DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

El Papa Francisco hace cuatro años instituyó el Domingo de la Palabra de Dios. Escribió una carta titulada “Aperuit Illis”: «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» (Lc. 24,45). Un gesto realizado por el Señor resucitado, antes de su Ascensión al cielo. Les abrió el entendimiento para comprender las escrituras. Llegan a comprender que el plan eterno del Padre contenía dentro lo acontecido en “la Pascua del Señor”.

Tengo que confesar que me extrañó mucho esta institución de un domingo de la Palabra, cuando todo el domingo y todos los domingos pivotan sobre la Palabra y el Memorial. Sin duda que eso lo sabe el Papa y, por eso, su gesto debe ser entendido por alguna realidad que le apremia en su visión pastoral. Dice que con esta celebración quiere hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. Obedezco e intento reflejarlo en este comentario de hoy.

Así pues, dice, establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.

En este domingo, la carta de Pablo a los Corintios nos habla de divisiones en esa comunidad. Unos presumen de haber tenido como catequista a Pablo, otros a Pedro y otros a Apolo (que debía ser un buen catequista). Y eso los lleva a divisiones. Pablo les invita a que se pongan de acuerdo y no anden divididos. Todos somos de Cristo. Vemos que la dureza del corazón (y de mollera) la llevamos en el tuétano; bueno, ahora diríamos en los genes o en los cromosomas. En este año 2023 la iglesia de Cristo se encuentra divida en innumerables grupos. A algunos de ellos, los llamamos las “iglesias históricas” que nos repartimos muchos cientos de millones de creyentes. Tenemos el mismo bautismo y la misma fe, pero presentamos un Cristo roto. Es un escándalo que suceda esto entre los que sabemos que el Maestro rezó por nuestra Unidad y todos tenemos un único mandamiento. Amarnos unos a otros como Él nos amó. Y ahí estamos. 80 años rezando oficialmente por la unidad y solo se han dado algunos pasitos para la comunión. El Espíritu del resucitado deberá emplearse todavía a fondo para abrir nuestras entendederas y lleguemos a ver que “Somos Uno con Cristo”.

También rezamos por la unidad de y con los Judíos. Tenemos en común con ellos lo que llamamos Antiguo Testamento o Primera Alianza. Haciendo referencia a la del Sinaí. Bebemos del mismo pozo y sin embargo nos mantenemos alejados. Ellos siguen siendo un pueblo que “espera”. Nosotros desde el acontecimiento de la Encarnación quisiéramos ser un pueblo que “ama sin medida”.

La primera lectura de hoy (Isaías 9, 1-4) recoge un hermoso texto del profeta que rompe en alabanzas cuando intuye o ve que empiezan a desaparecer los oprobios de su pueblo (esclavizado, maltratado, forzado y casi borrado de la faz de la tierra). Una LUZ GRANDE brilla en el horizonte y hace desaparecer las tinieblas y las sombras de muerte. Llegan días buenos. Podrán recomponer sus tierras y posesiones, sus parras y viñedos , sus casas y su templo. Llega la Liberación. En estos momentos no puedo retirar de la mente las imágenes de los terribles bombardeos que padece la sociedad civil en Ucrania. Pero tampoco se puede olvidar la situación de hambre y oprobio que sufre Venezuela; y las guerras que siguen destruyendo familias y pueblos en el mundo, originando sombras y tinieblas de muerte sobre muchos millones de los habitantes de nuestro mundo. Ellos necesitan que se haga realidad lo anunciado por el profeta. Que aparezca una Luz grande. De esa LUZ nos habla el Evangelio de San Mateo, revelándonos que lo que dice el profeta Isaías se cumple en Jesús de Nazaret. Él es la Luz que vence la tiniebla y las sombras de muerte.

Fue Jesús, el primer exégeta del A.T. Caminando con los discípulos de Emaús, «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras» (v. 27). Cristo es el primer exégeta. El Antiguo Testamento lleva a Jesús. En Él, llegará a plenitud al Alianza del Sinaí que ahora será sellada con su propia sangre. Desde Jesús debe ser leído e iluminado todo el Antiguo testamento. Hemos de acercarnos al A.T. preguntándonos cómo se cumple todo esto en Jesús de Nazaret.

Y la “Luz grande” que ilumina la tierra responde de otra manera a las esperanzas de un mesías triunfador y justiciero. Jesús, no impone, sino que ofrece y llama a seguirle. Pero su camino es un camino de ofrenda y de entrega. Es un camino, repetimos tantas veces, de obediencia. Es seguro que el mal y la muerte y el pecado son y serán vencidos. Pero muchas veces hay que pasar por la cruz, pero porque las fuerzas del mal están ahí y no quieren abrir los ojos a la Luz. Son reconfortantes las palabras del Nuncio en Nigeria que ante el asesinato de un sacerdote (quemado vivo) en Minna -el domingo pasado- dice: “Incluso en la oscuridad del odio y del dolor, existe la fe que es más fuerte que la muerte”. Ahí está un haz de la luz que ilumina. La FE en que la muerte no tiene la última palabra. Ni la muerte ni ninguna otra “potestad”. Nadie nos podrá separar del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús.

La Palabra de Dios nos irá descubriendo el camino que hemos de seguir para que el Reino de Dios que está cerca, acontezca. No hemos de olvidar que se nos pide CONVERSIÓN. A TODOS. Está claro que Putin tiene más culpa que nosotros en el mal que ocurre en el mundo. No se puede olvidar. Pero decir que nosotros hemos de convertirnos no quiere disminuir en nada esas responsabilidades. Pero sí que es necesario para cada uno de nosotros abrirnos al Espíritu Santo y cambiar. Y cuanto antes. No lo dejemos para mañana. Hoy puede ser el gran día para que entremos en conversión y vayamos detrás de la Gran Luz.

Un ruego: entronizad hoy la BIBLIA en vuestra casa significando que la Palabra de Dios preside nuestra familia y nuestras vidas.

  1. Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.
No hay comentarios

Escribe un comenario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.