BARTIMEO TÚ – BARTIMEO YO.

BARTIMEO TÚ – BARTIMEO YO.

 

“Y llegan a Jericó”. San Marcos nos indica la última etapa de Jesús en su subida (éxodo) hacia Jerusalén. Las palabras que resuenan en los discípulos al entrar en Jericó son aquellas de “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud”. Servicio y entrega. Estas palabras son el tercer anuncio de Jesús sobre su pasión y muerte. Tercer anuncio. Ya no habrá más. Después vendrán los hechos anunciados. Jesús quiere dejar sus cosas claras y que los suyos entiendan que seguirle a él no es camino de rosas. Es camino arduo y en subida; como lo será el que a partir de ahora empezará Jesús en la última etapa de su vida.

El evangelio de hoy nos habla del inicio de esta subida y de un acontecimiento muy señalado que ocurre al inicio del camino en subida hacia Jerusalén. En Jericó comenzaba la última etapa, que, por la calzada romana, conducía a los peregrinos hasta Jerusalén. Dejar Jericó era dejar un oasis e internarse en el desierto por una calzada en subida. Jericó está a menos 260 m. bajo el nivel del mar y Jerusalén a unos 750 sobre el nivel del mar. Distancia 40 km. Un desnivel de mil metros en 40 kilómetros.

Sigue el evangelista diciendo: “Y al salir él con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna”.

Jesús sale con decisión “decidida” hacia Jerusalén. Sabe a lo que va y, con todo y eso, se pone en marcha. Le siguen los suyos y bastante gente. No va solo. Alguien le arropa y se atreve a asumir los riesgos de la subida y entrada en Jerusalén. Ahí va un montón de gente no diferenciada y también van sus discípulos con lecciones medio aprendidas. Pero le siguen, y eso es bueno. Ya madurarán. Y pronto van a encontrarse con una lección impresionante. La del ciego Bartimeo (hijo de Timeo que significa “agraciado”).

Notemos que está al borde del camino. Puesto al margen. No es nadie importante. Tan solo espera una dádiva de los que por allí pasen ese día para poder comer. Y resulta que en la calzada hay movimiento, pasa bastante gente. El ciego se pone en “alerta” y se entera de que pasa Jesús de Nazaret. Bartimeo habría escuchado muchas veces ese nombre y las cosas que de él se decían y hasta habría soñado con que Jesús pasara alguna vez por allí. Nada más que oye que es Jesús, se pone a gritar: “Jesús, ten compasión de mi”.  Es un grito de esperanza; un grito de fe. Pide algo más que limosna.

En la comitiva hay gente que le invita a callarse y que no inoportune al maestro. Pero Bartimeo está decidido a no dejar pasar la oportunidad de su vida y reacciona gritando más fuerte con la misma petición. Y ocurre lo que tenía que ocurrir. Jesús no hace oídos sordos a nadie y menos a un ciego o a un marginado en el camino. ¿No había inventado él la parábola del Buen samaritano para enseñarnos lo que hay que hacer con el prójimo? Aquí tenemos al Buen Samaritano en acción. Las palabras de Jesús son tajantes: “Llamadlo”. Estamos ante un caso de “Vocación” clarísima. Jesús llama al marginado. Y lo llama con toda la intención del mundo para dar una última lección al que quiera ver u oír. Bartimeo deja el manto, da un salto y se planta delante de Jesús. Con su gesto está diciendo… aquí estoy, aquí me tienes.

¿Qué quieres que te haga?, oye de boca de Jesús; palabras que penetran en su corazón y le hacen gritar: “Maestro, que vea”. Dame la luz, dame tu luz. Que mis ojos vean y te vean. Que tu luz ilumine mi corazón. Jesús está viendo delante de él a un hombre que CREE. Un hombre que tiene FE. Está seguro de que Jesús es “Mesías” o Hijo de David y es Maestro y Señor. Trae la Salvación y la Vida. Los tiempos mesiánicos se inauguran con él y en esos “tiempos”, los ciegos ven, los cojos andan y a los pobres les llega la Buena noticia. Y ahí está el Mesías y Bartimeo que va a ser realmente el AGRACIADO. Jesús le dice: Tu fe te ha salvado. Y por la fe, le llega la vista a los ojos y al corazón. Un milagro de conversión. Jesús le invita a “andar” y Bartimeo se pone en camino hacia Jerusalén. Es el rescatado del camino, el curado y el nuevo discípulo. Es un seguidor de Jesús con una fe madurada al borde del camino entre la escucha y el deseo y ante la realidad del encuentro con Jesús llega a su maduración total. Bartimeo no dejará ya a Jesús. En poco tiempo ha adelantado a los discípulos de Jesús en su opción de fe. Los últimos, también aquí son primeros. Una lección permanente para todos y cada uno de nosotros. Bartimeo tú, Bartimeo yo. Título de una canción preciosa. Escuchadla si podéis en YouTube. ¿Soy como Bartimeo?

SINODO=CAMINAR JUNTOS.

Caminamos juntos en la comitiva del Señor Jesús. Se nos pregunta ¿Quiénes son nuestros COMPAÑEROS DE VIAJE? Miremos a ver cuál es nuestra vinculación de fe real con Jesús y también miremos a los bordes del camino para ver si hay algún Bartimeo u otros ejemplares que dejamos al lado y los pasamos de perfil.

Se nos invita a ESCUCHAR. Escuchar a Jesús que llama. Escuchar la voz de Dios que nos puede llegar desde los marginados, los descartados, las minorías, los laicos, los jóvenes.

Se nos invita a TOMAR LA PALABRA, a sabernos enviados e invitados a hablar con valentía. No tener una fe vergonzante ni tampoco una fe impositiva. Somos lo que somos, pero lo somos por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo. Sin “Jesús” seríamos diferentes. Nuestra identidad está marcada por Jesús Cristo el Verbo Encarnado.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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