03 Mar Oración de primer viernes de mes
En el contexto de la I semana de Cuaresma volvemos, un primer viernes más, la mirada al Corazón de Jesús. En esta ocasión nos fijaremos en la muerte de Jesús que nos narra el evangelista Juan y daremos unas pinceladas sobre la relación de este pasaje y la devoción al Corazón de Jesús.
«Los soldados, al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al instante salió sangre y agua» (Jn 19, 33-34)
La confirmación de la muerte de Jesús mediante la lanzada, también denominada “la transfixión”, es una de las escenas evangélicas que ha cautivado a los amigos del Corazón de Jesús.
En efecto, nos encontramos ante una de las manifestaciones más plásticas del deseo de Jesús al revelarse como la fuente de agua viva que originará ríos de agua viva (cf. Jn 7, 37). En este cuarto Evangelio el Corazón de Jesús es su centro escondido. Todo el texto gira en torno a la imagen de Jesús traspasado en la cruz, su trono de gloria, como el centro de todas las miradas (Jn 19, 37)
Los Padres de la Iglesia quedaron enamorados de esta imagen. San Agustín veía en la imagen del Crucificado con el costado abierto el Banquete Eucarístico: “Reconoced en el pan lo que colgó del madero, y en el cáliz lo que manó del costado” (sermón 228) y San Ambrosio veía en este manantial de agua y sangre los sacramentos con los que se forma y nutre la Iglesia: “con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.” (Catequesis 3)
Mucho tiempo después, nuestro fundador, el Venerable P. Dehon, veía en esta escena la revelación creadora del Corazón de Jesús, llegando a decir: “Del corazón de Jesús, abierto en la cruz, nace el hombre de corazón nuevo” (Etudes sur le Sacré-Coeur, 1)
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