DOMINGO III DE ADVIENTO (B)

DOMINGO III DE ADVIENTO (B)

“Estad siempre alegres” (1Tes 5,16). Esta exhortación de san Pablo a los Tesalonicenses marca el sentido del tercer Domingo de Adviento, llamado de la “alegría”. La Navidad se cuece en este ambiente de alegría, rezuma alegría. Su realidad concreta es cruda, pero tiene como telón de fondo un cielo de estrellas.

La primera lectura es una profecía de Isaías, la que un día Jesús, ya adulto, leerá en la sinagoga de Nazaret. En medio de la dificultad, tras la vuelta del exilio, el profeta, cual enviado, proclama un mensaje de optimismo, un año jubilar: los pobres, los cautivos, los deprimidos, experimentarán en sus vidas la gracia y la presencia de Dios.

Aunque parezca paradójico por lo estrambótico de sus formas, el Bautista es un modelo para todo aquel que quiera buscar el sentido de la vida y encontrar la verdadera alegría. Se retira en solitario al desierto, abandona todo lo superfluo y se pone en actitud de búsqueda y oración. Al escuchar la voz de Dios, brota de él, de lo profundo de su corazón, un mensaje de esperanza. El extravagante Juan puede así atraer a las personas hacia Dios, porque ha encontrado la auténtica alegría que es la libertad de espíritu y la paz profunda, es decir, lo que no se puede comprar, sino tan solo agradecer como don de lo alto. Con ello, Juan, humildemente, abre la puerta a la entrada en escena de Jesús. ¡No!, repite tajantemente por tres veces; no soy yo. El otro que está en medio de vosotros y no conocéis, Jesús: Él es el verdadero don de lo alto, la definitiva gracia, el auténtico bautismo. Ungidas por el Espíritu, las voces que gritan en el desierto nos traen el viento fresco de la renovación. Reconocen al que existían antes que ellas, al que es mayor.

¿“Nos alegramos con nuestro Dios” (cf. Is 61,10) como María? ¿Tenemos razones para estar alegres? ¿Nos sentimos amados por Dios? ¿Nos sentimos libres para darnos tal como somos? ¿Nos sentimos contentos porque no estamos solos? ¿Tenemos miedos que nos atan y no nos dejan ser alegres? ¿Estamos tranquilos porque pensamos que las cosas van a ir bien? ¿Tenemos buen sentido del humor porque vivimos en paz?

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