Hagamos camino juntos.

Hagamos camino juntos.

POR UNA IGLESIA SINODAL

En este domingo acontece algo excepcional para la Iglesia Católica. Se abre el SÍNODO con la finalidad indicada en este título:  POR UNA IGLESIA SINODAL: Comunión, participación y misión. El pasado domingo lo inauguró solemnemente el Papa en Roma, pero en este domingo se abre o inaugura en todas las iglesias diocesanas del mundo.

Debido a esto, el cariz de la homilía de este domingo es distinto al habitual. No me centraré en las lecturas del día, aunque son bellísimas y ciertamente dan pie para comentar la realidad sinodal. El evangelio rechaza la actitud de los “Zebedeo” que querían hacer “carrera” de prestigio y de poder al lado de Jesús y con su actitud arrancan a Jesús su claro proyecto de vida. No ha venido a ser servido sino a servir; no ha venido a ser primero, sino el último. Su misión es entregar la vida por los demás. Esta es su misión y también la de sus seguidores. Todos iguales para ser primeros en el servicio. Es la primera norma y universal para toda su iglesia. En este sínodo la tendremos en cuenta en todo momento. Además, la carta a los Hebreos nos invita a mantenernos firmes en la confesión de nuestra fe. El sínodo arranca de la fe de cada uno de nosotros, para ejercitarla y acrecentarla fortificándola desde la experiencia en nuestras vidas de la acción del Espíritu Santo. En medio de este “marco” continuamos con el Sínodo.

La finalidad de este Sínodo, no es producir documentos, sino “hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimularla confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar una autora de esperanza, aprender unos de otros y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos” (Francisco en el sínodo de los jóvenes. Año 2018). La finalidad está marcada de optimismo.  Pero a la vez nace de una constatación donde puede que este “ardor” sea escaso y a lo que incita el Papa es a caldearlo, foguearlo y hacer que sea significativo en el mundo de hoy.

Dando la oportunidad de escuchar y dialogar a nivel local a través de este Sínodo, el Papa Francisco está llamando a la Iglesia a redescubrir su naturaleza profundamente sinodal. Este redescubrimiento de las raíces sinodales de la Iglesia implicará un proceso de aprender juntos con humildad, cómo Dios nos llama a ser Iglesia en el tercer milenio.

El importante es Dios, y Él es el que nos llama. Lo primero que tenemos que hacer es aprender a escuchar la voz de Dios. Y aprenderlo en comunidad. En el sínodo hay preguntas y respuestas. Ciertamente se nos pide nuestra opinión y nuestro juicio sobre determinadas cosas de la vida de la Iglesia. Pero antes de hacer la reunión para “analizar”, habrá que hacer reuniones para “escuchar” la voz de Dios. Sesiones de oración, de escucha de la Palabra, de acción de gracias en la eucaristía. Después de esto y alimentados primero de la fuente de la Vida que es Dios-Trinidad podremos ejercer bien nuestros derechos y deberes como miembros activos y responsables del Pueblo de Dios.

La primera pregunta que se nos hace es: ¿qué entiendo yo por iglesia? No podemos soslayarla. Debemos responderla con humildad y cariño; nunca despacharla. Para muchos la Iglesia son “los otros”; los frailes, las monjas, los obispos, los curas, el papa. Desde esa postura no servirá para mucho nuestra respuesta. 

Si tomamos conciencia de que cuando hablamos de iglesia hablo de mí mismo como miembro activo de una comunidad de creyentes en Jesucristo, entonces mi respuesta no es indiferente. Porque lo que diga me implica también a mí.  

La respuesta debe ser vivencial; debe responder a mi experiencia compartida o no con los demás. Sin duda podemos hablar del “deber ser”, pero es mejor que respondamos desde la realidad que percibimos, aunque sea muy circunstancial y de cortos vuelos. Que sea una respuesta sincera. Si hacemos un buen diagnóstico, entonces el encontrar caminos para subsanar errores o desvíos será más fácil. 

SINODO Es hacer CAMINO JUNTOS. Pero fijaros bien que se puede hacer camino juntos en un vagón de tren o en un avión. Iremos todos en la misma dirección y al mismo lugar, pero “nos llevan”; no vamos nosotros. Nos dejamos hacer, pero no hacemos nada positivo para que el tren o el avión lleguen a buen término, salvo el pagar el precio del viaje.  Eso no es “sínodo”. El sínodo habla de caminar juntos de un pueblo de iguales. Todos hermanos en Jesucristo e Hijos de Dios por el Bautismo. Existe entre todos nosotros una igualdad fundamental y por lo tanto una responsabilidad fundamental. Estamos y somos iglesia porque libremente hemos aceptado la llamada de Dios que nos convoca a ser partícipes de su Pueblo que camina hacia la Salvación. Cierto que en este pueblo hay diversos dones y carismas, pero estos siempre son dados en función de los demás y nunca para significarnos o separarnos o crear una casta superior o distinta en aquellos que son “ordenados”. 

Justamente este Sínodo viene convocado para analizar el modo en que caminamos juntos en nuestra parroquia y en nuestra diócesis y en la iglesia universal. Pero hemos de fijarnos por ahora en lo más cercano. Preguntarnos por las experiencias de sinodalidad que vivimos en nuestra parroquia o comunidad; que alegrías encontramos en este caminar juntos; que dificultades y heridas hemos encontrado o provocado; que intuiciones hemos tenido de cara a reanudar mejor nuestro camino eclesial. 

Hemos de intentar llegar a algún consenso en nuestro análisis y buscar caminos que se abran a una nueva evangelización. 

En este análisis hemos de ser sinceros, valientes y humildes. No se abre el proceso para llevar a juicio a nadie, pero sí que es necesario estar abierto a recoger o anotar las deficiencias que se vislumbran en algunas actuaciones de algunas personas. El modelo a seguir es el de Jesucristo que se pone en último lugar y que lava los pies a sus discípulos. Los responsables de las comunidades deben ser los primeros en imitar bien este modelo de servicio y entrega a los demás.

En la parroquia se deberá analizar el caminar juntos, primero las diversas comunidades parroquiales o grupos que se reúnen con cierta sistematización o simplemente aquellos que tan solo celebran los domingos. Después se deben analizar las relaciones que se dan entre las mismas comunidades parroquiales, para ver si quieren en verdad realizar que la parroquia sea una comunidad de comunidades. Deben analizarse las relaciones de las comunidades con sus presbíteros (o pastores) para después ver si se puede analizar la relación de la parroquia con el Obispo diocesano. 

También se deben analizar las relaciones de la parroquia con otras realidades comunitarias o grupos sociales o políticos con los que hay interrelación. Relaciones con otras iglesias hermanas, con otros credos y/o con los no creyentes. 

Caminar juntos, como cristianos, solo es posible sobre la base de la escucha de la Palabra y de la celebración de la Eucaristía. Por eso a la hora de preguntarnos sobre nuestro caminar no podemos dejar de hacer una evaluación del modo de celebrar nuestra fe y del ritmo de nuestra vida de oración. ¿Soy hombre o mujer de oración? ¿Dios está presente en mi vida como horizonte, como el que me envuelve día y noche, como el que me da el ser y el estar cada día? ¿La Palabra de Dios preside mi vida o es un libro oculto en la biblioteca? ¿La eucaristía dominical es algo que espero y deseo como el alimento de mi vida; como la fuente de mi vida y como el culmen de mi vida de la semana? 

¿Cómo se celebra la fe en mi comunidad? ¿Se prepara? ¿Se verifican los diversos servicios llamados acolitado, lectorado, salmista…? ¿Salimos de la celebración transformados y con las pilas cargadas para llevar a la vida lo celebrado en la eucaristía? 

Las reuniones sinodales serán el lugar de discernir para después decidir el rumbo a tomar. En un principio se nos pide sobre todo hacer el análisis de la situación. Vendrán instrumentos creados por la Comisión Sinodal Nacional para facilitarnos este trabajo en nuestros encuentros. Pero es bueno que tomemos conciencia de que tenemos que PARTICIPAR. Somos todos importantes. No podemos dejar pasar esta oportunidad provocada por la convocatoria del Papa a este Sínodo justamente para ejercer la sinodalidad y así refundar el camino de la vida cristiana y eclesial. 

“El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Papa Francisco). 

P. Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.

P.D.  ORACIÓN POR EL SÍNODO

Estamos ante Ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre. Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras. No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos. Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones. Condúcenos a la unidad en Ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a Ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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