Escucha, Israel.

Escucha, Israel.

Homilía del domingo 31 Octubre.

El Deuteronomio 6, 2-9 proclama el mandato central de la Ley de Israel que se va a convertir en oración diaria para el fiel israelita. “Escucha, Israel” es el nombre de este precepto y de esta oración. Pongo el texto completo para que se vaya grabando también en nuestros corazones: “Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Esta oración, la escucha Jesús, cientos de veces, de boca du su madre María y de su padre José. Y Jesús la repetirá muchas veces a lo largo de toda su vida. Es la oración que ejerce de magma donde se va fraguando la fe de Jesús de Nazaret.

La oración es una afirmación clara del monoteísmo israelita. El Señor es uno solo. Los israelitas afirman la diferencia radical ente Dios y el mundo creado. Dios es “el Todo Otro”. Absolutamente distinto de la criatura. Él es el creador por pura iniciativa suya. Pero el Dios de Israel se diferencia de otros dioses en que a Él no le resulta indiferente la realidad del mundo creado. Él no solo crea, sino que se interesa por este mundo. Se abaja y escucha las andanzas de este pueblo. Se hace cercano y entra en sus lides. Hace historia con su pueblo, una historia de Salvación.

Si el monoteísmo de Israel era un monoteísmo cerrado, en el acontecimiento “Jesús” va a realizarse una apertura novedosísima en la realidad “Dios”. En Jesús, Dios se abre justamente enviando su Hijo al mundo. Jesús, el hijo de José y de María, el Verbo encarnado, va abriendo camino en su experiencia de fe y se descubre y sabe como Hijo de Dios, de un Dios al que empieza a llamar PADRE. Y en esa apertura de Dios encontramos que Dios es una realidad de tres personas en un perpetuo volcán de amor recíproco que a su vez, se abre por la encarnación del Hijo a todos los hombres a los que Jesús siente y descubre como hermanos y también hijos de su mismo Padre. Su filiación es compartida y a ella nos asocia a todos haciéndonos iguales a él por el Espíritu que se nos da.

Digo todo esto, porque el evangelio de hoy, Marcos 12, 28  se puede entender mejor teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora.

A Jesús le pregunta un letrado qué mandamiento es el primero de todos. La pregunta no es baladí porque es interesante poner un orden ante los 630 mandamientos o mandatos que debían cumplir para llegar a la Vida eterna.

Jesús no duda al indicar que el primero de todos es el “Escucha, Israel”. Pero tampoco duda en añadir un segundo mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos.

Esta es la gran novedad. Jesús “cose” en un mandamiento los dos. Uno que ya era principal y el otro que estaba perdido en medio de los muchos preceptos. Y Jesús los ata de tal manera que subordina el uno al otro y el otro al uno. No se pueden separar. Será verdad aquello de que si uno no ama al prójimo a quien ve no ama tampoco a Dios a quien no ve. Y también se hará verdad que aquel que ama al prójimo ama también a Dios. “Cuanto hicisteis a uno de estos mis pequeños hermanos, me lo hicisteis a mí”.

En la experiencia del Jesús que reza a su Padre con tantísima frecuencia emana la convicción de que en el corazón del Padre están todos los hombres, amados de Dios, y que por lo tanto aquellos que son objeto directo del amor del Padre-Dios también lo deben ser del Hijo y de todos entre ellos. El despliegue del Amor de Dios envuelve a toda la creación y la introduce en la interioridad de la misma Trinidad.

El Escriba del evangelio aprueba la afirmación de Jesús con una muy  buena nota: Un “Muy bien, Maestro”. Y reitera palabra por palabra lo afirmado por Jesús añadiendo eso de “amar al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. El Escriba ha aprendido muy bien la lección de Jesús que trata en todo momento de liberar de cargas y prescripciones inútiles a la gente. Trata de interiorizar la vida religiosa hacia la experiencia de la fe como encuentro con el Padre Dios y relativizar los ritos y holocaustos. Llegar a adorar a Dios en Espíritu y Verdad.

Jesús también aprueba lo afirmado por el Escriba y le dice que no está lejos del reino de Dios. El que busca encuentra.

¿Deberíamos preguntarnos, una vez más qué es amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a nosotros mismos?

Estamos al final del evangelio de Marcos y también del camino catequético recorrido este año durante los 30 domingos anteriores. Sería bueno echar un ojo a todo lo proclamado, leído y celebrado durante todo este tiempo. Hemos acompañado las andanzas de Jesús por su camino a Jerusalén o él nos ha acompañado a nosotros durante nuestro camino de fe en el cada día de nuestra vida. Podría decir que quizás la palabra ESCUCHA encierra una respuesta a los interrogantes abiertos.

Escuchar a Dios es entrar en obediencia a Él; en una obediencia operativa que es seguimiento de Jesús tratando de hacer nuestros sus sentimientos. Vivir como Él vivió.

Estos días he terminado de leer un libro que me ha impactado. La vida de un hombre que supo vivir el mandamiento del amor a Dios y al prójimo hasta las últimas consecuencias en los momentos más inverosímiles que uno se puede encontrar en la vida. El libro se titula “Réquiem por Nagasaki”. El protagonista se llama Takashi NAGAI. Este hombre aprende de Jesús a vivir entregando su vida a fondo perdido. La firma de su último libro pudo ser: Nyko-aijin (Ama a los demás como a ti mismo). Él lo vivió y por eso murió. No tuvo ningún escrúpulo en hacerse cercano a cualquier enfermo o marginado y nunca distinguió entre amigos o enemigos en medio de guerras devastadoras que enfrentaban a naciones y tampoco diferenció nunca a nadie por raza o credo religioso. Se hizo servidor de todos. Testimonios de amor al prójimo hay muchos, pero algunos marcan. Este es uno de los que marcan, atraen y seducen.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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1 Comentario
  • Humberto Romero
    Publicado el 21:01h, 28 octubre Responder

    Maravillosa Homilía Padre,El Señor siempre coloca en sus labios palabras de Sabiduría, le doy las Gracias por enviarme ese maravilloso escrito, que me hacen ver la realidad del Amor a Dios y el Amor al prójimo, Gracias Padre una vez más, que Dios lo siga Bendiciendo y llenándolo de Sabiduría

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