El Evangelio es para todos.

El Evangelio es para todos.

El evangelio de hoy no deja de sorprenderme. Llama la atención el que en un mismo día, o una misma mañana ocurra todo lo que ahí se dice. Es poco menos que imposble que se pase del cero al infinito en pocos instantes. Y parece que ya dicho esto, sobra todo lo que vendrá después. Por eso, quizás sea mejor entender lo que hoy se proclama como un “pórtico” de apertura a todo el evangelio de la vida pública de Jesús. Y este pórtico, como en un cuadro, se resume el movimiento existencial que ocurre entre la gente al encuentro de la “novedad” que supone la vida de Jesús. Un encuentro que no deja a nadie indiferente y que siempre ocasiona una desestabilización en las seguridades de la vida que cada uno se ha ido forjando. Para Israel, los fundamentos seguros y estables eran la Ley, el Templo y la Alianza. Jesús no tocará esos fundamentos pero “les dará explendor”.

En la lectura de hoy nos encontramos con el resumen del Evangelio que encierra toda la tensión que Jesús va a vivir a partir de ahora en medio de su pueblo hasta que finalmente llegue a la cruz. “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

“Jesús habla claro”: Desde los primeros compases de su vida pública, en su encuentro con sus paisanos, Jesús no da pie a que se llevaran un chasco por haberse imaginado un gran porvenir por ser del pueblo “natal” del Mesías. Los convecinos de Jesús, familiares incluidos, esperaban un mesías como “Dios manda”; un mesías campeón que restaurase el poder nacional de Israel. Algo bueno les tocaría a ellos, si uno de su pueblo llegaba a ser rey. En medio de tal expectación aparece Jesús en la reunión de la sinagoga y hace su presentación (Lucas 4, 21-30). Son las primeras palabras de Jesús en público y en medio del pueblo.

Jesús sorprende primero con la lectura tal como la ha leído. Se ha atrevido a “filtrar” al profeta y cortar determinadas afirmaciones de Isaías. Lee las palabras que traen o suenan a buena noticia y no lee las que hablan de “desquite” o “castigo”. Proclama el “año de Gracia” olvidando lo que de aniquilación afirmaba Isaías. Esto es lo que primero asombra y extraña a los oyentes. No deja de ser un atrevimiento por parte de Jesús el corregir al profeta. Y solo habla de perdón y gracia para los cojos, ciegos, sordos… y pobres. Jesús habla de una buena noticia de “Gracia” para aquellos que acojan la Palabra de Dios. No pone condiciones previas a su oferta. Es oferta gratuita de Gracia. No puede ser de otra forma.

Jesús sorprende, en segundo lugar, por que afirma que HOY se cumple el anuncio profético. Ni más ni menos está afirmando que los tiempos mesiánicos han llegado ya y que Él es el Ungido de Dios. No anda con tapujos y les declara sencillamente su vivencia vocacional y como se siente después de lo acontecido en su bautismo.

Tiene pocas credenciales Jesús para decir eso. Es paisano bien conocido de todos, el hijo de José. No tiene ningún atributo de estirpe sacerdotal y vive de carpintero desde siempre. Esto es lo que también asombra y extraña a los oyentes. ¿Qué pruebas tenía para afirmar eso?

Para “arreglar las cosas”; Jesús sigue sorprendiendo porque continúa hablando removiendo cada vez más el avispero. No les dice que no se ha explicado bien, sino que les dice que tienen que cambiar de mentalidad. Que el Dios de Israel ya hacía tiempo que había saltado las fronteras étnicas y geográficas de Israel para hacer ver que su salvación (su actuación) llegaba más allá de los límites impuestos por los poderes políticos. El Dios de Israel se había puesto del lado de Amán el Sirio y de la Viuda de Sarepta. Dios no tiene fronteras y su Salvación llega a todos los hombres. El Reino de Dios y su Gracia es para todos los hombres; es universal; Nadie está excluido de él; todos son “amigos de Dios”. Esta es la tercera propuesta de Jesús, que hace que los “oyentes se salgan de sus casillas”. Y es que perciben que Jesús les está cuestionando a fondo su actuación y sus esquemas de vida. Les está diciendo no solo que la salvación es universal, sino que, además, no tienen ningún privilegio ante Dios por ser “judíos” o “hijos de Abraham”. Ellos no son “primeros” y los paganos los “segundos” sino que hasta es posible que como en los tiempos de Elías fueran merecedores de la atención de Dios los paganos o extranjeros, mucho más que ellos aunque estuvieran circuncidados.

Además, a este Dios ni se le compra ni se le vende. No hay que afanarse en cumplir las leyes bien pormenorizadas por los escribas, sino que se nos da “de balde” y por adelantado. El Amor de Dios (su Gracia) nos precede siempre. Amor que precede

El mensaje de Jesús, está claro desde el principio. La llamada a la conversión y el afirmar que Dios es gratuito y para todos desde su Gracia y Misericordia; y que el Reino de Dios no tiene fronteras y alcanza al mundo entero. Estas cosas corrigen la perspectiva de la fe del pueblo centrada en la alianza, la estirpe y la tierra heredada. No están dispuestos a cambiar por las palabras dichas por su paisano Jesús, y para que no siga estorbando lo mejor es cortar por lo sano y despeñarlo del monte abajo.

¿Hacemos el salto al HOY de Dios en este nuestro tiempo?

Tantas veces a lo largo de la historia hemos pretendido poner “puertas” al Espíritu y le hemos pretendido delimitar su campo de acción. Y olvidamos que el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere.

Ahora que hemos terminado el octavario por la unidad de los cristianos nos podemos preguntar cómo miramos a los “hermanos separados”. ¿Podemos seguir con la actitud de mirar a los otros “por encima del hombro” y pedirles que lo que tienen que hacer es volver a “nuestro redil”? El Sínodo de la Sinodalidad busca hacer camino solos los de siempre o ¿hay que hacer camino con los “hermanos separados” y con los no creyentes?

Pregunta más candente, podría ser: ¿Nos sentimos enviados para anunciar la buena noticia a los pobres…? ¿Somos nosotros pobres? El evangelista Lucas pretenderá responder a estas preguntas a lo largo de su evangelio. Basta decir ahora que el evangelista tiene en su punta de mira el “tener o poseer” para indicarnos como “ser” seguidores de Jesús. Seguiremos su desarrollo con el discurrir de los domingos.

Una última pregunta: ¿Dios es gratuito o  GRACIA? ¿Dios es AMOR? La definición de Amor y de Gratuidad la tenemos hoy magníficamente plasmada en el himno al AMOR de San Pablo a los Corintios (13, 1-13). Aunque parezca mentira, aceptar que Dios con nosotros es así -puro Don, pura Gracia, pura Fidelidad- es lo que más nos cuesta. Nos encantaría tener un Dios al que se le puede comprar. Haríamos (hacemos) cantidad de cosas para hacerlo favorable a nosotros. Hasta “nos dejaríamos quemar vivos”. Pues no hace falta hacer nada para atraernos el Amor de Dios. Lo tenemos gratis.

Que el Amor de Dios sea así, nos lleva a decir que también nosotros podemos funcionar así con nuestros hermanos. Vivir nuestra vida en gratuidad como servicio y entrega a los demás.

La síntesis de este amor: JESUCRISTO.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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