06 Ene CUMPLAMOS ASÍ TODA JUSTICIA
La vida de Benedicto XVI, se apagó en este nuestro mundo al mismo tiempo que el año 2022. Ese mismo día, el papa entra en el “Hoy de Dios” y empieza a participar de la compañía personal de aquel que amó durante toda su vida: Jesús de Nazaret.
La fe de Benedicto es una fe que nace de una experiencia vital de encuentro con el Señor. En todo momento trató de buscar la Verdad con honestidad y sinceridad. Razón y Fe forman una simbiosis perfecta en su vida y ha sido maestro para muchos a la hora de mostrarnos que entre la ciencia y la fe no hay oposición, sino que pueden caminar juntas, o mejor integradas en la vida de cualquier seguidor de Jesús.
Benedicto ha sido un gran teólogo y maestro. El día 5 de enero será (fue) el día de su despedida oficial en la celebración de su “pascua” litúrgica en la basílica de San Pedro. Nos unimos a la Iglesia universal para celebrar este acontecimiento. Como homenaje a él, en la homilía de este domingo, en que hacemos memoria del bautismo de Jesús, quiero transcribir literalmente lo que Benedicto dice al respecto en su libro sobre Jesús de Nazaret. Creo que es suficientemente sencillo para ser entendido y me parece muy clarificador para entender mejor el acontecimiento que celebramos en este día. Así es que empieza la transcripción de su escrito.
“Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán” (Mc 1,9). Hasta entonces no se había hablado de peregrinos venidos de Galilea; todo parecía restringirse al territorio judío. Pero lo realmente nuevo no es que Jesús venga de otra zona geográfica, de lejos. Lo realmente nuevo es que Él -Jesús- quiere ser bautizado, que se mezcla entre la multitud gris de los pecadores que esperan a orillas del Jordán. El bautismo comportaba la confesión de las culpas. Era realmente un reconocimiento de los pecados y el propósito de poner fin a una vida anterior malgastada para recibir una nueva. ¿Podía hacerlo Jesús? ¿Cómo podía reconocer sus pecados? ¿Cómo podía desprenderse de su vida anterior para entrar en otra vida nueva? Los cristianos tuvieron que plantearse estas cuestiones. La discusión entre el Bautista y Jesús de la que nos habla Mateo expresa también la pregunta que él hace a Jesús: “Soy yo el que necesito que me bautices, ¿y tú acudes a mí?” (3, 14). Mateo nos cuenta, además: “Jesús le contestó: “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así toda justicia”. Entonces Juan lo permitió (3, 15).
No es fácil llegar a descifrar el sentido de esta enigmática respuesta. En cualquier caso, la palabra “árti” -por ahora- encierra una cierta reserva: en una determinada situación provisional vale una determinada forma de actuación. Para interpretar la respuesta de Jesús, resulta decisivo el sentido que se dé a la palabra “JUSTICIA”. En el mundo en que vive Jesús, “justicia” es la respuesta del hombre a la Torá, la aceptación plena de la voluntad de Dios, la aceptación del “yugo del Reino de Dios”, según la formulación judía. El bautismo de Juan no está previsto en la Torá pero Jesús, con su respuesta, lo reconoce como expresión de un sí incondicional a la voluntad de Dios, como obediente aceptación de su yugo.
Puesto que este bautismo comporta un reconocimiento de la culpa y una petición de perdón para poder empezar de nuevo, este sí a la plena voluntad de Dios encierra también, en un mundo marcado por el pecado, una expresión de solidaridad con los hombres, que se han hecho culpables, pero que tienden a la justicia. Solo a partir de la cruz y la resurrección se clarifica todo el significado de este acontecimiento. Al entrar en el agua, los bautizandos reconocen sus pecados y tratan de liberarse del peso de sus culpas. ¿Qué hizo Jesús? Lucas que en todo su Evangelio presta una viva atención a la oración de Jesús, y lo presenta constantemente como Aquel que ora -en diálogo con el Padre-, nos dice que Jesús recibió el bautismo mientras oraba (3, 21). A partir de la cruz y la resurrección se hizo claro para los cristianos lo que había ocurrido: Jesús había cargado con la culpa de toda la humanidad; entró con ella en el Jordán. Inicia su vida pública tomando el puesto de los pecadores. La inicia con la anticipación de la cruz. Es, por así decirlo, el verdadero Jonás que dijo a los marineros: “Tomadme y lanzadme al mar”. El significado pleno del bautismo de Jesús, que comporta cumplir “toda justicia”, se manifiesta sólo en la cruz: el bautismo es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo –“Éste es mi Hijo amado”-, es una referencia anticipada a la resurrección. Así se entiende también por qué en las palabras de Jesús el término bautismo designa su muerte (cf. Mc 10, 38; Lc 12, 50).
Solo a partir de aquí se puede entender el bautismo cristiano. La anticipación de la muerte en la cruz que tiene lugar en le bautismo de Jesús, y la anticipación de la resurrección, anunciada en la voz del cielo, se han hecho ahora realidad. Así, el bautismo con agua de Juan recibe su pleno significado del bautismo de vida y de muerte de Jesús. Aceptar la invitación al bautismo significa ahora, trasladarse al lugar del bautismo de Jesús y, así, recibir en su identificación con nosotros nuestra identificación con Él. El punto de su anticipación de la muerte es ahora para nosotros el punto de nuestra anticipación de la resurrección con Él. En su teología del bautismo, Pablo ha desarrollado esta conexión interna sin hablar expresamente del bautismo de Jesús en el Jordán”.
(Páginas 39,40 y 41 del libro “Jesús de Nazaret” del papa Benedicto XVI.)
En este día empieza a ser costumbre en las celebraciones eclesiales el dejar un espacio o tiempo para renovar nuestro bautismo. Lo hacemos con toda intensidad en la noche de la vigilia pascual, pero también es bueno recordarlo un día como hoy en el que el iniciador de nuestro bautismo, lo realizó personalmente bañándose en el río Jordán.
Os deseo a todos un buen inicio en nuestra nueva etapa de camino de fe, acompañados del evangelista San Mateo a lo largo de todo este año de Gracia, 2023.
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