450 aniversario de la fundación teresiana de Alba de Tormes

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450 aniversario de la fundación teresiana de Alba de Tormes

El 25 de enero de 1571 santa Teresa de Jesús fundaba en Alba de Tormes su octavo convento reformado de carmelitas descalzas. Este 2021, por tanto, se cumplen 450 años desde que esta orden religiosa cultiva la oración contemplativa y la vida comunitaria en la villa ducal salmantina.

Con motivo de esta efeméride rescatamos el texto en el que el P. Dehon, a modo de peregrino describe Alba de Tormes, su visita a este centenario convento, y sobre todo al sepulcro teresiano. La narración pertenece a un libro en el que el P. Dehon narra sus dos viajes a la Península Ibérica “Au della des Pyrénées” (Más allá de los Pirineos). Esta peregrinación aconteció durante su segundo viaje, los meses de marzo y abril del año 1900, y como podemos apreciar en la firma que dejó en el libro de visitas del convento de carmelitas, estuvo acompañado por un matrimonio, D. Heny y Dª Emily Malígiense.

 


Capítulo LXI. – Alba de Tormes y Santa Teresa.

Habíamos viajado durante toda la noche para llegar a Alba, la blanca villa del Tormes, la ciudad donde santa Teresa vivió mucho tiempo, y donde recibió sus más grandes gracias.

Alba es el señorío de los duques de Alba y su torreón enorme permanece allí medio en ruinas, como nuestro coloso de Concy. ¡Pero cuánto más habla al alma el humilde convento del Carmelo que la torre feudal del ilustre general!

Allí hay dos monasterios, el de los Padres Carmelitas y el de las Madres Carmelitas, los dos bastante modestos. Fuimos recibidos con una amable hospitalidad y yo celebré misa en el altar mayor cerca del corazón y de la mano[1] de la gran Doctora Mística[2].

Después de la misa nos permitieron visitar todos los tesoros piadosos del santuario.

La tumba de la santa está en una pequeña capilla, en la que la depositaron después de su muerte[3]. Se sabe que los habitantes de Ávila reclamaron su cuerpo, pero los duques de Alba obtuvieron del rey y de los obispos el permiso para dejarla en Alba[4].

Allí está el santuario donde ella rezaba, la reja donde ella recibía a nuestro Señor, su Esposo Divino.

Las religiosas nos mostraron una cruz que ella llevó y una carta manuscrita. Pero dos objetos sobre todo llamaron nuestra atención: su brazo y su corazón. Su corazón que fue herido por la flecha misteriosa del amor divino. Su brazo que escribió sus sublimes pensamientos.

Ver y rezar, no es suficiente, sería necesario meditar largamente y volver a leer algunas páginas elegidas de la querida Santa.

Se ha hablado a menudo de las espinas que formaban una extraña vegetación alrededor de este corazón. Los fieles las miraban como una excrecencia milagrosa que expresaba la tristeza mística de la Santa en vista de las impiedades contemporáneas. El obispo actual, las ha quitado. Yo era feliz de ver este corazón en su forma natural, con la traza de la llaga simbólica marcada por el ángel[5].

Ruego todavía a la grande Santa que me conceda un ferviente amor por nuestro Señor.

Volveré a leer con más interés y, espero, con más provecho, sus maravillosos escritos.

Ella es el doctor de la vida mística. Ella dio las reglas y fijó la lengua. Sus escritos y especialmente “Camino de perfección” y “Castillo interior”, forman la suma de la teología mística como los escritos de Santo Tomás han dado la suma de la teología dogmática y la filosofía aristotélica[6].

Es en Alba donde murió la Santa querida. Su entierro, dice la historia, se asemejó menos a una pompa fúnebre que a una fiesta triunfal. Excitó más santa alegría que tristeza lúgubre. Su cuerpo, que fue el vestido de su alma, exhalaba un maravilloso perfume y llenaba de buen olor a todos los que se le acercaban. Alrededor de ella se gritaba: “¡Venid a oler a la Santa! ¡Son los perfumes del cielo! Nunca los naranjos y los jazmines olieron tan bien”. Eran transportes de admiración y de gritos de felicidad. Cada uno quería besar la ropa, los pies y las manos de la célebre fundadora[7].

La misa fue cantada con una extraordinaria solemnidad. Los personajes más nobles acudieron para asistir a la ceremonia: la duquesa de Alba, el duque de Huescar, el obispo de Salamanca y una muchedumbre de hidalgos y de caballeros. Todos contemplaban la cara de la virgen seráfica. Las arrugas de la vejez habían desaparecido…[8]

Después del oficio (la eucaristía), para satisfacer la piadosa avidez de los asistentes que querían todos llevar alguna reliquia de la venerable difunta, se cortó en trozos y se distribuyó su velo, sus mangas, las cofias, su cinturón. Estos pequeños fragmentos continuaron exhalando un perfume delicioso, y obraron un gran número de curaciones milagrosas.

Yo llevo conmigo también algunos pequeños recuerdos, gracias a la humilde benevolencia de los piadosos carmelitas que protegen la tumba de su madre.


Anotaciones del P. Manuel Diego Sánchez, ocd:

[1] El P. Dehon, por descuido o por asimilación, confunde aquí la reliquia de la mano izquierda de Santa Teresa con la del brazo izquierdo, que es la que se guarda en Alba de Tormes. La mano izquierda fue cortada del cuerpo de la Santa  a los 8 meses después de muerta por el P. Jerónimo Gracián, que la llevó a Portugal, donde estuvo hasta principios del siglo XX, cuando la expulsión de las monjas. Las carmelitas descalzas portuguesas se refugiaron en España y aquí trajeron consigo la reliquia teresiana; cuando ellas fundaron el Carmelo de Ronda (Málaga) allí quedó depositada; sustraída en la guerra civil española, fue encontrada y entregada al general Franco, el cual –con permiso del Vaticano- la tuvo siempre consigo en su capilla privada, hasta la muerte. En 1976 fue devuelta a las Carmelitas de Ronda. Cf. G. Huesa Lopez, La mano de Santa Teresa (Ronda 1996).

[2] Cuando la visita del P. Dehon, las reliquias del brazo y corazón de S. Teresa se enseñaban por una puerta, al lado derecho del altar mayor, colocadas ambas dentro de un torno giratorio de plata.

[3] Posiblemente se refiere a la capilla del sepulcro primitivo, dentro de lo que fue el coro primitivo del convento, bajo la bóveda gótica del antiguo presbiterio. Allí, además del arco con el hueco de la primera tumba, había una pequeña capilla, en cuyo altar estaba colocada una larga lancha de pizarra sobre la cual descansó el cuerpo de la Santa dejando algunas manchas de un óleo misterioso que desprendía su cuerpo. Porque el sepulcro teresiano desde el 1670 se halla colocado en el centro del retablo mayor.

[4] Sobre el pleito de la posesión del cuerpo entre Alba y Ávila (1586-1587), ver Fuentes históricas sobre la muerte y el cuerpo de Santa Teresa de Jesús (1582-1596) (Roma 1982).

[5] En el tiempo de la visita del P. Dehon todavía circulaba la leyenda de las espinas que nacían del corazón de Santa Teresa, un fenómeno extraño que acompañó casi todo el siglo XIX y que muchos juzgaron como algo milagroso. Se instruyó un proceso (1874) y el corazón fue examinado por varios doctores médicos. Un libro que tuvo mucho éxito y hasta fue traducido entonces, favorable al carácter milagroso del hecho:  N. Cardellac, Santa Teresa de Jesús y las espinas de su corazón… (Valencia 1876). Siendo obispo de Salamanca el P. Cámara resolvió el caso sometiendo a una limpieza profunda el fanal de cristal que guardaba la víscera teresiana (31.8.1898). Cf. T. CÁMARA, Del corazón de Santa Teresa, en La Basílica Teresiana 2 (1897-98) 357-359, 386-387. También puede verse el boletín diocesano de Salamanca en el mes de septiembre 1898. Se advierta que en el relato del P. Dehon se admite incluso la presencia de la herida física del fenómeno místico de la Transverberación, cosa improbable.

[6] No es menos importante, además de los datos que nos da de su visita a Alba, este reconocimiento que hace del doctorado místico de Santa Teresa, mucho tiempo antes de que así fuera declarada por la Iglesia (1970). Era algo muy sentido por todos los lectores de las obras teresianas, y así fue desde el mismo siglo XVII.

[7] Estos detalles acerca de la muerte de santa Teresa y entierro, el buen olor del cuerpo y otros fenómenos los pudo oír del religioso carmelita que le enseñó entonces las reliquias. Pero es probable que le vengan de sus conocimientos de la biografía teresiana, a través, p.e., de la lectura de la biografía de los bolandistas traducida al francés y con ediciones diversas desde 1882 hasta 1905: Histoire de Sainte Thérèse d’après les Bollandistes, ses divers historiens… (Paris 1882). También pudo haber leído, antes de viajar a España F. X. Plasse, Souvenirs du Pays de Sainte Thérèse (Paris 1875), donde se hablaba incluso del fenómeno de las espinas del corazón antes aludido.

[8] No son ciertos todos los datos aquí aducidos, p.e., el obispo de Salamanca no estuvo presente en los funerales.

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Firma del P. Dehon en el libro de visitas del convento

Alfonso González Sánchez
[email protected]
1 Comentario
  • Fernando Altarriba Forcada
    Publicado el 11:59h, 25 enero Responder

    Me ha gustado el recuerdo de la Santa.

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