SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA

SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA

1Jn 1,1-4; Sal 98; Jn 20,2-8

 

La fiesta de este día tiene un potente sabor dehoniano. Juan es el nombre que tomó para sí el P. León Dehon cuando se convirtió en religioso. Juan es el modelo de lo que debe ser un religioso Sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús. El 27 de diciembre de 1919 tuvo lugar la primera Misa que daba inicio oficial a la presencia de los primeros religiosos dehonianos en España. Por eso, unas breves palabras para dar relieve a todo lo que significa para nosotros. 

 

Misterio de la encarnación y misterio de la redención se reúnen en la Palabra de Dios de este día. “Lo que existía desde el principio” se hace visible en la carne de Cristo por amor a nosotros y se une con “el primer día de la semana”, de esa semana nueva que inaugura el tiempo nuevo en la resurrección de Jesús en el que vivimos. 

 

En San Juan, tenemos cumplido el valor dehoniano de la confianza. En efecto, nuestro santo de hoy nos invita a la confianza, es decir, a poner la mirada plenamente en el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin, hasta el extremo más absoluto, sea en su encarnación, así como en su pasión, muerte y resurrección. 

 

El fruto de la contemplación que se aprende con San Juan es el depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos, por usar palabras recientes del Papa Francisco. Contemplar el misterio de la encarnación y dejarse inundar por esta confianza (una confianza primordial, que sabe a hogar, a padre y madre, a hermanos, a esa seguridad de la persona que se fía a otra, a esperanza firme) nos lleva a ser profetas del amor; a serlo como “testimonio”, esto es, el testimonio de quien ha visto-sentido-experimentado personalmente y garantiza lo evidentemente verdad que es eso que ha visto-sentido-experimentado. Ese es el estilo de nuestro patrón San Juan, apóstol y evangelista, tal como aparece en Jn 19,35: “El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis”. 

 

Esta virtud espiritual nos lleva a buscar lo que está más allá de los acontecimientos externos: reconocer el significado más profundo y dar testimonio de éste para que los demás puedan creer. La contemplación de la encarnación nos lleva al misterio de la redención. Estos misterios son la raíz de la confianza plena que nos guía hasta la entrega total a los demás, haciéndonos servidores de la reconciliación. Así pues, el Señor que se nos ha dado es el que “me amó y se entregó por mí” (Gal 2,20). Nuestra vida está llamada a ser un comentario vivo de esta cita paulina. Nuestra tarea evangelizadora, seamos laicos, consagrados o ministros, debe partir y concentrarse en esta esencia, en este núcleo luminoso que es la belleza del amor salvífico de Dios, que se manifiesta en Jesucristo nacido, muerto y resucitado. 

 

“Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo”. Por eso, la Navidad nos devuelve así al corazón de la experiencia espiritual del P. Dehon, a esa actitud de confianza a tener con Dios y con los hermanos en el día a día.

 

  1. Juan José Arnaiz Ecker, scj 

 

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