Fidelidad al carisma Dehoniano.

Fidelidad al carisma Dehoniano.

A lo largo de nuestra vida hemos asistido o visto muchos cambios en nuestro derredor. Tan solo mirando mi mesa de escritorio y la comparo con la mesa escribanía de mi padre constato un abismo de diferencias. Y sin embargo entre ambos despachos hay algo que permanece inmutable: El pensamiento humano se traduce en signos externos que ayudan a comunicar diversas informaciones de unos sobre otros. Han cambiado los medios, pero no los fines.

Pero ¿qué pasaría si me empeñase en mantener la pluma, el tintero y el secante como lo realmente auténtico y necesario para comunicar mi pensamiento? Cierto que lo podría hacer, pero me quedaría descolgado de la historia y anclado en un pasado eficaz entonces pero superado hoy y llamado a desaparecer o a formar parte de un museo.

Esto que parece evidente, puede ser más complicado cuando tratamos de realidades que tienen que ver con el dogma, la liturgia, el carisma fundacional de una congregación, la moral y las costumbres. Todas estas cosas se traducen en estructuras (credos, ritos, rúbricas, reglas de vida) que pueden servir en un momento pero que también pueden con el tiempo esclerotizarse y esclerotizar la vida que un día llevaban dentro de ellas.

Entre los dehonianos, hablamos del carisma del fundador. Un carisma que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia a través del P. Dehon. Un carisma encerrado en unas estructuras que respondían a las circunstancias históricas del final del siglo XIX e inicios del XX. Ahora estamos en el siglo XXI y ha cambiado muchas cosas. El carisma sigue siendo el mismo, pero será necesario cambiar las estructuras de entonces por unas nuevas coordenadas que sintonicen con el mundo que nos toca vivir.

Para llevar a término una relectura en profundidad es nuestras constituciones se celebraron distintos capítulos generales para fraguar una nueva Regla de Vida para la Congregación. Para articular estos cambios se insistió muchísimo en el término ´fidelidad dinámica´. Que en definitiva quiere decir fieles al Fundador y fieles a nuestro tiempo.

La palabra fidelidad (ser fiel) tiene algo que ver con la vivencia de la fe. Quizás se tenga que decir que la fe no puede ser otra cosa que fidelidad.

Fidelidad es la fe en acción. Fe es salir de uno, apoyándose totalmente en el otro. El otro es el quicio de mi vida y sobre él me apoyo de forma total y definitiva. Supone un acto de confianza absoluta y una seguridad de que el otro no me falla.

Se puede hablar de fidelidad y de fidelidades. La fidelidad con mayúscula es primeramente la de Dios. Y, en segundo lugar, será la réplica de esa fidelidad en nosotros que se torna en fidelidad a Dios. Creer, lo que se dice creer solo se puede creer en Dios. Solo Él es seguro absoluto. Esa es la fe y la fidelidad principal.

La fe y la fidelidad siempre es algo recíproco entre personas. O si no es recíproco es de una persona con otra persona. El objeto de la fe nunca puede ser un animal o cosa. Siempre se pueden usar analogías o mimetismos en los usos con los animales, y también se puede caer en aberraciones, pero nunca se puede hablar de relación de fe si no existe la libertad de autodeterminación en cada uno de los sujetos de fe.

Yo me fío y soy fiel a una persona.

Cuando esa persona es Dios es cuando más valor y realidad adquiere la palabra FE. Como cristianos que somos nos definimos por nuestra fe en JESUS.

Jesús es para nosotros nuestro modelo en la vida de fe. Jesús es para nosotros nuestro fundamento en la fe. Jesús es para nosotros nuestro OBJETO de fe. Él es el contenido de nuestra fe. No solo es modelo y fundamento sino que es el mismo contenido de la fe: Él es la Salvación, es la Vida, es el Dios con nosotros.

Creer en Jesús, ser fieles a Jesús, seguir sus huellas, hacer que él sea vida nuestra, eso es ser cristiano y por lo tanto lo fundamental y fundante en nuestra vida. Ahí no puede fallar la fidelidad dinámica.

Dinámica. Una palabra polisémica que queremos entender como algo que se desarrolla y crece, que se actualiza y vive el cada día. Que vive la historia encarada al futuro y que sabe que en le hoy de la Historia acontece salvación, gracia de Dios. Que hoy es un nuevo kairós, una oportunidad servida desde la Gracia de Dios.

La fidelidad no sería dinámica si intentara vivir miméticamente repitiendo el pasado, como para hacerlo de alguna forma revivir hoy pero en cuanto pasado. El pasado ya es cadáver y no puede ser recuperable. Imitar lo que hicieron los hombres o mujeres del pasado  de forma mimética es querer parar la historia, es querer fosilizar la vida y entonces lo que conseguimos es eso, contemplar un fósil o una fotografía del pasado pero eso no solo no dice nada sino que ya no es nada.

Podemos representar teatralmente la muerte de Jesús muchas veces pero eso no es imitar a Jesús dinámicamente. Imitar a Jesús dinámicamente es estar dispuesto yo a dar la vida por mis hermanos. Y esto en todos los momentos de mi vida. Alguna vez dar la vida puede consistir en un beso y un abrazo de amor y otras veces puede consistir en pasar hambre o ir a la cárcel.

Fidelidad Dinámica es seguir a Jesús en el mundo de hoy viviendo con sus mismos sentimientos y dando respuesta a las necesidades de nuestro mundo.

Esta es la fidelidad dinámica que más interesa y que nos interesa. La Fidelidad dinámica al P. Dehon pertenece al capítulo de las “fidelidades”. Hablamos de fidelidad pero es ciertamente en tono menor, lo que no quiere decir que no sea importante. Es importante. Antes tratábamos de lo más importante.

Es un creyente en Jesús de Nazaret y vive su fidelidad dinámica a Jesús desde el siglo XIX-XX, que es el tiempo que le toca vivir. El Fundador tiene un modo particular de acercarse al misterio de Cristo bajo la guía del Espíritu. Esa visión, modo o vivencia particular del seguimiento de Jesús del es lo que llamamos carisma particular. Un carisma particular que la Iglesia ha reconocido como camino cierto según el Espíritu y que por lo tanto puede ser válido para otros muchos que a través de él penetren en el misterio y el seguimiento de Jesús.

El P. Dehon se hace modelo y fundamento de nuestra fe (no solo él, pero sí él de una forma particular) pero nunca se hace o hará objeto de nuestra fe. Él es un buen testigo y modelo pero siempre señalará o indicará a Jesús como en único Maestro, Señor y Vida.

Nadie sería buen dehoniano si dejara de ser cristiano, como nadie sería cristiano si dejara de profesar la fe en un Dios-Padre. Si por un caso la dehonidad apagara la cristiandad estaríamos haciendo un flaco servicio al P. Dehon, a su carisma y a su causa. Sería la mayor traición.

Es ahí donde debe funcionar la fidelidad dinámica. Nosotros hoy tenemos un modo común de acercarnos al misterio de Dios marcado por su experiencia de fe, pero vivida en el hoy de la iglesia. Una experiencia de fe que desde el principio se hizo comunitaria y participativa a varios hermanos y vivida por todos y cada uno sin detentar nadie la exclusiva y que hoy también vivimos en comunión muchos hombres y/o mujeres sin detentar nadie la exclusiva.

Esto significa que para vivir hoy el carisma dehoniano debemos vivir “una vida de fe claramente fundamentada en la Palabra de Dios y en una teología en sintonía con el camino de la Iglesia, y que responde a las interpelaciones del mundo de hoy” (P. Virginio Bressanelli).

El carisma dehoniano debe hacer referencia a la Palabra de Dios. Casi siempre que oímos Palabra de Dios hacemos referencia a un libro que es la Biblia. Corremos el riesgo de fosilizar la Palabra en un libro. Y la Palabra es una Persona:

El Verbo de Dios hecho carne.

El P. Dehon tiene una forma particular de acercarse al Verbo de Dios hecho carne. Quiere acercársele por el corazón. Un corazón signo del amor. Un amor total al Padre y a los hermanos que llega hasta la oblación victimal.

Este amor suscita un amor correspondido en los hombres. Un amor que no duda de llamar “puro”. El puro amor no es movido por interés alguno sino que es un amor desinteresado. No busco mi bien sino el bien del otro. No es distinto al amor de benevolencia o de amistad.

Es un amor semejante al de Cristo y justamente porque Él nos ha amado así, hasta dar la vida. Este amor lleva a la Reparación. Reparación que consiste en responder con un mayor amor si cabe y esto lleva a querer hacer la voluntad de Dios y a trabajar por el advenimiento del Reino.

El lugar y centro de la vida cristiana y dehoniana donde se vive y celebra todo esto es la eucaristía. Eucaristía es el sacramento de la oblación victimal de Jesús en su muerte-Amen-; la aceptación del Padre de la oblación por la Resurrección; el momento de la comunión de vida y oblatividad con Jesús y la fuente de la vida del creyente que querrá hacer en todo momento la voluntad del Padre viviendo la fraternidad con los hermanos.

El modo concreto de vivir este carisma dehoniano será desde una vida contemplativa fuerte: Unión a nuestro señor, una rica vida interior, una imitación de las virtudes del Corazón de Jesús como el ser mansos y humildes de corazón; vivir el ecce venio; realizar en nuestras comunidades eclesiales la experiencia de Nazaret y tener un gran celo por la Gloria de Dios.

El carisma dehoniano destaca un aspecto importante en la dimensión cristiana del creyente. Es su talante y dimensión social o su preocupación por el mundo obrero al que contempla como personas que se van alejando de la iglesia y de la fe y quiere por todos los medios que esto no ocurra. El p. Dehon está convencido de que creer en Jesús no es alienante para nadie. Es más, creer en Jesús nos compromete en la causa de los trabajadores y de los marginados que en aquel tiempo sufrían las consecuencias de la primera revolución industrial.

Si hubiera que buscar una frase que resume e inicia el despliegue histórico de este aspecto de su carisma sería “El Reino del Corazón de Cristo en las almas y en la sociedad”. El P. Dehon quiere que triunfe el Corazón de Jesús en la sociedad.

Su Congregación adquiere un cariz misionero (ad gentes) y un trabajo en la cuestión social. Él dirá al final de su vida que “he querido contribuir a la elevación de las clases populares con el advenimiento de la justicia y de la caridad cristianas”.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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