LLAMÓ JESÚS A LOS DOCE.

LLAMÓ JESÚS A LOS DOCE.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

 

Reflexión de la homilía

Las “turbulencias” en el camino de la fe pueden llevar al fracaso y al abandono o pueden generar nuevas fuerzas para afrontar nuevos retos. En el evangelio de hoy y en la lectura del profeta Amós nos encontramos con opciones que van por la ruta de enfrentar nuevos retos y no quedarse acoquinado. 

Amós, en la 1ª lectura, sufre un fuerte ataque por parte de otro profeta oficial de la casa de Dios. Un profeta realengo y con todas las bendiciones oficiales. Amasías es profeta del “reino de Israel” en este momento separado del reino de Jerusalén o de Judea. Israel, o reino del norte, está empezando a gozar de prosperidad material y de relativa paz. Prosperidad, claro está, para los acomodados o las clases altas; a las bajas les llegan las migajas y los sudores de los trabajos serviles. La “prosperidad” o riqueza les hace pensar que es bueno acumular y tener más riqueza. Para ello nada mejor que cambiar de “Dios” o cambiarle los atributos a Dios. Le seguirán llamando igual, pero los atributos de este nuevo “dios” serán parecidos a los de los dioses de la fecundidad cananeos, que eran mucho más asequibles y manipulables que Yahvé.  El Dios de Israel “tradicional” había sido un Dios que se abajaba a escuchar el lamento del pobre y que pedía solidaridad entre los hombres y prefería el reparto a la acumulación. Este Dios miraba con malos ojos a los ricos porque despreciaban a los pobres y porque acumulaban riquezas que no eran suyas sino don de Dios para todos los hombres. El “dios” Baal era más cómodo. Estaba mudo y le bastaba con que le hicieran libaciones y ofrendas varias y no se metía con el orden social. Amasías estaba apuntado al rollo y vivía cómodamente en esa situación usufructuando el estándar de vida que le daba su posición sacerdotal.

Amós, también en nombre de Dios (Yahvé) empieza a enviar un mensaje distinto. Les dice que si siguen corriendo tras el enriquecimiento sin medida y pensando solo en el beneficio personal van por un camino equivocado que los llevará a la ruina. Es una senda falsa y una senda que Dios no quiere para sus hijos.

¡Choque de trenes! ¿A quién hacer caso? Amasías manda a Amós que se vaya con la música a otra parte y que les deje a él (ellos) comer del pan de la mesa de los ricos; que no pretenda unirse a su escalafón porque ya son muchos y una boca más les hace perder chuscos de pan.

Amós le responde que ¡naranjas de la China! Que ¡con su pan se lo coman! Él no es profeta ni hijo de profetas (no pertenece ni quiere pertenecer a esa estirpe). Va a seguir comiendo de sus higos y de su huerta pero que va a seguir siendo libre anunciando en esa tierra el mensaje que Dios (Yahvé) ponga en sus labios y en su corazón. Amós no se desclasará ni se aprovechará de su misión de profeta sino que seguirá siendo pobre entre los pobres.

¿No les parece que hay bastante concomitancia de esta situación de aquel tiempo con nuestra situación actual? Falta decir que Amós tuvo razón y que a Israel le fue muy mal y cayó en la ruina total. Puede que nosotros estemos empezando una fase parecida en nuestra sociedad de la opulencia.

El evangelio de Marcos que nos marca el momento “institucional” de la llamada y del envío de los 12 por parte de Jesús. El “fracaso” en Nazaret, genera un movimiento de expansión y hace que el evangelio de Jesús, empiece a romper límites y se expanda por la geografía de Israel y de Judea. Podemos ver cómo el Maestro está mucho más cercano a Amós que a Amasías. Jesús está justo en lo que era “reino de Israel” en tiempos de Amós y no es ni sacerdote ni de familia de abolengo alguno. Es hijo de carpintero y también él, carpintero. Envía a los suyos a “evangelizar” con urgencia. Y los suyos son también “marginales” y hasta “impuros” como Mateo. Y les dice que para evangelizar no hace falta “montarse en el dólar”, que sobra con lo puesto. Para caminar es mejor ir “ligeros de equipaje”. Se evangeliza en los caminos, en las calles, en las plazas y en las casas.  No hace falta ninguna otra plataforma. En vez de plataforma Él dirá que no hace falta alforja ni bolsa.

A mí este evangelio siempre me ha dado que pensar. Hay veces que uno tiene la tentación de saltárselo o de ponerle mucha “glosa” interpretativa que lo descafeíne y nos permita respirar con alivio en las situaciones donde vivimos y estamos instalados. Pero vuelvo a leer y releer y me suena a que muchas veces andamos más por las sendas de Amasías que de las indicadas por Amós y por Jesús. Intentamos casar a Dios y al diablo (Mammona) para justificarnos y esto no es posible.

Sin entrar en disquisiciones, creo que debemos intentar vivir la Alegría del Evangelio. Siguiendo a Jesús, siguiendo sus huellas, poco a poco nuestro corazón va cambiando y asimilando el mensaje de las Bienaventuranzas que de parecernos una utopía pasan a ser algo entrañable y venturoso porque descubres que el “sistema” del don, de la gratuidad, del amor sin medida y del ejercicio de la misericordia y del perdón (que son los valores del reino de Dios) son el camino real que lleva a la Vida. La sociedad humana construida desde estos valores sería “un paraíso”. Es bueno que los cristianos tomemos nota de todo ello y que en nuestra vida individual y comunitaria resplandezcan estas actitudes. No toda la sociedad caminará por estas sendas de una ética de máximos, pero puede descubrir que merece la pena intentarlo y sobre todo se puede llegar a acuerdos de valores éticos donde la persona sea el centro de todo valor y todas las cosas se ordenen a potenciar y resaltar ese valor incuestionable. El “otro” para mi es aquel por el que tengo que luchar para no se pise su dignidad en ninguna circunstancia de su vida.

Me hubiera encantado comentar la segunda lectura, porque como profesor de “Gracia”, esta lectura es la fuente y síntesis de todo el tratado de Gracia. Es bueno caer en esta bendición y admirar el maravilloso Plan de salvación que tiene fraguado el Dios-Trinidad para nuestra Salvación. Comento brevemente.

Paras nosotros cada persona tiene un valor trascendente porque en el plan creador de Dios-Padre cada uno de nosotros hemos sido convocados, llamados y elegidos a ser sus hijos en el Hijo y ser santos e inmaculados en su presencia en el Amor. Jesús-Cristo entra en el proyecto creador inicial de Dios-Padre y en Él seremos todos recapitulados. Él nuestra cabeza y nosotros miembros de su cuerpo por el que transcurre la corriente de Gracia que es el mismo Espíritu que se nos hadado. SOMOS HIJOS DE DIOS, POR GRACIA. Somos hijos de Dios porque nos abraza en su Hijo y nos riega con su Espíritu Santo.

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Amén. Aleluya.

  1. Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.

 

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