Mensaje de Cuaresma y Pascua del P. Juan José Arnaiz

Mensaje de Cuaresma y Pascua del P. Juan José Arnaiz

Mensaje de Cuaresma y Pascua del P. Juan José Arnaiz, scj, Superior provincial, a los religiosos y laicos de España, Ecuador y Colombia:

Querido hermano:

Llega ya esta sucesión de memoria y presencia, de penitencia y espera, de seriedad y jolgorio, de hondón y de fiestón… llegan los días en que, de nuevo, debemos pedir a la Iglesia y en la Iglesia ese algoque, sin ser suyo en propiedad, Dios se lo ha dado para ofrecerlo todos: la fe y, sí, la vida eterna.

Escribo en el día de la Candelaria, en el que resuena la afirmación de la Natividad de haber recibido una luz que vence a las tinieblas. Ahora esa luz recibida es puesta a prueba: ¿seremos, un año más, capaces de entrar en las tinieblas de la violencia y el odio del Gólgota y descubrir ahí, en el Traspasado, en el amor hasta el extremo y el exceso, la luz que brilla “en nuestros corazones” (2Cor 4,6)? Pues para que “Cristo habite por la fe en vuestros corazones” (Ef 3,17), se nos pide la oración, el ayuno, la limosna “para llegar a ser plenificados con toda la plenitud de Dios que habita corporalmente en Cristo” (cf. Col 2,9).

En efecto, llegan los días de nuestra identidad en medio del mundo: ¡la de renacidos como “hijos de la luz”! (Ef 5,8; 1Tes 5,5). Este nuevo nacimiento se llama Bautismo, que renovaremos en la solemne Vigilia pascual; este nuevo nacimiento se concreta en nuestra consagración religiosa, que renovaremos con devoción en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús; este nuevo nacimiento se convierte en una conducta fundamentada en la comunión y en la misión, que se transforma en deber y dedicación, porque la luz del Señor, de la que otros muchos deben poder ser partícipes, no debe esconderse: somos iluminados para crear luz, somos liberados para luchar contra las esclavitudes y arrancar de ellas a quienes están atrapados, somos llamados para conducir hacia la verdad y la vida a través del único camino que es Jesucristo, y éste crucificado (1Cor 2,2).

Son inminentes los días en los que se juega la verdad de nuestro ser, se muestran nuestras preferencias, constatamos si conservamos el sentimiento de asombro y gracia que supone poder creer y orientar nuestra vida (una y mil veces si hiciera falta) al Señor que me vio, que me miró, que me llamó, que me capacitó, que me envió, que me perdonó, que me repara, que me reenvía a los caminos de la misión, a los caminos de Emaús.

He querido hacer memoria contigo de todo lo que “nos jugamos” en el corazón durante estos días santos que nos disponemos a vivir, ante todo, porque es imprescindible tocar esta profundidad que (demasiadas veces) protegemos con un pudor que (en este caso, no pocas veces) enmascara un exceso de individualismo y proteccionismo de nosotros mismos y del punto en que nos encontramos como discípulos misioneros.

Dios nos ha dado su luz. Nuestra recepción se percibirá en un permanente mantenerla encendida, porque ésta “sólo perdura viva si es afirmada, querida y nutrida diariamente; y muere si se queda sin el aceite que la alimenta”. Meditación, adoración en personal oración, y acción son alimentos de la lámpara encendida. Como lo son la fe (que nos recuerda nuestro origen absoluto y que arraiga en el pasado), la esperanza (que nos azuza hacia nuestro futuro definitivo) y la caridad, el reinado del amor, que lucha por llenar el presente siendo nuestro fundamento, nuestro ‘único camino sólido’ (cf. NQT 19/67), el hogar acogedor, el sí permanente, la potencia de creación, reinvención y transformación.

Todo vuelve al Gólgota donde la justicia de Dios se dio como el perdón sin condiciones del Crucificado. Todo continúa a partir de la tumba vacía en la que la justicia de Dios lejos de manifestarse como venganza lo hizo como esperanza, como una eterna ‘última oportunidad’ dada, porque Dios, si algo hace, es esperarnos. Todo se anticipó en la mesa de la última cena y primera eucaristía donde se consagró el Amor. Todo continúa en su Iglesia y en esa Eucaristía pascual que lo reúne, lo resume y lo prolonga eficazmente todo hasta ti, hasta mí, hasta nosotros.

Por eso, con gozo inmenso, con esperanza cierta, con mirada transformada, mi deseo de profundos días de Cuaresma, de felices días de Pascua de Resurrección, de plenificantes días de Pentecostés.

Todo ello, siempre, en el Corazón de Jesús,

P. Juan José Arnaiz Ecker, scj

Superior provincial

No hay comentarios

Escribe un comenario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.