DEL CORAZÓN SALEN LAS OBRAS

25 Feb DEL CORAZÓN SALEN LAS OBRAS

Los sabios del A.T. son como el prefacio del acontecimiento “Jesús, el Maestro”.

El libro del Eclesiástico (o Sirácida) es el último libro sapiencial del A.T. Con lenguaje poético y popular recoge dichos o refranes de la sabiduría popular que pasan a marcar actitudes en las personas y a crear una determinada cultura de valores. Lo que hoy leemos será llevado a plenitud por aquel que es la Sabiduría encarnada o el verdadero Maestro.

En el Evangelio, San Lucas, recoge una serie de dichos de Jesús que son humanos y divinos. Nacen de una experiencia y una cultura popular tamizados por la experiencia de fe de Jesús que es Dios y hombre verdadero.

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Es tarea arto difícil. Ambos caerán en el precipicio. Si esto es así en los caminos terrenales, lo es también en el camino que lleva a la Vida. Un no creyente no es fácil que pueda ser un pedagogo para a llevar a la fe. Si él no conoce el camino o lo niega, no puede ser un piloto experto para llevar al puerto de la fe. La fe es luz y el creyente está iluminado en su vida por la presencia del Espíritu que acoge en su interioridad. Desde esa realidad vital, el creyente podrá ser iniciador y catequista del no creyente o del catecúmeno. Además, este camio de vida de fe debe, de alguna manera haberse recorrido un buen trecho para indicar camino seguro a los que ayuda a caminar. No vale para guía un “novato” o neófito. Hace falta ser “adulto” en la fe.

Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. Yo pienso que es certera la afirmación. El hombre no nace aprendido. Somos tabla rasa. Desde que nacemos vamos aprendiendo. Y no es indistinto el tener un maestro que otro. La vida de fe supone un aprendizaje. El maestro va delante por experiencia y sabiduría. El discípulo hará vienen en ponerse detrás del maestro. Los discípulos de Jesús son “discípulos” y “siguen” al maestro que va delante de ellos. Una vez (serían más veces) en que Pedro quiso ponerse delante del maestro para quitarle el horizonte de la cruz en su vida, Jesús le dijo: “Ponte detrás. Estás haciendo de satán”. Querer dar saltos en el camio de la fe es peligroso. Hay momentos de oscuridad o de no ver claro. Si vemos que el Maestro ha pasado por ahí y sigue adelante, es que ese es el camino y que hay que pasar por “noches oscuras”. Jesús no pone límite al crecimiento del discípulo. Entiende, cree y espera que los discípulos lleguen a ser maestros. Parecidos a él o iguales a él. En alguna ocasión él afirma “haréis cosas mayores que yo”. No le pierden prendas. Moisés también deseaba que todo el pueblo fuera profeta o pudiera profetizar. En Jesús esto será realidad. Lo que pasa es que el camino del Maestro termina cuando sube a la cruz. El final del camino es dar la vida por el hermano. Esta es la lección última y ahí no se llega hasta el final de la vida. El sobrepasar al Maestro no se dará porque todos seremos abrazados en Él y con Él participaremos todos juntos de la Vida Eterna. Pero Él siendo el Hermano mayor, la Vid de la que nos llega la vida. Él será el único mediador entre Dios y nosotros. Él es la salvación.

El dicho sobre la “mota” y la “viga en el ojo” es muy acertado. Tenemos una tendencia enorme a juzgar “al otro” por cualquier cosa. Un pequeño desliz sirve para ensombrecer toda una trayectoria honesta. Somos difíciles de ejercer la misericordia con el hermano. Y para nosotros aplicamos rápidamente la ley del embudo. Nos disculpamos con mucha facilidad. Jesús habla de “hipocresía”. Y es que casi todos cojeamos de lo mismo y tenemos pecados o imperfecciones similares. Será bueno primero quitar en nosotros las “vigas” que tenemos, para después poder eliminar las virutas que encontramos en los demás. Y este quitar las motas, se hará con una exquisita humildad y misericordia.

“Cada árbol, se conoce por su fruto”. Es cierto, así, como figura retórica. Las zarzas no van a dar manzanas. Pero es cierto que hay un problema real a la hora de evaluar “los frutos”. Porque pueden aparecer como buenos, pero a lo mejor vienen de intención podrida. La manzana es apetitosa para Eva, pero viene endiablada. Pongo un ejemplo: 5 soldados enrolados en el mismo batallón van a la guerra. El hecho es el mismo para los 5. Pero las motivaciones pueden ser distintas. Uno va a la guerra porque le gusta el riesgo extremo. Otro va como mercenario. Otro busca honor y gloria. Otro, simplemente obedece órdenes, porque no tiene más remedio. Otro va por amor a su patria. Hay mucha diferencia entre las motivaciones. Y éstas hacen diferente la valoración sobre el hecho de ir a la guerra. Jesús, en el evangelio invita a mirar al corazón, a la interioridad. Es de ahí de donde salen el amor o la envidia. La intencionalidad marca la diferencia. Un corazón sano, humilde, misericordioso hará nacer obras buenas, humildes, misericordiosas y de forma permanente. Un corazón torcido, no dará una a derechas.

La eucaristía es el sacramento por excelencia donde acogemos a Cristo y al hermano. Cristo es el que se nos da como alimento para fraguar en nosotros la comunidad fraternal. Este sacramento puede descafeinarse o anularse si nuestra vivencia interior está ausente de lo que se celebra o simplemente está presente por aquello de cumplir el mandamiento eclesial.

Con este domingo aparcamos el “tiempo ordinario” para entrar en el “tiempo de cuaresma”. El próximo miércoles lo será de “ceniza”. Abrimos el camino de preparación a la gran fiesta de la Pascua. Un camio en el que se nos pedirá profundización en nuestra vivencia cristiana y un ajuste en la dirección de nuestro camino cristiano. Hemos podido desviarnos, o abandonarlo, o detenernos, o retroceder. Trataremos de reorientar nuestra vida o centralizar bien nuestro objetivo pascual. Cristo resucitado será la luz que ilumine este caminar como la gran esperanza que nos ayude a la conversión.