DOMINGO II DE ADVIENTO (B)

DOMINGO II DE ADVIENTO (B)

Hoy la Palabra de Dios viene cargada de inicios: se abre con el Libro de la consolación del segundo Isaías y se cierra con el comienzo del evangelio de Marcos. Este último parece un eco del primero. Ambos tienen en común una brusca y disruptiva forma de anunciar un tiempo nuevo que surge en el seno de una historia sin futuro; de profetizar un estruendoso anuncio de salvación en medio de una realidad anodina y adversa.

El profeta Isaías se dirige al pueblo anunciando el final del exilio en Babilonia y el regreso a la patria, a Jerusalén. Es, por fin, el término del destierro, una etapa que había causado dudas en la fe: ¿Había Dios abandonado a su pueblo? No, el Señor viene a cambiar su suerte y, para ello, infunde palabras de consuelo, ánimo y esperanza. La situación penosa en la que está Israel (y la humanidad) está a punto de pasar. Como hay cosas difíciles de explicar, Isaías lo describe por medio de metáforas poéticas: “En el desierto preparadle un camino al Señor” (Is 40, 3). Se trata de un camino llano, construido a base de puentes y túneles, quepermita desplazarse sin subidas ni bajadas. Para el profeta, las dificultades orográficas, las abruptas y escabrosas condiciones del terreno, son el obstáculo para que Dios llegue y dé comienzo un nuevo éxodo de liberación. Por eso, el pueblo de Israel (y también nosotros) ha de prepararse: los valles son sus (nuestras) omisiones, dejaciones y desatenciones; los montes, sus (nuestros) orgullos, prepotencias y soberbias.

Juan Bautista se vale de las mismas palabras de Isaías para cerrar el Antiguo Testamento y abrir el Nuevo. A caballo entre ambos, en el desierto físico de Judea, proclama:

“Preparad el camino al Señor, enderezad sus senderos” (Mc 1,3). No solo se trata de evitar los desniveles y las diferentes cotas de altura, sino de trazar caminos sin curvas, llenos de rectas. Es lo más directo, corto, cómodo y rápido. Juan es el precursor, el que va delante abriendo la vía recta para que Dios llegue cuanto antes. Su aspecto es austero, su comportamiento es íntegro, su figura es imponente. Su voz clama en el desierto y resuena en los corazones de la gente. Con su forma de actuar, Juan, al igual que Isaías, hace tres cosas: consolar, que es ayudar al pueblo a salir del sufrimiento en el que se encuentra; preparar, que es promover la conversión por medio de un cambio de mentalidad y costumbres, de un bautismo; dar esperanza, que es anunciar un mensaje: quien vendrá detrás de Él, es alguien mayor y definitivo. Está claro que algo va a pasar.

Es tiempo de reconocer nuestros errores y extravíos, de abandonar caminos que no conducen a ninguna parte, de enderezar itinerarios sin sentido. Es tiempo de atravesar las aguas del Jordán para alcanzar la tierra prometida.

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