conciencia de los decisores, dado que la utilización de la IA implica responsabilidad ética y problemas de seguridad” (n. 51). No sin, sin embargo, observar que el discurso “interesa a los desarrolladores, propietarios, operadores y reguladores, así como a los usuarios finales, y sigue siendo válido para cualquier uso de la tecnología en todos los niveles de utilización” (n. 43).
Aspectos ya señalados por la Unión Europea, cuando aprobó el Reglamento destinado a mejorar el funcionamiento del mercado interior (12 de marzo de 2024); pero sobre todo estableciendo un marco jurídico uniforme, en particular en lo que respecta al desarrollo, introducción al mercado, puesta en servicio y uso de sistemas de inteligencia artificial en la Unión.
Todo esto debe realizarse conforme a los valores de la Unión, para promover la difusión de una inteligencia artificial antropocéntrica y confiable, garantizando, al mismo tiempo, un alto nivel de protección de la salud, la seguridad y los derechos fundamentales sancionados por la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, incluidos la democracia, el estado de derecho y la protección del medio ambiente, contra los efectos nocivos de los sistemas de IA en la Unión15.
Por otro lado, ya el 19 de febrero de 2020, el Parlamento europeo había aprobado un Libro blanco sobre la inteligencia artificial – Un enfoque europeo hacia la excelencia y la confianza, enunciando, como criterios imprescindibles, la fiabilidad, el enfoque común europeo sobre las nuevas perspectivas, con vistas a un ecosistema de excelencia.
De ahí, como se dice en el lenguaje eclesial, una fuerte necesidad de discernimiento (cf. n. 5): un término que el papa Francisco ha comentado frecuentemente entre agosto de 2022 y enero de 202316, profundizando explícitamente un criterio propio de la espiritualidad ignaciana, en cuya Compañía entró siendo joven. Obviamente, el discernimiento se realiza con miras a una elección y una decisión, es decir, un acto de naturaleza moral en la actitud humana, que se observa en el horizonte de la dignidad casi infinita del ser humano, con el objetivo declarado de promover el desarrollo integral de la persona y de la sociedad.
Ya habíamos leído que todas las personas humanas, incluso los llamados “nada del mundo”, deben ser incluidas y reconocidas como portadoras de una dignidad intrínseca, porque nos recuerdan que todo ente personal, aunque en el plano social aparezca como “nada”, tiene una “dignitas infinita” intrínseca, cuya base metafísica es, en última instancia, divina, ya que en Dios, uno de los tres asumió la naturaleza humana17.
De ahí la posterior articulación de la Nota, que responde a las clásicas preguntas de la reflexión cristiana: ¿qué es? (II parte, nn. 7-12); un análisis histórico-cultural de la noción de inteligencia humana, de la cual la IA es el “producto” más reciente y avanzado (III parte, nn. 13-35, no sin referencias tanto a las oportunidades como a los límites). Le sigue una IV parte sobre el papel de orientación y guía ejercido por la ética cristiana (nn. 36-48); una larga V parte sobre las principales cuestiones, tanto éticas como económicas y políticas, que se definen como específicas (nn. 49-107). La parte VI enuncia una larga Reflexión final (nn. 108-117). En lugar del criterio de advertir no deslizarse por una pendiente resbaladiza, se prefiere el de no ceder a un “paradigma tecnocrático”, “que tiende a resolver todos los problemas del mundo solo mediante medios tecnológicos” (n. 54).
En definitiva, la IA debe usarse, pero “debería ser utilizada solo como una herramienta complementaria a la inteligencia humana y no reemplazar su riqueza” (n. 112). De ahí algunos firmes “no”, que son en realidad firmes “sí”:
- No a “antropomorfizar la IA”, borrando “así la línea de demarcación entre lo que es humano y lo que es artificial” (n. 59).
- No al uso de la IA “para engañar en otros contextos, como la educación o las relaciones humanas, incluida la esfera de la sexualidad” (n. 62).
- No a la “concentración de la oferta en unas pocas empresas, siendo estas las únicas que se beneficien del valor creado por la IA en lugar de las empresas en las que se utiliza” (n. 64).
- No a los usos discriminatorios: se debe utilizar los nuevos recursos “de manera ética y solidaria y no penalizar a los más frágiles” (n. 75); esto es especialmente evidente “en la asistencia sanitaria”, donde se insta a la IA a no agravar “las desigualdades existentes, sino a estar al servicio del bien común” (n. 76).
- No en el ámbito escolar, pedagógico y didáctico, a marginar “los aspectos sociales y éticos del desarrollo y uso de la tecnología” (n. 82).
- No al uso falsificante y falso de la IA, garantizando la “veracidad y exactitud de la información elaborada por tales sistemas” (n. 86) y su difusión al público.
- No al “uso bélico de la inteligencia artificial” (n. 99).
Conclusiones
“Pero al final me pareció comprender por qué el hombre es el más feliz de los seres animados y, por lo tanto, digno de toda admiración, y cuál es finalmente ese destino que, tocándole en el orden universal, es envidiable no solo para los brutos, sino para los astros y los espíritus de ultramundo. ¡Increíble y maravilloso! ¿Y cómo no?, si es por esto que justamente el hombre es proclamado y considerado un gran milagro y una maravilla entre los vivientes!”18
Este Discurso sobre la dignidad del hombre, escrito en 1486, pone en boca del Creador estas palabras de justificación de una visión armónica, propuesta por el gran humanista moderno Pico della Mirandola: «No te he dado, Adán, ni un lugar determinado, ni una apariencia propia, ni ninguna prerrogativa tuya, porque ese lugar, esa apariencia, esas prerrogativas que desees, todo eso, según tu voto y consejo, lo conseguirás y lo conservarás. La naturaleza determinada de los demás está contenida dentro de leyes prescritas por mí. Tú te determinarás, sin estar constreñido por ninguna barrera, según tu arbitrio, al cual te entregué. Te coloqué en el centro del mundo, para que desde allí pudieras observar mejor todo lo que está en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, para que de ti mismo, casi libre y soberano artífice, pudieras moldearte y esculpirte en la forma que tú eligieras. Podrás degenerar en las cosas inferiores, que son las brutas; podrás regenerarte, según tu voluntad, en las cosas superiores que son divinas.»
En 1966, Michel Foucault, al hablar del enfoque genealógico, y por lo tanto no más esencialista, sobre el problema del humano, observaba que este se había convertido en un ser humano hipertecnológico dentro de un nicho ecológico y un bioterritorio inteligente. Aquí no solo los seres humanos y los animales no humanos, sino también los vegetales muestran modalidades perceptivas, aunque de tipo sistémico y no individual, que entre ellos establecen interacciones e intercambios, no solo gaseosos, sino neurales y técnicos, con otros nichos de la biosfera. Tanto que se observó bien cómo el tema del posthumanismo atraviesa hoy un amplio y variado espectro de análisis contemporáneos, no solo filosóficos, sino también sociológicos, artísticos o literarios19.
Desde un punto de vista más interno al ámbito posthumano, debe subrayarse los fenómenos de virtualización que marcan su desarrollo más reciente en la IA. A partir del primado de la información en la era de la computación, se afirma, de hecho, una lógica en la cual los algoritmos desencarnados prevalecen sobre la corporeidad y la información sobre la transmisión. Aunque esto se cuestiona a nivel teórico, este sistema se consolida a través de muchos dualismos: entre mente y cerebro, por ejemplo, o entre información y ruido y, también, entre hombre y máquinas pensantes o inteligencias artificiales. En general, la idea de plasmabilidad aparece como la constante del posthumanismo “darwiniano” así como del “nietzscheano”: la misma idea marcará la literatura sobre los cyborgs, frecuentemente de matriz feminista, que exalta, nuevamente de manera doble, tanto la capacidad de hibridación como el potenciamiento (enhancement) frente al ser humano. Mucho antes de la invención del microchip, los humanos estaban involucrados en la construcción de artefactos, y precisamente en esto se manifiesta la comunión con los demás seres vivos: no existe especie que no modifique su nicho ecológico más de lo que este la modifica.
Recordemos que las definiciones generalistas del hombre en la antigüedad grecorromana permanecieron frágiles y ambiguas; podían incluso incurrir en la burla, como en el anécdota que Diogenes Laercio cuenta sobre su más conocido homónimo de Sinope: «Como Platón había dado esta definición: “El hombre es un animal bípedo, desprovisto de plumas”, y fue aprobada, Diogenes entonces, después de haber despojado a un gallo de sus plumas, lo llevó a su Escuela y declaró: “Este es el hombre de Platón”»20.
Diogenes, quien solía definirse a sí mismo como un perro, y que más tarde fundó la Escuela cínica, no tenía gran consideración del ser humano. En su juventud había sido exiliado e incluso vendido como esclavo: él le explicó a Platón que se consideraba un perro porque había «regresado a aquellos que lo habían vendido»21. En Grecia, en esos tiempos, los perros eran muy queridos y temidos como perros de caza y pastores, de guerra y guardianes, y su memoria, fidelidad y peligrosidad eran alabadas. Ante la pregunta de Platón sobre qué raza de perro pertenecía, Diogenes respondió «Cuando tengo hambre, un maltés; cuando estoy saciado, un moloso»22.
El posthumanismo –término acuñado por Julian Huxley (en 1957)23– puede hoy, en la era de la IA, ser descrito como una conciencia existencial adicional que excede la noción de devenir uni-dimensional, aceptando el desafío lanzado por la hipótesis física del multiverso: los seres humanos y cualquier otra manifestación de la existencia, se entienden, así, como nodos del devenir en una red material; estos nodos del devenir funcionan como tecnologías del multiverso o modos del desvelamiento, que reabren los significados ontológicos y existenciales de la tecnología en sí.
El posthumanismo, que se convierte ya en transhumano, recoge así el legado de las perspectivas modernas de Francis Bacon, Pico della Mirandola, Claude-Henri de Saint Simon. En relación con todo esto, la Nota propone una observación del papa Francisco: «Ante los prodigios de las máquinas, que parecen poder elegir de manera independiente, debemos tener muy claro que al ser humano siempre debe quedar la decisión, incluso con los tonos dramáticos y urgentes con los que a veces se presenta en nuestra vida. Condenaríamos a la humanidad a un futuro sin esperanza, si le quitáramos a las personas la capacidad de decidir sobre sí mismas y sobre su vida, condenándolas a depender de las elecciones de las máquinas» (n. 44, nota 91).
Es, pues, tiempo de armonizar humildad, solidaridad, espíritu de sacrificio, velocidad, competencia e innovación.
Es necesario pedir a la ciencia que ayude al hombre con todas las herramientas que la investigación y la razón nos proporcionan, pero sin olvidar, como nos enseñó san Juan Pablo II, que «la fe y la razón son las dos alas con las que el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad». Entonces, sin olvidar que «Dios es el fundamento de la esperanza –no un cualquier dios, sino aquel Dios que posee un rostro humano y que nos amó hasta el final: a cada uno y a la humanidad en su conjunto». Sin descuidar, evocando ahora las palabras de Benedicto XVI en la Spe salvi, que «un primer y esencial lugar de aprendizaje de la esperanza es la oración».
El cambio, inevitable, ya está en curso, como cualquiera puede constatar fácilmente: ahora depende de la responsabilidad de los hombres orientarlo hacia el bien común, el bien más grande y de todos, eligiendo horizontes más amplios, en los que se incluyan, bajo la inmensa bóveda de la felicidad posible, la libertad, la familia, la paz, la salvaguardia del ambiente, el respeto por la diversidad y las culturas ajenas.
NOTAS
[1] Donna J. Haraway, MANIFESTO CYBORG Donne, tecnologie e biopolitiche del corpo, Feltrinelli Editore, Milano 1995, p. 94, n. 37.
[2] Entre otros, cfr. Jean-Louis Ska, Cose nuove e cose antiche (Mt 13,52). Pagine scelte del Vangelo di Matteo, EDB, Bologna 2024.
[3] La expresión es de Northrop Frye, Il grande codice. Bibbia e letteratura, Vita e Pensiero, Milano 2018, que la desarrolla sobre todo acerca de las relaciones entre Biblia y literatura.
[4] Gregorio Magno, Commento morale a Giobbe, XX, 1 según la educación de Paolo Siniscalco, Città nuova, Roma 2001.
[5] R. Azzaro Pulvirenti, Fondazione teoretica di un nucleo ontico della persona umana, «Rivista rosminiana di filosofia e di cultura» 86 (1992), fasc. 3,.233-254, aquí 233.
[6] DICASTERIO PARA LA DOCTRINA DE LA FE-DICASTERIO PARA LA CULTURA Y LA EDUCACIÓN, ANTIQUA ET NOVA. Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana: https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_ddf_doc_20250128_antiqua-et-nova_sp.html [28.5.2025].
[7] https://www.g7italy.it/wp–content/uploads/Apulia–G7–Leaders–Communique.pdf [18.6.2024].
[8] Declaration on Future Generations. Preamble, en United Nations, Pact for the Future, Global Digital Compact and Declaration on Future Generations (september 2024) [nuestra versión del inglés].
[9] En la Universidad católica del sagrado Corazón opera el SACRU: STRATEGIC ALLIANCE OF CATHOLIC RESEARCH UNIVERSITIES, que promueve congresos y actividades para el estudio de las relaciones entre IA y Universidad, sobre todo católicas. Cf. también Intelligenza Artificiale e comunicazione della salute. Benefici, rischi, possibili applicazioni pratiche dell’Intelligenza artificiale nel campo della comunicazione della salute: que es el título del Position Paper que los estudiantes y la coordinación del Master Health Communication Specialist (A.A. 2023-2024) habían redactado, no sin eximirse de proponer 5 Líneas guía para la implementación responsable de la IA en el ámbito de la salud, centrándose especialmente en las posibles aplicaciones de la IA en el ámbito asistencial y de las vías diagnósticas y terapéuticas, así como en la gestión de las relaciones con los pacientes y los propios centros sanitarios:
Evidentemente en numerosos ámbitos, por ejemplo dentro del Eurolab, se van implementando los Position papers, redactados evidentemente en respuesta al White Paper de la Comisión europea sobre inteligencia artificial.
[10] L. Floridi – C. Nobre, Anthropomorphising machines and computerising minds: the crosswiring of languages between Artificial Intelligence and Brain and Cognitive Sciences: copia electrónica disponible en: https://ssrn.com/abstract=4738331
[28.1.2025].
[11] Compendio de doctrina social de la Iglesia, n. 6 (Introducción. Un humanismo integral y solidario).
[12] B.J.F. Lonergan, Studi di economia. Primi saggi, parte I: Per una nuova economia politica, c. II, editado por Ph.J. McShane, Toronto 1998, edición italiana editada por Michele Tomasi, Città nuova, Roma 2013, 43-63, aquí 43.
[13] Idem, 55.
[14] La Nota vaticana cita, de hecho, en la nota n. 114: Pontificio Consejo de Justicia y Paz, Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2004).
[15] El Reglamento aprobado por la UE declara que la IA es una familia de tecnologías en rápida evolución que contribuye a la consecución de una amplia gama de beneficios económicos, ambientales y sociales en todo el espectro de actividades industriales y sociales. El uso de la IA, al garantizar una mejor previsión, optimizar las operaciones y la asignación de recursos, y personalizar las soluciones digitales disponibles para personas y organizaciones, puede proporcionar ventajas competitivas clave a las empresas y generar resultados sociales y ambientales beneficiosos, por ejemplo, en la sanidad, la agricultura, la seguridad alimentaria, la educación y la formación, los medios de comunicación, el deporte, la cultura, la gestión de infraestructuras, la energía, el transporte y la logística, los servicios públicos, la seguridad, la justicia, la eficiencia energética y de los recursos, la vigilancia ambiental, la conservación y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas, y la mitigación y adaptación al cambio climático.
[16] Francesco, Sul discernimento, con un ensayo de Miguel Ángel Fiorito y Diego Fares, editado por Antonio Spadaro, EDB, Bologna 2023.
[17] S. León Magno, Primer discurso predicado en la Natividad del Señor, I: «El Hijo de Dios, en la plenitud de los tiempos que el plan divino, profundo e inescrutable, había predestinado, asumió la naturaleza humana para reconciliarla con su Creador, de modo que el diablo, autor de la muerte, pudiera ser derrotado mediante la muerte con la que previamente había vencido». Promulgada por el Prefecto del Dicasterio para la doctrina de la fe, tras una solicitud inicial de adiciones por parte del papa Francisco ya «durante la audiencia que me fue concedida el 13 de noviembre de 2023», la Declaración Dignitas Infinita fue aprobada, como escribe el Prefecto del Dicasterio doctrinal: «Durante la audiencia que me fue concedida junto con el Secretario de la Sección Doctrinal, Mons. Armando Matteo, el 25 de marzo de 2024, el Santo Padre aprobó, por consiguiente, la presente Declaración y ordenó su publicación». Cabe recordar que la Declaración Dignitas Infinita ya se refería explícitamente a J.H. Newman, el Beato A. Rosmini, J. Maritain, E. Mounier, K. Rahner, H.U. von Balthasar y a unos no nombrados otros.
[18] Giovanni Pico della Mirandola, Oratio de hominis dignitate (1586).
[19] Michele Farisco, Ancora uomo. Natura umana e postumanesimo, Vita & Pensiero, Milano 2011. Nótese que la reciente Nota cita Dignitas infinita en la parte donde trata tanto del posthumanismo como del transhumanismo; lo hace precisamente en la nota 9, párrafo 9: “En estas líneas, se pueden discernir las principales posiciones de los ‘transhumanistas’ y los ‘posthumanistas’. Los transhumanistas afirman que los avances tecnológicos permitirán a los seres humanos trascender sus límites biológicos y mejorar sus capacidades físicas y cognitivas. Los posthumanistas, por otro lado, afirman que dichos avances, en última instancia, alterarán la identidad humana hasta tal punto que los seres humanos ya no podrán ser considerados verdaderamente humanos. Ambas posturas se basan en una percepción fundamentalmente negativa de la corporeidad, que se considera más un obstáculo que una parte integral de la identidad humana, llamada también a participar en la plena realización de la persona. Esta visión negativa contradice una correcta comprensión de la dignidad humana. Si bien apoya el auténtico progreso científico, la Iglesia afirma que esta dignidad se funda en la persona como unidad inseparable de cuerpo y alma, de modo que «es inherente también al cuerpo, que participa a su manera en el ser de la persona humana, imagen de Dios» (Dicasterio para la doctrina de la fe, Declaración Dignitas infinita [8 de abril de 2024], n. 18).
[20] Diógenes Laercio, Vite e dottrine dei più celebri filosofi, Milano 2005, p. 647-649 [VI, 40].
[21] Idem, p. 647, traducción ligeramente modificada [N.d.T.].
[22] Idem, p. 663 [VI, 55].
[23] Cf. C. WOLFE, What is posthumanism?, University of Minnesota Press, Minneapolis-London 2010; R. PEPPERELL, The posthuman condition. Consciousness beyond the brain, Intellect book, Bristol-Portland 2003; K. LIPPERTRASMUSSEN-M. ROSENDAHL-T. & J. WAMBERG (eds.), The posthuman condition. Ethics, aesthetics, and politics of biotechnological challenges, Aarhus University Press, Copenaghen 2012.
Publicado en Settimananews el 9 de marzo de 2025 con el título “La tecnologia non annulli la persona” en https://www.settimananews.it/societa/la-tecnologia-non-annulli-la-persona/