11 Ago ASUNCIÓN DE MARÍA – NUESTRO DESTINO ES EL CIELO
En esta fiesta celebramos que María, en cuerpo y alma, fue llevada al cielo una vez terminada su vida terrenal.
Al decir esto, estamos afirmando en primer lugar que María como todo ser humano, allá por los años sesenta de nuestra era murió. La muerte es connatural a la especie humana. Nadie se puede substraer de ella. Algunos han querido evitar a María este trago, pero sería deshumanizarla a la vez que evitarle la “pascua”, su propia “pascua”; es decir el momento cumbre en el que el Sí que dio a Dios un día de la “Anunciación” pasase a ser el SI definitivo de la total confianza en el Dios de la Vida y el Dios de nuestro Señor Jesucristo.
En segundo lugar afirmamos que fue asunta al cielo. De Jesucristo afirmamos que ascendió al cielo. Jesucristo no es llevado al cielo sino que él pasa de este mundo al Padre resucitando de la muerte al tercer día y sube al cielo 40 días después de su resurrección, según dice San Lucas. Lo que acontece en Jesús es fundamental para que después pueda acontecer la Asunción de María. Jesús s el primero. Él resucitó el primero de todos. Y por él resucitaremos todos. Su resurrección es la que marca el camino de todos aquellos que creemos en él y de todo otro hombre o mujer de buena voluntad. María es llevada al cielo.
En tercer lugar afirmamos que desde el momento de su asunción, María está en el CIELO en toda la dimensión de su personalidad (cuerpo y alma). María es el primer fruto maduro del efecto resurreccional de Jesús. Está en la casa del Padre injertada plenamente en la fuente de vida que es Cristo resucitado. Pensemos en el Cielo.
El papa Benedicto XVI decía en una homilía en el día de la fiesta de la Asunción: «Con este término ‘cielo’ queremos afirmar que Dios no nos abandona ni siquiera en la muerte o más allá de ella, sino que tiene un lugar para nosotros y nos da la eternidad, que en Dios hay un lugar para nosotros«. «Nuestra serenidad, nuestra esperanza, nuestra paz se fundan precisamente en esto: en Dios, Él en su pensamiento y en su amor, no sobrevive sólo una ‘sombra’ de nosotros mismos, sino en Él, en su amor creador, nosotros somos custodiados e introducidos con toda nuestra vida, con todo nuestro ser en la eternidad», «Es el amor de Dios el que vence la muerte y nos da la eternidad, y a este amor lo llamamos cielo: Dios es tan grande que tiene un lugar también para nosotros».
«Esto quiere decir que de cada uno de nosotros no seguirá existiendo sólo una parte que nos es, por decirlo de alguna manera, arrancada, mientras otras se arruinan; quiere decir más bien que Dios conoce y ama a todo el hombre, lo que nosotros somos. Y Dios acoge en su eternidad lo que ahora, en nuestra vida, hecha de sufrimiento y amor; de esperanza, de alegría y de tristeza, crece y llega a ser. Todo el hombre, toda su vida es tomada por Dios y en Él purificada, y recibe la eternidad. Queridos amigos, yo pienso que ésta es una verdad que nos debe colmar de alegría profunda». El Cristianismo, prosiguió el Papa, «no anuncia sólo algún tipo de salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo ha sido para nosotros precioso y querido sería borrado con un golpe de esponja, sino que promete la vida eterna, ‘la vida del mundo que vendrá’: nada de lo que nos es precioso y querido se arruinará, sino que encontrará plenitud en Dios».
En cuarto lugar decimos que María es pionera entre otros muchos hermanos de Jesús e hijos del Padre. María ha recorrido el camino de su vida terrenal en total fidelidad a la voluntad del Padre-Dios. Supo un día fiarse totalmente de la Palabra-Promesa que pronunció el ángel Gabriel en el nombre del Altísimo, y, a pesar de ser algo inusitado, supo decir “Hágase en mí según su Palabra”. Supo decir “SI”. Supo decir “Amén”. Y como para Dios no hay nada imposible aconteció en ella lo imposible: El Hijo de Dios se hizo carne y acampó entre nosotros.
Pero ese “Sí” de un primer día” fue cultivándolo y madurándolo día a día durante su travesía por este mundo. Y pasó pruebas y peligros. Mantuvo su SI hasta al pie de la cruz de su Hijo al que vio padecer y morir y ser sepultado. También lo contempló resucitado de entre los muertos y su fe se hizo grande y luminosa capaz de contagiar y cuidar la fe de los Apóstoles y de los primeros cristianos.
En quinto lugar afirmamos que el cielo es Vida eterna con Cristo en Dios. El cielo es la casa del Padre donde hay muchas moradas. En esa casa están ya, junto con Jesús y con María, muchos hermanos que nos han precedido en el camino de la fe. El cielo es la meta donde desemboca esta vida nuestra que es desde siempre regalo de Dios y que no se nos da para quitárnosla sino para que llegue a plenitud pasando por la muerte para llegar a la Vida Eterna.
Por último decimos que es una FIESTA. Es nuestra fiesta. Nos alegramos y festejamos que una de nuestra raza –María de Nazaret- ha hecho un camino de vida ejemplar y ha llegado a lo más alto que pueda aspirar cualquier persona humana. Nos alegramos por ella.
Pero además nos alegramos porque el camino que ella ha recorrido nosotros estamos invitados a recorrerlo. A nosotros también se nos ha llamado y elegido para ser santos e inmaculados en el amor. También se nos ha elegido para ser hijos de Dios. A nosotros también se nos ha dado el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que recibió María, para que podamos vivir nuestra vida como un permanente SI a la voluntad de Dios.
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