La educación que queremos. La educación que necesitamos.

La educación que queremos. La educación que necesitamos.

 

Si quiere tener un buen elenco de términos relacionados con el campo semántico de la frustración proponga un debate sobre educación. Leo en “Devaluación Continua”, un libro-testimonio del profesor de secundaria, Andreu Navarra, “estos son los escenarios, a menudo dramáticos, con los que se enfrentan la mayoría de los docentes en nuestro país: desmotivación, creciente indisciplina, planes de reforma absurdos y una grave precariedad social y vital por parte del alumnado. Todo ello asociado a una enorme desorientación colectiva y un injusto abandono de la juventud”.

Podemos tener ideas contradictorias en cuales pueden ser las soluciones, pero todos coincidimos en el diagnóstico: la escuela, tal como está estructurada hoy, no funciona. Algo tenemos que hacer. Pero no cualquier cosa.

El debate y la confrontación están servidos entre los partidarios y detractores de la nueva pedagogía, corriente que pretende transformar la educación a través de metodologías activas. Unos corren el riesgo de abandonarse a la creencia de que todo lo nuevo es eficaz. Los otros argumentan que los experimentos solo se deben hacer con gaseosa. No sé si en unos y en otros hay un poco de sobreactuación para disimular, por un lado la frivolidad de creer que educar tiene que ser siempre divertido, y por el otro, la autojustificación del inmovilismo.

En este contesto. los Colegios Dehonianos nos hemos planteado definir el marco de nuestra propia propuesta pedagógica, huyendo de ideologías y de concepciones totalmente subjetivas. Es lo que llamamos el Modelo Pedagógico. Nos hemos preguntado: ¿Qué educación necesitamos hoy?, y dentro de todas las posibilidades, ¿cuál es la educación que queremos y que más está en consonancia con nuestros valores?

Para evitar visiones ideológicas hemos acudido a los datos objetivos que nos ofrecen cuatro fuentes científicas:

a) La fuente psicológica nos plantea el reto de adaptar la educación a lo que hoy sabemos sobre el cerebro humano y los procesos neuronales del aprendizaje. La relevancia de la memoria, de las funciones ejecutivas o de lo emocional son aspectos mucho más conocidos hoy y que no podemos obviar en nuestra práctica educativa.

b) la fuente sociológica nos pone en alerta sobre los cambios sociales, los usos y costumbres, la forma de comportarse y el estilo de vida para el que tenemos que preparar a nuestros alumnos. No podemos responder a la sociedad del siglo XXI, con una escuela diseñada en el siglo XIX.

c) la fuente pedagógica: en los últimos 30 años no solo se han planteado propuestas metodológicas nuevas, sino que tenemos ya muchos datos objetivos sobre la eficacia de las mismas. Nuestras opciones metodológicas deben basarse en estos datos y no en percepciones subjetivas.

d) la fuente epistemológica. El conocimiento que nos ofrecen las ciencias hoy y su divulgación se desarrollan a un ritmo vertiginoso. La escuela ya no es un depósito más o menos fijo de conocimientos, sino un laboratorio donde se debe aprender a discernir, a comparar, a seleccionar y ser crítico con la cantidad de información a la que se tiene acceso.

Provocados por estos datos objetivos nos hemos planteado cuatro transformaciones que el pedagogo, Ferrán Ruiz, en su libro La nueva educación, identifica en cuatro aspectos transversales del sistema educativo.

  1. El currículum, la metodología y la evaluación. Estamos convencidos de que hay que flexibilizar y racionalizar el currículum para evitar repeticiones excesivas de los contenidos y adquirir competencias y destrezas para la vida. No basta saber cosas, sino también saber qué hacer con esos contenidos. Esto no se podrá hacer si no cambiamos radicalmente la evaluación, que tantas veces confundimos con la calificación, como si solo se pudieran medir los conocimientos registrados en una prueba escrita, evolucionando hacia un sistema de evaluación formativa, que está más interesado en hacer que el alumno se autoevalúe y adquiera destrezas para aprender de sus propios errores y ensayos.
  2. El rol del docente y del alumno. El educador se concibe más como un guía, un acompañante, alguien que se pasea entre los grupos corrigiendo, sugiriendo, orientando y evaluando, mientras el alumno abandona su papel pasivo y se adentra en la investigación, análisis de la información, elaboración crítica y creativa de los contenidos.
  3. La planificación educativa. En ocasiones, es la planificación estructural de un centro la que más condiciona los cambios. A veces el horario es demasiado rígido, o las exigencias de la administración son demasiado fiscalizadoras, o la organización del mismo colegio es centralizadora. Necesitamos flexibilidad para permitir que los centros puedan organizarse de forma diferente sin el riesgo constante de caer en el abismo.
  4. Los espacios y lo tiempos. Un cambio como el que planteamos afecta también a lo físico: la configuración de las aulas, el aprovechamiento de los pasillos, las paredes como un espacio educativo, la versatilidad de los espacios y la flexibilidad de los horarios y los tiempos, dando posibilidad de mezclar asignaturas, trabajar por proyectos interdisciplinares, el aprendizaje y servicio, la codocencia de varios profesores en el mismo aula, las agrupaciones flexibles, incluso de niveles diferentes, el aprendizaje en medio de la naturaleza, el contacto con la sociedad civil y el mercado laboral, la investigación.

Todo cambio implica riesgo. El riesgo en educación tiene que ser calculado y meditado. Cuando se asume juntos, con la voluntad de toda la comunidad educativa, el riesgo se convierte en aventura. Y la emoción de descubrir territorios ignotos, desactiva el pesimismo, diluye la decepción y convierte la queja continua en propuesta.

 

Francisco Javier Luengo Mesonero, scj

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