P. Carlos Luis Suárez: “La prioridad para un religioso dehoniano hoy es, sobre todo creer que Dios lo ama”

P. Carlos Luis Suárez: “La prioridad para un religioso dehoniano hoy es, sobre todo creer que Dios lo ama”

A lo largo de estas semanas vamos a publicar en nuestro blog extractos de la interesante entrevista que el P. Antonio Rufete realizó a nuestro Superior General, P. Carlos Luis Suárez Codorniú, y que se publicó en la Revista de la Familia Dehoniana Nº 30. En esta ocasión la acompañamos con material audiovisual.

Tenemos una Congregación muy entrañable

El informe presentado por el P. Carlos Enrique Caamaño, Superior General, después del servicio del P. Heiner Wilmer, pone de manifiesto que somos una Congregación que se siente viva, que se siente alegre de poder servir  a la Iglesia desde nuestro carisma y desde lo que vamos entendiendo que nos pide.

Tenemos una Congregación muy entrañable. Somos una familia extendida por más de cuarenta países, con ganas de hacer, con realidades nuevas que están surgiendo con vitalidad. También tenemos otras realidades que envejecen, que se van apagando tenuemente después de un pasado brillante, y que llevan con serenidad el paso del tiempo.

Los Sacerdotes del Corazón de Jesús podemos decir, con humildad, que el Señor nos ha bendecido de muchas maneras, que hay vida, que se siente vida y se siente ilusión, se sienten deseos de seguir construyendo y de hacernos presentes en otras realidades.

En el pasado Capítulo han estado latentes las inquietudes e incluso la ´insatisfacción´ por sentirnos más en camino, más ligeros de equipaje, más abiertos a los retos que la Iglesia y la sociedad necesitan y desean compartir con nosotros.

Se debe cuidar la Comunión.

El Capítulo expresó el deseo de que este servicio encomendado sea expresión de paternidad; más que un superior general se quiere a un padre general: un padre, un hermano, una persona cercana que acompaña, se interesa, anima, abraza y hasta corrige, si llega el caso. Este es uno de los sentimientos expresados en el Capítulo.  Y es así como se dispone a comenzar su tarea con el resto del gobierno general: mostrarnos cercanos a las diferentes realidades y alentar el día a día de lo que viven nuestros hermanos en el espíritu del Padre Dehon.

Sus retos personales son, sin duda, aprender a escuchar más hondo, aprender a encarar ritmos diversos de hacer las cosas en las diferentes culturas donde estamos presentes, no ir con juicios rápidos de mi perspectiva cultural; el reto de dejarse sorprender: acoge, recibe, procesa y acompaña. En estos días se dice a sí mismo: Siéntete bendecido por lo que hay y aporta lo que puedas.

La prioridad para un religioso dehoniano hoy es, sobre todo creer que Dios lo ama. Creerse de corazón que estamos en el Corazón de Dios. Disfrutar de esa cordialidad de Dios. Esto contribuye a tener muy claro quién nos ha llamado, de quién nos hemos fiado, cuál es nuestro Dios, qué descubrimos en él y la cuál es la impronta  que ha dejado en nuestra vida, para saborearla y compartirla.

La escuela del dehoniano, y el camino, es la vivencia del Dios bueno que nos llama a la vida, al estilo del Hijo, el Dios y Hombre verdadero de corazón abierto hasta el final: por qué este hombre llega a la cruz, por qué termina su caminar humano con su costado abierto. Es ahí donde tenemos que detenernos.

Los Dehonianos somos contemplativos de ese momento presentado por san Juan en el intenso capítulo 19 de su evangelio, que para nosotros es una cátedra continuada. En la medida en que vayamos haciendo esa relectura compartida de lo que el Padre Dehon maduró y vivió, maceró en su corazón, nos iremos centrando en lo que se espera de nosotros como religiosos, unido a un espíritu de disponibilidad.

En estos días son muchos los hermanos que le han ofrecido su oración ante este nuevo servicio; su repuesta es que la oración debe ir acompañada de la disponibilidad, que para eso estamos. Más allá de los proyectos personales hay un proyecto común que vamos descubriendo juntos. En la generosidad y en la entrega iremos descubriendo nuestra propia identidad, nuestra manera de situarnos en la Iglesia.

Donde hay una comunidad dehoniana no puede faltar su insatisfacción ante tantas realidades que no son las que Dios quiere. El dehoniano, en cuanto a nuestra espiritualidad reparadora, ve un mundo, la sociedad, la Iglesia, se ve a sí mismo, con desajustes, con situaciones que no están bien; y se empeña en buscar lo que puede hacer. No se trata de una actividad, sino de una respuesta desde el modelo original, que es el proyecto de Dios.

Como reparadores que somos, tendremos que seguir trabajando para ir de la mano de Dios y, con Dios, ir afinando para que ese proyecto hermoso que Dios ha querido para toda la humanidad vaya adelante. Tendremos que seguir ofreciendo esas ganas de transformar un mundo desdibujado de lo que Dios ha querido que sea; tantas situaciones, en las que estamos presentes, y en las que son muchos los que sufren carencias físicas, educativas, sanitarias… tantas cosas que no pueden dejarnos indiferentes.

Hay cosas que hay que reparar, sanar, embellecer… desde la espiritualidad del Corazón de Jesús, Dehon ve la necesidad de que este mundo lata al ritmo de amor y de pasión del Corazón de Cristo.

El adn de nuestra espiritualidad es compartir la alegría de sentirnos amados hasta el extremo en el Corazón de Jesús. ¡Esto es fundamental!

Cuando el padre Dehon contempla el ´me amó y se entregó por mí´, entiende que no puede hacer otra cosa más que responder de la misma manera. Desde esta experiencia, nuestra vida se va apasionando por la causa del evangelio y entendemos que no nos queda otra que darnos también. Esa es nuestra oblación: darnos sin medida y desbordar la medida de la generosidad, que decía el P. André Prévot. Este es el camino: ver realmente hasta dónde podemos llegar dónde está el límite, hasta dónde podemos ofrecernos. El indicador de nuestra entrega es ver hasta dónde estamos disfrutando y saboreando lo que es nuestra vocación.

Antonio Rufete
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