«Un día en la vida de Jesús»

«Un día en la vida de Jesús»

Y después de apostar por la vida en la sinagoga de Cafarnaún, Jesús sigue sorprendiéndonos. Marcos nos comunica un Jesús que por donde pasa desborda vida, apuesta por la vida, lucha por la vida y devuelve la vida.

 

Hace unos años, en el 2004, se celebraba un congreso de la vida religiosa, bajo el lema «Pasión por Cristo, pasión por la humanidad», influido por el lema del congreso, los dehonianos, en el marco de lo que iba a ser la beatificación del p. Dehon, se apostó por el lema «pasión por Cristo, pasión por el hombre», porque al padre Dehon, le caracterizaba una honda pasión por Cristo, sobre todo por ese corazón traspasado, que le llevaba a amar a los hombres y a apostar por su dignidad. En el Evangelio de hoy está esa verdad que intuyó el p. Dehon, por donde pasa Jesús, a quien se acerca Jesús, donde él está hay amor a la vida, interés por el ser humano, para ello, hay que tener pasión por la liberación de todo mal, por restaurar lo que está enfermo para llevar al hombre a la plenitud de su humanidad, para la que fue creado. Y hoy, Jesús cura y sana, toca y levanta. Incorpora al enfermo y lo devuelve a los quehaceres de la vida, solo así la vida sabrá a más vida, nos lo recordará Marcos al final de su Evangelio: «no he venido a ser servido sino a servir y dar la vida en rescato por todos» (Mc10, 45).

 

Y hoy Jesús, en este Evangelio, que manifiesta una clara apuesta por la vida, nos dice cómo hay que vivirla con equilibrio, madurez y honestidad. Hoy Jesús nos invita a una vida plenamente madura y equilibrada a partir de cuatro relaciones, que él mismo manifiesta en este día de su vida: relación con Dios, relación con los demás, relación con uno mismo, relación con el trabajo. Solo a partir de estas cuatro bases, expresadas en esta “jornada modelo”, Jesús nos ofrece una vida plena.

 

Relación con Dios.

Si recordamos el domingo pasado, Jesús inicia la jornada en la sinagoga: «cuando salió de la sinagoga». Fue momento de encuentro con Dios, que le pidió liberar al hombre poseído del mal y devolverle su total dignidad. Jesús es reflejo de la voluntad del Padre. En la sinagoga, Jesús no interpreta la ley, sino que enseña una nueva doctrina, encaminada a sanar, liberar y dignificar. Quizá yo debiera dejar ese espacio en mi vida necesario para escuchar al Señor, estar atento a sus palabra y ponerme en camino conforme su decir y hacer.

 

Relación con los demás.

Jesús entra en la casa de Simón y Andrés, donde la suegra de Simón está en cama. Hay que saber estar con los amigos, perder el tiempo con quienes sabemos nos aprecia. Disfrutar de un momento de encuentro con los amigos, vecinos. Y aprovechar este momento como lo que acontece en casa de Simón: vivir unos instantes de renovación de vida, de resurrección. Dejar esquemas fríos y distantes y apostar por la cercanía, el cariño y la novedad. Acercarse físicamente al otro, estar junto a él, y más si está enfermo, es un gesto de cariño que vale más que mil palabras. No es lo mismo que una llamada o simplemente preguntar como está. No. Acercarse y tomar al otro de la mano, es un gesto sencillo e importante. Cuando una está mal, cuánto ayuda que te den la mano, o un beso en la frente, o un abrazo en silencio, porque a veces queremos llenar todos los espacios de palabras, sin embargo, Jesús no dice nada, con sencillez la toma de la mano. Es verdad que ahora lo de dar la mano, tocar, dar un beso, una caricia… son «cosas prohibidas». Solo decir que sepamos actuar con prudencia, y al estilo de Jesús.

 

Relación con uno mismo.

Muy de madrugada, antes del amanecer, Jesús se levantó y salió a un lugar solitario donde estuvo orando. Qué hermoso es saber detenerse en la vida. Tener un tiempo para uno mismo, porque es ganarlo y enriquecerlo para los demás.

Jesús sabía retirarse, y en este momento por dos motivos: para evitar la tentación de triunfalismo y para no regionalizar el Reino. Qué fácil es tantos momentos de la vida dejarnos llevar por el éxito, por el triunfo fácil, por el aplauso. Y regodearnos en él, sin ser críticos. Como San Pablo deberíamos saber decir que «predicar no es para mí motivo de orgullo», sino lo intrínseco de mi ser cristiano: «¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!». Y regionalizar el Reino. Cuántos errores en la historia han pensado que el Reino ya había llegado con un proyecto, o con una ideología y se han encerrado en esquemas humanos, que por el contrario a lo que perseguían, han empequeñecido al hombre.

Y gracias a esa relación de verdad con uno mismo (discernimiento), en armonía con el proyecto de Dios, Jesús supera ambas tentaciones y por eso se va a otros lugares, a otras regiones, a nuevos territorios.

 

Relación con el trabajo.

Y Jesús decide irse a otros lugares. No abandona al necesitado, porque para eso ha venido, para otorgar vida y dignidad. Jesús no rehúye de las personas: «curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios» (v.32), sino que rechaza todo dominio y poder. Tiene que hacer entender a sus discípulos que el Reino es servicio, donación. No hay que esperar a que la gente venga, hay que ir a buscarla. Jesús está fuera de sí, volcado hacia los demás. Y esta también debe ser nuestra actitud.

San Pablo lo entendió muy bien. Él se hizo esclavo, débil, todo para todos, y por un solo motivo: por causa del Evangelio. Para anunciar a Jesús a todos.

 

Y llegado a este punto, debemos preguntarnos, ¿cómo está el equilibro de mi vida en perspectiva con estas cuatro relaciones: con Dios, con el trabajo, con los demás y conmigo mismo? Solo en armonía con estos cuatro pilares, que Jesús me enseña en su día a día, podré vivir en armonía. Son los pilares de la mesa del banquete sobre los que cada día sostengo mi vida.

 

 

Oración

 

A los que vivimos agobiados por las prisas,

los tiempos y las responsabilidades,

ayúdanos a detenernos y mirar en nosotros mismos.

A los que caminamos con los ojos tristes

y las espaldas encorvadas,

ayúdanos a mirar el dolor de los demás.

A los que solo pensamos en divertirnos,

sin saber cómo está el que está a nuestro lado,

ayúdanos a saber tender la mano.

A los que buscamos la fama,

el prestigio y el honor,

ayúdanos a mirar a lo alto, a lo bajo y alrededor.

A todos notros,

ayúdanos a vivir en armonía

con el trabajo, con el amigo,

contigo y conmigo.

 

P Jesus C. Garcia

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