SOIS SAL Y LUZ

SOIS SAL Y LUZ

El evangelio de hoy continua el “sermón del monte” y nos sorprende con una declaración de Jesús dirigida a sus discípulos. En esa declaración utiliza dos imágenes referidas directamente a ellos como personas: Sois la SAL de la tierra y la LUZ del mundo. También utiliza la imagen de la ciudad construida sobre el monte que puede aplicarse al discípulo personalmente, pero nos cuesta más entenderla. Sin duda que cuando habla de esa supuesta ciudad, Jesús está pensando en Jerusalén. La ciudad bien fortificada sobre el monte que contiene en ella el Templo, la casa de Dios, de donde dimana la luz y el resplandor de la Ley que debe iluminar a todo israelita. Pero aquello que más llama la atención y sobre lo que más se ha hablado es precisamente la afirmación: SOIS SAL Y LUZ.

La SAL es un mineral relativamente abundante, pero no tanto en aquella época y en determinados lugares. Lejos del mar y marismas… estaba muy buscado y cotizado. Muchas veces se ha utilizado como salario (sal-ario) o paga de servicios. Era moneda de cambio. Y es que la sal era fundamental para conservar los alimentos, para desinfectar heridas, para condimentar los alimentos, para… infinidad de cosas.

Pero da la casualidad de que la sal solo funciona cuando se disuelve, se diluye y desaparece. Nadie quiere toparse con ella en un guiso, pero se agradece su capacidad de resaltar los sabores del guiso. Sirve cuando “muere”, cuando deja de existir por ella misma. Lo es en otros y para otros.

Algo semejante ocurre con la LUZ que tiene algo de fascinante. El sol durante todo el día alumbra y da calor. Esa luz y ese calor van generando vida y color en este nuestro mundo. Imaginemos que se nos apaga el sol. ¿Qué sucederá? La más oscura y gélida muerte acamparía en nuestro planeta. Algún día pasará, porque el sol, es muy grande, pero se va gastando. Da luz y calor gracias a que pierde masa o corporeidad. No hemos de preocuparnos por su desgaste, porque tenemos sol para algunos miles de millones de años.

Además del sol tenemos otros soles más humildes. Y el evangelio hace referencia a esos “soles” humildes. La lámpara que se pone en el candelero para que alumbre a toda la casa. Nosotros tenemos “bombillas” y derrochamos “luz”. La lámpara solo la usamos cuando desaparece la electricidad. Entonces encendemos una vela. Y ¡cuánto lo agradecemos! En tiempos de Jesús, la vela o la lámpara era lo habitual. Esa lámpara ahuyentaba a los espantos de la noche. Servía para diversas cosas, pero sobre todo para mantener la vida familiar en quehaceres y encuentros que la oscuridad impedía hacer. Pero también esa luz era humilde servidora desde el servicio que provocaba el desgaste de la cera, el aceite o la grasa que alimentaba el candil. La luz del sol, eléctrica o de la vela, lo son desde un “morir” de algo para ser útil a los demás.

Jesús, al utilizar estas imágenes, sin duda hace referencia a esa idea suya que dice: el que entrega su vida por los demás, la salvará. Desde el principio, a sus discípulos les va a proponer ese camino del don y de la entrega.

La imagen de la LUZ es frecuente en el Antiguo Testamento. ¿Qué es ser luz? La primera lectura de hoy, del profeta Isaías, dice: “Parte tu pan con el hambriento,
hospeda a los pobres sin techo, cubre a quien ves desnudo
y no te desentiendas de los tuyos. Entonces surgirá tu LUZ como la aurora,
enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor.” Más claro, el agua. La forma concreta de vivir o encarnar las bienaventuranzas es partir el pan con el hambriento, hospedar al desnudo… Ejercitar las obras de misericordia. En tiempos de Isaías, parece ser que algunos estaban pensando en reconstruir el Templo mientras el pueblo pasaba hambre. Isaías parece decirles que la Gloria de Dios es la Gloria del hombre. Ser un pueblo “justo” no es tener bien organizada la liturgia o el decoro del templo, sino que lo primero es compartir el pan y la sal. Y mientras eso no se consiga o no esté en la órbita de nuestras intenciones, entonces difícilmente viviremos los “mandatos” o exhortaciones del Señor.

Realizando ese programa de Isaías, es cuando aparece la Gloria de Dios en medio del pueblo. “Aquí estoy” es la respuesta del Señor a la oración de Isaías.  De esa manera serás luz que brilla en la oscuridad y desaparecerán las tinieblas.

Jesús nos dice: “Brille así vuestra luz ante los hombres”. Es evidente que no nos está invitando a ser protagonistas o “lideres” que atraigan hacia sí los parabienes de los hombres. Jesús nos está invitando a que salgamos a la plaza pública y demos testimonio de aquello que a nosotros nos da luz y calor. Jesús es LA LUZ y nosotros participamos de esa luz. Jesús es Luz en cuanto entrega su vida en toda circunstancia y de forma plena en la cruz. Y la entrega porque nos ama y por eso se pone a nuestro servicio incondicionalmente. Nunca busca ser “alabado” y siempre que puede apunta al Padre del cielo para alabarlo, darle gracias y para que le alaben y den gracias. Nosotros, sus discípulos, hemos de seguir esos pasos.

Las bienaventuranzas no pueden ser vividas solo en la intimidad del corazón y que no se manifiesten de ninguna manera en lo exterior de nuestras vidas. No se puede “buscar a Dios” sin pasar o sin toparse con el prójimo. Me ha gustado esta frase: “Dios no entra solo en nuestras vidas; entra con toda su familia o no entra”. Isaías nos dice “no te desentiendas de los tuyos”. Y justamente cuando te solidarizas con los que pasan hambre o necesidad, es entonces cuando el Señor está a tu lado o Dios te abarca y abraza y hace morada en ti.

Amigos, hoy son muchos los que pueden estar llamando a nuestra puerta. Son muchos los emigrantes venidos a nuestra nación huyendo de violencias, de guerras, de hambre y de injusticias de lesa humanidad. Nuestra tarea es apremiante, aunque no resulte fácil y encontremos diversas motivaciones para no entrar de lleno en el problema de esos hermanos nuestros. Durante los domingos siguientes, la Palabra de Dios nos irá dando pautas de comportamiento religioso y moral ante diversas circunstancias. Dejemos resonar la Palabra de hoy par animarnos a ser SAL y LUZ en medio de nuestro mundo. Abramos el corazón para que la luz que es Cristo nos ilumine y ayude a romper nuestro cascarón y sepamos abrirnos al encuentro con nuestros hermanos, principalmente aquellos que están más necesitados.

  1. Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.

 

 

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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